Repúblicas y republicanos

No se entiende por qué el conglomerado de José Antonio Kast ha elegido denominarse Partido Republicano. Al igual que democrático y liberal, republicano es más un comodín publicitario que un término que siga haciendo sentido. De esos tres calificativos políticos es el más célebre y con pedigrí (capaz de competir con las monarquías), también el más manoseado.
Son repúblicas la Florencia de Maquiavelo antes que los Medici la convirtieran en principado; la Roma antes que sus senadores tuvieran que asesinar a César (último suspiro antes de volverse autocrática); la Basilea de los Burckhardts, la Ginebra de Calvino y Rousseau, también la Inglaterra de Cromwell; la de esos comerciantes holandeses vestidos de sobrio negro que retratara Rembrandt y, en ese mismo orden de cosas, las hanseáticas como en Los Buddenbrook; la de dueños de plantaciones y esclavos en la costa este de Estados Unidos después de 1776, a pesar del cuento del "We the People"; las francesas del siglo XIX, aun cuando fueran presididas por monarcas (por eso "constitucionales") o incluso por emperadores (tanto el tío como el sobrino recurrieron indistintamente a los términos imperio y república). Nótese cómo, con el paso del tiempo, llegamos a nuestros días y se enreda y degenera el asunto.
En propiedad, si hemos de asignarle algún peso a la historia, las repúblicas suponen adhesiones continuas para atrás, de ahí que se las asocie a familias patricias o a oligarquías modernas corporativas. Suelen gobernarse de manera colegiada o representativa. No son inventos de milenarismos justicieros que buscan fundar el paraíso en la tierra, ni tampoco de masones (debo explicarles a mis alumnos). Y menos ahora de Ricardo Lagos, que anda instando a militares venezolanos (los que, por lo demás, están en el poder hace rato). Los caudillismos y factismos castrenses en América impiden su institucionalización. Las repúblicas aborrecen de los personalismos, exigen virtud cívica y pluralismo, no precisamente lealtades incondicionales con un único partido. En estricto sentido, las repúblicas socialistas, como la URSS, sus satélites y la actual China, son aberraciones derivadas de un republicanismo mal entendido a partir del asambleísmo soberano popular jacobino de 1793 (literalmente "de terror").
En Chile es frecuente hablar de varias repúblicas históricas cuando lo más probable es que haya sido solo una y se terminó en 1973, si no antes. Por tanto, ¿a qué querrán referirse con republicano en el entorno de Kast? Lo de ellos, a juzgar por sus bases programáticas, coincide con posturas conservadoras no necesariamente de ultraderecha (concuerdo con el editorial de este diario del 15 de junio pasado). Lo que hace pensar que han desperdiciado una gran oportunidad para definirse como conservadores de frentón y sin complejos.
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