Opinión

Mortalmente parecidos

A propósito de la frase de José Antonio Kast -que el Congreso “no es tan relevante como imaginan”- han surgido alertas. Por desprestigiado que esté el Congreso (y con motivos), relativizar su valor es inquietante, especialmente por tratarse de Kast, un candidato presidencial cuyos referentes pertenecen a la internacional de derechas radicales, con quienes departe en las conferencias ad hoc lideradas por Viktor Orban, que ha llevado a Hungría a una deriva completamente iliberal, minando la separación de poderes y la independencia de las instituciones.

Para qué hablar de Donald Trump: en su primer día de mandato se dedicó a firmar decretos. Ha alterado desde la economía global, la libertad de las universidades, incluso hasta lo que los museos públicos pueden exhibir, con poca o nula participación de un Congreso que, además, domina. (Autoritarismos iliberales no solo hay de derecha: Maduro y Ortega, sus principales exponentes desde la izquierda).

¿Qué debe hacer Chile Vamos, la derecha tradicional, que se define como liberal y democrática? No solo frente a esta frase de Kast -y lo que implica-, sino frente al proyecto de un contendor que encabeza las encuestas y que amenaza con dejarlos sumidos en la irrelevancia.

¿Minimizar las diferencias o hacerlas explícitas? Algunos plantean que, por prudencia, callar, total el adversario está “al frente”, sin medir la ingenuidad o voluntarismo en esa respuesta, pues esa actitud silente también acarrea riesgos. El afán de la ultraderecha, o “nueva derecha” (como se denominan), no es de complementariedad, sino de reemplazo. Crecen a costa de votantes decepcionados de la derecha tradicional, sea porque los encuentran deslavados o, peor, porque no los distinguen. Un efecto de estas luchas hegemónicas dentro de las derechas es la pérdida de perfil de la derecha tradicional: para tratar de no perder ese electorado, se vuelven tan radicales como quienes los están desafiando, perdiendo entonces su diferenciación (Cas Mudde). Siempre se prefiere el original a la copia.

Así, la lógica camaleónica arriesga perder no solo una determinada elección, sino la identidad y las convicciones, la razón de ser de un partido o coalición. Y transformarse entonces en un satélite o en un bastión de quienes sí han conquistado el poder y los necesitan, sea para tener mayorías en el Congreso o para acceder a cuadros técnicos y políticos mejor preparados y experimentados que los suyos.

¿Suena conocido?

Es lo que le pasó a la ex Concertación con el Frente Amplio. Se apanicó y calló. En las últimas dos elecciones presidenciales, la centroizquierda perdió en las urnas, pero además perdió parte de su identidad. Se vieron acomplejados y confundidos; carentes de orgullo por ser socialdemócratas (qué más muestra de aquello es cuando bajaron a Lagos por Alejandro Guillier). Y si bien desde esa identidad era natural apoyar a Boric en la segunda vuelta pasada (tal como dijo el expresidente Lagos: “Por lo que soy, por mi historia, voto Boric”), cuando ingresaron al gobierno aceptaron sin remilgos quedar en un “anillo” periférico. Post 4-S, cuando Tohá y otros líderes de ese sector fueron llamados de urgencia a un gobierno que podía naufragar tras esa enorme derrota política, ingresaron sin condiciones, sin aquilatar quizás el valor de lo que se estaba poniendo sobre la mesa. Eso no ayudó a que ese proyecto político socialdemócrata fuera percibido con nitidez y valorado por las personas. Hicieron la pega, pero invisibles. Tohá actuó con un gran sentido de responsabilidad y del deber; le dio mucho mayor orden y estructura al gobierno y avanzó con leyes relevantes que, sin embargo, no se marketean con facilidad ni se traducen en adhesión ciudadana.

Peor aún: el resultado de la primaria oficialista mostró que esa responsabilidad y sentido del deber no le dio rédito ni siquiera dentro de las izquierdas. No solo por la magnitud de la derrota en la primaria, sino por la áspera campaña. El fuego amigo. La famosa “mesa del poder” de la franja de Gonzalo Winter retrocedió lo que el Presidente Boric había avanzado en cuanto a dejar de denostar a la centroizquierda y hacerla parte de una coalición amplia, y no como comparsa. La nota roja de la exministra Jara a la labor de Tohá en seguridad habla por sí sola... Capítulo aparte es que el PS la haya apoyado tarde y poco (incluida la precandidatura de su timonel, Paulina Vodanovic). Hoy, con Jara de candidata de todo el sector, es bien poco a lo que el Socialismo Democrático puede -¿quiere?- aspirar.

La posición de Chile Vamos frente al Partido Republicano es mortalmente parecida a la encrucijada que han enfrentado los socialistas democráticos frente a sus retadores.

La pregunta que se ha planteado con la frase de Kast es de fondo: ¿Son realmente proyectos distintos? ¿Van a decirlo con convicción?

“Lo peor que podemos hacer es actuar como la Concertación, que bajó el moño y se dejó arrasar”, dijo Matthei. ¿La van a seguir?

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