Romper el círculo del trauma: Un legado que trasciende generaciones

Romper el círculo del trauma para las futuras generaciones

¿Puede un trauma vivido por mi madre o mi abuela repercutir en mi vida? Así funcionan los traumas intergeneracionales; heridas que pueden manifestarse en diferentes áreas, como la violencia de pareja, el abuso sexual, la adicción y el maltrato infantil u otras. Y no siempre se heredan como dolores o traumas, en ocasiones también se transmiten como mandatos, socialización y paradigmas familiares.




En 2016 la autora norteamericana Colleen Hoover publicó su libro It Ends With Us que en español fue traducido como Romper el círculo. La novela que ocupó el primer puesto del New York Times Best Seller List años después de haber sido publicada, cuenta la historia de Lily, una mujer que vive una relación de pareja abusiva y, según Hoover, está inspirada en la experiencia de vida de su propia madre. Si bien el libro gira en torno a la relación de Lily con un hombre violento, durante el relato se leen múltiples referencias a su infancia y cómo la madre de Lily también vivió atrapada en un matrimonio violento.

El título podría ser alusivo a la determinación de Lily de sanar su relación de pareja y así ponerle punto final al ciclo de violencia que ha traspasado generaciones. Sin embargo, al llegar al final de la historia es claro que ella hace la promesa de romper el círculo no con el agresor sino que con su hija. Para que el historial familiar de mujeres que viven relaciones de pareja violentas termine con ellas, a través de su relación de madre e hija.

La exitosa novela de Colleen Hoover es un ejemplo que grafica cómo el trauma puede transmitirse de una generación a otra. La violencia dentro de la pareja es sólo uno de los posibles ámbitos en los que puede ocurrir esta herencia de una herida emocional, pero el abuso sexual, la adicción, el maltrato infantil entre otros eventos, pueden ser el puntapié inicial de un verdadero trauma intergeneracional.

Se trata de un fenómeno que, muchas veces, se asocia a catástrofes o eventos que impactan a una sociedad, pero que también puede ocurrir a escala familiar cuando uno de los miembros del grupo experimenta algún tipo de trauma durante su vida y éste sigue repercutiendo en generaciones posteriores. Según una publicación de la Universidad de Duke en Estados Unidos, el trauma intergeneracional es “un concepto desarrollado para ayudar a explicar años de desafíos que se repiten dentro de una familia”. En este sentido, la psicóloga y terapeuta familiar especialista en psicología sistémica y relacional, Cynthia Henríquez explica que “el trauma puede entenderse como una herida y cuando hablamos de intergeneracional o transgeneracional estamos hablando de trauma que trasciende a un individuo y que se transmite a través de mandatos, de la socialización, la educación o desde los paradigmas y la cosmovisión familiar”.

Desde el ADN

Si bien, tal como explica la especialista, la socialización ocupa un rol muy importante cuando se trata de trauma intergeneracional, las investigaciones han mostrado que el trauma vivido por una persona puede también transmitirse a su descendencia a través de la biología. Estudios realizados por investigadores del Centro de Terapia de Psicoactivos y Estudios sobre Trauma de la School Of Medicine of Mount Sinai en Nueva York comprobaron que, los hijos de personas que han vivido experiencias traumáticas, presentan variaciones en sus marcadores epigenéticos, los que operan como una especie de acompañante de cada molécula de ADN y tienen la capacidad de activar o desactivar ciertos genes. Y, de esta forma, los marcadores epigenéticos que un individuo hereda de generaciones previas, pueden influir en el desarrollo de ciertas enfermedades o condiciones hereditarias. “Mientras más episodios abusivos tiene una persona en la infancia, es más probable que el funcionamiento y la estructura cerebral del sujeto se modifique. Incluso hasta su ADN”, agrega la psicóloga.

Sin embargo, Cynthia Henríquez explica que es importante entender que, hablar de trauma generacional no es hablar de determinismo. “Desde la familia se puede entregar una predisposición genética a generaciones más jóvenes”, comenta la psicóloga. Pero aclara que no basta con eso para que se desencadene una situación de trauma transgeneracional. El que un padre o una madre haya sufrido algún tipo de trauma no implica que necesariamente se transmita a su descendencia, pero sí que existe una predisposición en los hijos a desarrollar problemas asociados a ese evento que no los afectó directamente.

“A esta predisposición biológica se suma que, la familia que te está formando, el sistema de cuidados y la forma de entender el mundo te la entregan desde su propio daño”, agrega Cynthia. Pero incluso cuando una persona ha sido víctima de un trauma, este no siempre se transmite de manera explícita a las demás generaciones. Eso que se gestó como una herida en un abuelo o en una madre, muchas veces no es transmitido como un dolor para los hijos sino más bien como una creencia o convicción respecto del mundo. Y por eso, no es tan sencillo detectar que lo que ocurre después, es consecuencia de un trauma vivido por otro. “Muchas veces las nuevas generaciones no sufren el trauma vicariamente sino que adoptan como verdades absolutas esos paradigmas que surgieron del trauma”, comenta Cynthia.

La psicóloga explica que, por ejemplo, una niña que ha sido socializada en el contexto de una familia en la que las mujeres han vivido abuso sexual, incluso si personalmente no ha sido abusada ella, puede que se comporte desde códigos no verbales o incluso utilizando una narrativa consistente con la de una víctima de violencia sexual.

Diferentes manifestaciones

Pero, además, la especialista agrega que otro de los elementos que hacen que el trauma transgeneracional sea difícil de detectar, es que, en generaciones posteriores sus manifestaciones pueden llegar a ser completamente diferentes a las de la víctima original. “Si yo entiendo mandatos de niña en los que se instala que los hombres son peligrosos o que jamás debiera quedarme sola con un hombre, que vienen desde la una desconfianza absoluta que la familia ha aprendido porque en su núcleo hubo abuso sexual, podría incluso saltar al polo opuesto y mostrar comportamientos de excesiva confianza, sobre erotización y poca capacidad de medir el riesgo en el ámbito sexual”, comenta la psicóloga.

Si bien el trauma propio tiene su origen en la propia historia, el transgeneracional va más allá de lo que podemos recordar o incluso sentir. Y esa es una de las variables importantes que se deben considerar al momento de abordarlo. “En el trauma propio tienes la posibilidad de llegar a las causas y orígenes de ese dolor”, explica la psicóloga. En estos casos, llegando a la raíz de esa herida es posible lograr que el trauma deje de ser un determinante en la vida de la persona y pase más bien a ser una parte de su historia. Pero, en el caso del trauma intergeneracional, puede que no exista ese dolor inicial sino que, simplemente, se haya transmitido como una verdad, un dogma o una creencia respecto del mundo que llevamos a lo largo de la vida como una especie de programa mental. Por eso, la neuroplasticidad ocupa un rol clave cuando se habla del abordaje del trauma intergeneracional.

Cynthia Henríquez explica que, gracias a esta capacidad del cerebro de generar nuevas conexiones neuronales, es posible entender el trauma no como algo que nos afecta, no nos determina. Incluso cuando existen efectos en la epigenética de un individuo, el trauma transgeneracional requiere de una serie de factores psicosociales que lo activan. En este sentido es una sensibilidad especial pero no una condena y, tal como intuye la protagonista de It Ends With Us, es posible poner fin al ciclo de traumas que se han heredado por incluso más de tres generaciones.

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