Política

Gabriel Salazar: “La ciudadanía ha perdido la dignidad de ser soberana, la dignidad de deliberar”

El historiador y premio nacional de Historia publica un ambicioso ensayo, Expoliación Política de la Ciudadanía en Chile. En 900 páginas analiza la historia republicana y concluye que la forma en que se construyó el Estado ha limitado históricamente la participación ciudadana. Hoy, después de dos procesos constituyentes fallidos, dice que los movimientos sociales están replegados y que la única forma de promover cambios es la “autoformación ciudadana”.

23 Abril 2025 Entrevista a Gabriel Salazar, Historiador. Foto: Andres Perez Andres Perez

Creció en la población Manuel Montt, al norte del río Mapocho, un barrio de choferes y operadores de tranvías. Cuando iba o volvía de la escuela, Gabriel Salazar solía atravesar algunas poblaciones callampas. Era un mundo donde convivían obreros, comerciantes, prostitutas, borrachines y gente de la calle. Su madre solía ayudarlos y les convidaba té o café. Así, el joven Salazar comenzó a interesarse en sus vidas y sus historias.

-Se me llenó la cabeza de este pueblo, y fui descubriendo que ni en la escuela ni en el liceo ningún profesor me habló de ellos. Nadie se hacía cargo de los pobres -dice.

Formado en Historia y Filosofía en la Universidad de Chile, doctor en Historia Económica y Social por la University of Hull de Inglaterra, Gabriel Salazar es el gran impulsor de la “nueva historia social” en nuestro medio. Y así lo reconoció el jurado que le dio el Premio Nacional de la disciplina en 2006.

Autor de Labradores, peones y proletarios y Construcción del Estado de Chile, entre otras obras, publica ahora un monumental ensayo, de 900 páginas, de título provocativo: Expoliación política de la ciudadanía en Chile.

-En este libro saldé cuentas con el ciudadano, porque nadie en Chile ha hablado de los ciudadanos -afirma.

Exayudante de Mario Góngora en la universidad y exmirista, Salazar conversa en su casa, en la comuna de La Reina, la misma a la que llegó en 1969, donde lo detuvieron tras el golpe militar de 1973 y a la que regresó luego de su exilio en Inglaterra.

Con ambición intelectual y largo aliento histórico, en su nuevo ensayo Salazar traza una crítica al Estado nacional y al sistema representativo, por la forma en que ha limitado la participación ciudadana. Analizando la historia republicana, concluye que la ciudadanía ha perdido la soberanía popular en manos del poder estatal. Y desde este punto de vista, pone en duda el relato de nuestra tradición democrática.

23 abril 2025 Entrevista a Gabriel Salazar, historiador. Foto: Andres Perez Andres Perez

-Lo central en una república es que el pueblo se autogobierna, ejerce sobre sí mismo la soberanía, y ella exige que el pueblo delibere sobre los problemas que le afectan para tomar decisiones. Y para poder deliberar necesita asambleas, que fueron los cabildos. Pero cuando se crearon los estados nacionales les quitaron la soberanía a los pueblos, que es lo que pasó en Chile.

“El concepto de poder de la mayoría de la sociedad civil chilena del periodo 1800-1830 apuntaba, pues, espontáneamente, a fortalecer los lazos solidarios, la democracia participativa, el poder local y, por tanto, la soberanía popular, es decir, la consolidación de los pueblos, no de la nación”, escribe en su ensayo.

-Chile fue construido por Santiago, y cuando Santiago dominó todo el territorio había como 50 pueblos. La nación es una construcción política. A la nación no le conviene que haya pueblos soberanos, por eso cuando aparecen los estados nacionales destruyen la soberanía popular y establecen el individuo como su contraparte. Por eso se declaran las libertades individuales. Y establecen este razonamiento que es absolutamente falso de que la soberanía radica en la nación, no en el pueblo. Y la nación delega la soberanía en la autoridad constituida del Estado, o sea, en la clase política.

Salazar apunta a otro aspecto: “El problema es que elegimos representantes sin mandato. Llevamos 200 años eligiendo presidente, senadores, diputados, sin mandato, porque elegimos la oferta que ellos nos ofrecen y no cumplen. No han resuelto ninguno de los grandes problemas que hemos tenido en este país”.

