Envejecer en pandemia
“Tengo 67 años y enviudé hace 5, después de que mi marido sufriera una larga y penosa enfermedad. Tengo 4 hijos -todos viven con sus parejas- y 4 nietos chiquititos. Hasta antes de la pandemia, tenía una vida muy activa: en las mañanas trabajaba en un colegio, en las tardes atendía en mi consulta de psicológica y el resto del tiempo me dedicaba al arte y a ser abuela. Desde mediados de marzo estoy encerrada, afortunadamente con mi nana, con quien comparto las tareas domésticas, la vida y también la cerámica. Al comienzo de la cuarentena me sentí angustiada y con mucha incertidumbre, porque nada era predecible, todo nuevo, un tiempo raro. No sabía si me alcanzaría la plata, si tendría sueldo a fin de mes. Tenía miedo porque había escuchado cosas terribles del virus y, aunque la muerte no era tema, no quería morir ahogada o intubada. Me angustiaba también mi falta de experiencia con las redes, jamás había usado ningún tipo de videoconferencia y no tenía hijos o nietos cerca que pudieran ayudarme con estos programas. Las dos primeras semanas las pasé en una vorágine de ordenar clóset, botar cachureos, pintar partes de la casa. Hasta que se nos acabó la pintura. Luego entré en un estado de ´¿y ahora qué?`, entonces me metí adentro de mí misma, sentí nostalgia, comencé a repasar mi vida, los recuerdos de la infancia y las anécdotas. He experimentado la soledad. Me hace falta mi marido, mi compañero. Si lo pudiera graficar, diría que me hace falta la piel, el abrazo. Un sentido que posiblemente lo sustituía con los abrazos de mis nietos. Me he dado cuenta de la importancia del tacto en esta etapa de mi vida, porque en general, a los viejos nos hace falta eso. Creo que lo he suplido con la arcilla, que es un elemento muy primario, que precisamente me conecta con la tierra. Curiosamente desde que enviudé -y más ahora-, las escenas que mejor esculpo son los abrazos”.
Así resumen la sicóloga María Luisa de la Lasta lo que han sido estos meses de pandemia, una de las tantas vivencias de personas mayores que sienten, con justa razón, que la pandemia les ha quitado la posibilidad de disfrutar los años que quedan de vida. Si ya en situaciones normales la sensación de envejecer provoca fragilidad, pérdida de autonomía y control de las cosas, vivirla en una pandemia es más compleja. “Sentir que te queda mucho menos vida de la que ya viviste es una sensación común en personas mayores. Como lo es también pensar cómo aprovechar los años que se vienen. Durante este tiempo, lo que más he visto en mis pacientes son sentimientos de soledad y fragilidad. Sentimientos que a veces pueden manifestarse en dolores físicos e irritabilidad”, explica María Cecilia Milevcic, sicóloga y teraupeta EMDR.
El doctor Gerardo Fasce, jefe de la Unidad de Cuidados del Adulto Mayor de Clínica Las Condes, señala que “en personas mayores han aparecido episodios de ansiedad, angustia, alteraciones del apetito y sueño y desinterés por actividades que generan disfrute. Además, ellos sienten la angustia de ser rotulados como el ‘grupo de riesgo’ que podrían morir si se infectan. Pero si bien es cierto que son uno de los grupos de mayor riesgo y serán los que fallecerán en mayor cantidad, no todas las personas mayores que se infecten fallecerán”.
Lo más difícil de este confinamiento para la tercera edad ha sido el distanciamiento físico de sus seres queridos -sobre todo de sus nietos-, la interrupción de sus rutinas y el uso de nuevas tecnologías para poder comunicarse. “Como generación viven por primera vez un confinamiento de este tipo y por eso han manifestado sentimientos de soledad, agobio, frustración y rabia, pues están obligados a vivir encerrados. Además, perciben que están siendo protegidos y castigados a la vez con esta pandemia”, explica la psicóloga, Rosario Salamanca.
Resignificar la experiencia
Pese a que María Luisa de la Lastra lo pasó mal en los primeros días de confinamiento, luego le dio un giro a su viviencia. “Tomé conciencia del gran caudal de experiencias que atesoramos las personas de mi generación y decidí compartirlas con mis hijos y hermanos más cercanos. Nos intercambiábamos fotos, cartas y recetas de cocina vía WhatsApp. El humor fue un gran aliado, porque tras cada recuerdo, triste o feliz, siempre había una cuota de ello. Además, contraté a un sobrino para que me enseñara a usar algunos programas de videollamadas y así continué viendo a unos pocos pacientes y también al grupo de amigas de la vida y del quehacer profesional”, cuenta optimista.
Darle un nuevo sentido a la vida en confinamiento es un desafío para todos, pero en especial para las personas mayores. Al respecto, Rosario Salamanca sostiente que “deben realizar actividades que les permitan liberar dopamina, oxitocina, serotonina y endorfinas a través de diversas actividades placenteras, motivadoras y regeneradoras. “Hacer ejercicios y actividades que los estimulen cognitivamente como disfrutar de una buena película, jardinear, cantar y cocinar. En definitiva, planificar una rutina diaria que le dé sentido a la vida”, explica la sicóloga, quien actualmente realiza un taller virtual llamado “Entretenidos y apoyados se vive mejor” (@rosario_salamanca) en el que a través de videollamas semanales realiza estimulaciones psicocognitivas a adultos mayores.
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