23 abril 2025 Entrevista a Gabriel Salazar, historiador. Foto: Andres Perez Andres Perez

Aun con todos sus problemas, ¿el sistema representativo le ha dado gobernabilidad al país?

Un pueblo que no delibera, que no elige gente con mandato, no es soberano. Durante 200 años no hemos sido soberanos. Y por eso no se han resuelto los grandes problemas que el país arrastra. El primer problema no resuelto es que no tenemos una Constitución legítima ni eficiente. Todas las constituciones que hemos tenido, menos la de 1828, son ilegítimas, porque no participó el pueblo en el dictamen de ellas. Tuvimos dos pseudoasambleas constituyentes y ninguna de las dos resolvió el problema.

¿Y usted cree que es necesario volver a ello aun después de los dos rechazos?

Evidente, porque no hemos tenido nunca una Constitución legítima, o sea, que el pueblo la dicte; ni eficiente en el sentido de que resuelva los problemas que tenemos, porque el segundo problema es que no tenemos industria. Incluso la poquísima industria de la época de Allende fue destruida. Pueblo donde tú vas, donde hubo industria, hoy no hay nada. Y se nota, porque la industria siempre está amarrada al territorio: genera comunidad y produce integración. Hoy no hay quién genere integración, porque los malls no generan comunidad. Si no hay industria, no tenemos clase obrera. Y la clase obrera es importante, porque se enfrenta directamente al capital industrial, cara a cara, a través del salario. Ahí está la esencia del problema. Por eso es que acá el Partido Comunista y el Socialista son simplemente fachadas ideológicas. Su fuerte está en el Parlamento, no está en la clase obrera, porque no tenemos clase obrera.

La Convención Constituyente tuvo una gran representación de independientes y movimientos sociales. Y, sin embargo, fracasó estrepitosamente.

Pero eran independientes electos sin mandato. En la experiencia que tuvo Chile en el siglo XIX, antes de la Constitución del 33, los representantes de la Asamblea Constituyente iban con mandato de la provincia y de la comuna. Había una asamblea por comuna, los cabildos, que enviaban representantes a las asambleas provinciales y estas elegían a la Asamblea Nacional. Pero don Diego Portales y compañía, los que dictaron la Constitución del 33, eliminaron los cabildos. No tenemos asambleas, solo está el Estado nacional. Lo que la ciudadanía ha perdido es la dignidad de ser soberano, la dignidad de deliberar, porque el votito individual es secreto, o sea, es mudo. Tú no deliberas cuando votas.

¿El fracaso de la Convención se debió a eso o a su falta de organicidad?

Yo creo que esa Convención fue semisoberana, porque permitió que los independientes fueran electos, pero sin mandato. Y esta gente no tenía la formación suficiente sobre la historia constituyente de Chile. No hay formación en Chile sobre lo que es soberanía, sobre lo que es deliberación ciudadana, porque nadie lo enseña. Eran casi todos del movimiento pingüino, y acordaron cosas contrapuestas. Por ejemplo, aprobaron asambleas comunales y regionales vinculantes, y una asamblea nacional. Era como repetir el esquema de la Constitución del 28. Pero junto con eso, dejaron el sistema electoral igual al de la Constitución del 80, con voto individual secreto. ¿Para qué tener una asamblea comunal que puede deliberar si el voto va a ser secreto? La derecha y la clase política les tuvieron miedo a las asambleas. Además de la terrible campaña que se hizo contra esta Convención por parte del Presidente y el gobierno. Yo he estudiado todas las asambleas constituyentes que ha tenido Chile y esta es la única que trataron como “de rotos”.

23 abril 2025 Entrevista a Gabriel Salazar, historiador. Foto: Andres Perez Andres Perez

Ahora hubo cosas que atentaron contra la dignidad propia de la Convención: el fraude de Rojas Vade, los convencionales disfrazados o votando desde la ducha.

Ese fue el problema: a la Convención no llegaron ciudadanos formales, llegaron el pingüino y sus amigos. Si tú lees cualquiera de las otras coyunturas constituyentes, la gente se comportaba con solemnidad y con seriedad con su soberanía.

Visto hoy, ¿cree que la Constitución era la salida al estallido social, que era la forma de abordar los problemas sociales?

Una cosa es discutir los problemas que existen para desde ahí construir la Constitución. Los problemas que existen se resuelven vía gobierno. En cambio, lo que se discute en la constituyente es cómo se construye el Estado para que se capacite para resolver los problemas. Son dos niveles distintos. En cambio, acá partimos discutiendo todo de un viaje, y metieron temas legislativos para resolver problemas de actualidad con los problemas de fondo. Por eso los pingüinos, que no sabían nada de esto, enredaron todo. Le dieron tanta importancia al aborto, a la ecología, y por eso el texto de la primera Convención era una ensalada de cosas, un enredo espantoso. Los pingüinos son una generación juvenil de poca profundidad política; protestaron contra todo, pero no deliberaron profundamente. Nosotros lo hicimos mucho más en los años 60, en base a ideologías.

¿Cree usted que la gente hoy esté interesada en un nuevo proceso constituyente?

No. Hay desconcierto, porque se dieron cuenta de que no es fácil la cosa, porque fueron dos experiencias muy distintas: una muy liberal, más democrática y donde los pingüinos tuvieron más tribuna de lo que ellos querían, y la segunda fue químicamente política, un chiste gigantesco. Yo no sé cómo representaron ese rol sin ningún sentido de vergüenza ni autocrítica. Los políticos decían que el poder constituyente, o sea la soberanía, estaba en el Congreso. Y pusieron expertos para vigilar que no se criticara nada. Fue un circo y también se rechazó. La gente tiene miedo a un nuevo proceso constituyente.

Está claro que no vamos a poder transformar el Estado con estos partidos políticos, ni soñando, y va a ser muy difícil hacer una reforma a través de una asamblea constituyente nueva, entonces hay que empezar la revolución desde adentro: autoeducación ciudadana para saber ser soberano.

¿Cómo ha visto la relación del gobierno con los movimientos sociales?

Ninguna, no hay. Chile necesitaba un estadista, un gran político que entendiera los problemas de fondo y condujera al país. Una especie de caudillo, si tú quieres. No hemos tenido ningún presidente a esa altura. Ni Bachelet, ni Piñera, menos Boric. No tenemos ningún partido político capaz de pensar en eso tampoco, porque están todos jugando al parlamentarismo, mantenerse ahí, tener cargo en el gobierno, juntar platita, vestirse elegante… Las niñas del Partido Comunista vestidas a la moda, ni parecido a las antiguas dirigentes comunistas. El problema es que no podemos esperar ni del Presidente ni de la clase política, ni de los partidos, ni siquiera de la vieja ideología, formación para desarrollar nuestra dignidad soberana. Es lo que decía Recabarren: tenemos que autoeducarnos para juntarnos y deliberar libremente.

Ahora, ¿cómo ha visto los movimientos sociales? En estos años no se han manifestado públicamente

Aquí se me ocurre el desconcierto. Por un lado es bueno, porque toda esa política reivindicativa, tipo No más AFP, esto no lo quiero, era propia del movimiento de masas, y eso se agotó. La gente está sintiendo que eso ya no funciona. Hay que ver cómo pasar a lo propositivo.

¿La gente abandonó la calle?

Mira, yo me estoy moviendo mucho con las comunidades locales o en las universidades. Y veo que hay una deliberación incipiente; la gente le llama conversatorio. A veces online, a veces en directo, suelen reunir 100, 200, 400 personas. Hay un movimiento de repliegue del pueblo, de no participar en estas cosas públicas, un repliegue hacia sí mismo. Y una de las manifestaciones es que no hay comunidad en Chile que no tenga anualmente, y a veces dos veces al año, su feria del libro. Hablo de ferias de libros de pueblo, comunales, donde se venden los libros de las editoriales locales y aparecen también las pinturas locales, la alfarería, los dulces que hacen las mujeres locales, y hay grupos que cantan y bailan.

¿Se cambiaron las marchas por actividades culturales?

No hay grandes marchas de trabajadores, no se ven los grandes movimientos sociales de protesta. Pero no es una mala señal, porque junto con reunirse y mostrarse su producción, ellos piensan y están discutiendo políticamente, porque toda feria del libro tiene una mesa de conversatorio. Y se debaten temas de fondo. Mientras más completa sea la expresión cultural de un movimiento, más profunda es la posibilidad de que el pueblo actúe soberanamente.

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