Jeannette Jara: “Quedar viuda tan joven fue un golpe fuerte”
Se declara resiliente. Se define como una mujer disciplinada, pero también gozadora y sociable, a la que le gustan las fiestas y estar con los amigos. Se ve a sí misma como una candidata del pueblo, lejos de la élite. La carta presidencial del PC cuenta aquí su historia y también revela sus cicatrices más profundas.
Fue la primera de su familia que llegó a la universidad, y eso que bien podría significar un orgullo también, en su caso, fue una proeza. Nació, se crió y vivió en la población El Cortijo de Conchalí. Su padre era obrero. Su madre, trabajadora de casa particular. Vivían con escasez, de allegados en la casa de su abuela. Y Jeannette Jara, la mayor de cinco hermanos, cuenta que asumió tempranamente un rol de pater familias. Trabajando y estudiando para aportar en la casa.
A los 14 años comenzó a militar en las Juventudes Comunistas. Fue muralista y dirigente activa en los últimos años de la dictadura militar. Entró a la Universidad de Santiago para estudiar Administración Pública y, más tarde, Derecho.
Se casó por primera vez a los 19 años y, dos años más tarde, su pareja murió. Muchos años después se volvería a casar. De esa relación nació Andrés, su único hijo.
Hoy, después de haber sido subsecretaria de Previsión Social en el segundo mandato de Michelle Bachelet y ministra del Trabajo del gobierno de Gabriel Boric, Jeannette Jara es la candidata presidencial del PC en las primarias del oficialismo.
Se ha presentado como una persona que viene del pueblo, no de la élite. ¿Por qué marca la diferencia? ¿Qué significa?
Que soy como el común de la mayoría de las personas de nuestro país. Personas que provienen de familias de esfuerzo, en que muchos son primera generación de estudiantes universitarios y que, por tanto, puedo contribuir en el hacer político desde una experiencia de vida. Es decir, esa trayectoria sirve como una herramienta, porque te da sentido de la realidad. No está en la teoría, sino que en la vivencia. Eso ayuda para no perder el norte.
Desde esa experiencia vital, ¿qué ve cuando se mira al espejo? ¿Ser la primera universitaria de su familia? ¿El de hermana mayor? ¿La hija?
Quizá una de las cosas más importantes fue haber sido la hermana mayor de una familia en la que el jefe de hogar falleció muy tempranamente. Durante varios años cumplí un rol como de pater familias. Como muchas mujeres en Chile, fui una hermana que actuó como mamá o papá a la vez.
¿Fuerte ese rol en la familia?
Sí. Ahora tengo mi propia familia, a mi hijo en particular, porque estoy divorciada, pero mantengo un fuerte vínculo con mis hermanos y mi mamá.
Empezó a militar a los 14 años en el PC, pero nunca tuvo un rol tan protagónico en la política como los demás candidatos...
Sí, es verdad que no ha sido tan protagónica. Estuve mucho tiempo en la segunda línea.
¿Exponerse ahora tiene más costos?
Yo creo que exponerse -antes o después- siempre tiene costos. La vida se limita un poco. Por ejemplo, a mí me gustaba mucho salir, ir a un restaurante o un bar, y ya no lo hago casi nunca.
¿Por qué?
Principalmente por la exposición. Aunque, en general, la gente es muy respetuosa y cariñosa conmigo, trato de no salir, porque pueden darse situaciones incómodas y no quiero tampoco incomodar a los demás. Entonces, me gusta harto salir, pero lo he tenido que restringir. Lo que hago es compartir mucho en mi casa, en el pasaje donde vivo, con vecinos y amigos.
¿Y cómo es esa Jeannette Jara gozadora?
Ah, por ejemplo, me gusta hacer asados con mis amigos.
¿Usted parrillando?
Sí, lo descubrí hace pocos años. Más bien, desde que me divorcié tuve que empezar a hacer yo los asados. La firme que sí. Para mí es muy importante compartir con los amigos. Tengo un núcleo muy cercano con mis compañeros de la Usach. Nos hemos visto crecer. Todos tenemos hijos grandes, hemos compartido una buena parte de la vida juntos.
¿En qué más le ha afectado la exposición?
Al principio me daba mucho nervio verme en la tele. La apagaba o cambiaba de canal. Pero me fui acostumbrando. Entendí que la exposición es parte de estar en política.
¿Y de influir?
Claro, porque si uno quiere ser incidente en política, la exposición pública es parte de la caja de herramientas con la que se dispone. Si eres persona pública, tu opinión suele escucharse un poco más que cuando no eres conocido.
Pero también puede ser un arma de doble filo.
Sí, claro, porque tampoco puedes cometer errores. Nadie es infalible, pero tienes que cuidarte más y no dejar espacio para frases que se puedan descontextualizar. Eso es como lo más complejo, diría yo.
¿Y qué pasó en su entorno familiar cuando entró a la primera línea? Le insisto, otros candidatos han hecho toda su vida en la política, pero su mundo estaba más lejano.
Bueno, irradia a todo el entorno familiar. Cuando el Presidente Boric me nombró ministra, no le conté a nadie. Se enteraron por la tele. Y, claro, fue una noticia inesperada. Jamás nos imaginamos que una mujer de mi origen podía ser nombrada ministra. Lo digo por la falta de redes. Yo estudié en la Usach, venía de un liceo, y lo cierto es que los políticos en Chile vienen casi todos de las mismas dos universidades, estudian casi todos en los mismos colegios. Entonces, fue inesperado y, a la vez, me impuso un alto sentido de responsabilidad.
Imagino que con harta autoexigencia…
Bueno, yo soy bien disciplinada laboralmente. Es parte de mi característica. En general, me preparo mucho. No es que me resulte porque me autoexijo para no cometer ningún error, sino que me preparo harto. Me aplico, planifico, me fijo objetivos, construyo relaciones.
¿Y es así de disciplinada en todo?
¡No! Para nada. Como te decía, soy de hartos amigos, pololos, fiestas... No una loca por la vida del carrete, pero sí una persona muy sociable. Pero en mi trabajo soy sumamente disciplinada.
Nadie se salva solo
Cuando llegó al Ministerio del Trabajo se especulaba cómo sería su relación con el ministro de Hacienda, Mario Marcel, pero también con el mundo empresarial. La sorpresa fue la buena relación que entabló con ellos. ¿Cómo hizo ese proceso?
A mí me preocupaba más poder tener una buena relación con el ministro de Hacienda que con los empresarios. Sabía de las antiguas tensiones que existieron entre ministros del Trabajo y de Hacienda, y estaba clara de que para poder avanzar se requerían los dos ministerios. Por eso me preocupé, y creo que Mario también, sin ninguno de los dos declararlo, de tratar de tener una buena relación y así se dio. No exenta de diferencias, pero siempre se lograron procesar bien.
¿Y con los empresarios?
Es que yo no tenía ninguna preocupación. Ya había sido subsecretaria en el gobierno de la expresidenta Bachelet, y tenía muy buena relación con los empresarios. Sabía cómo tratar con ellos. A veces me pasa -como me ocurrió una vez en un debate en La Tercera- que siento que algunos viven en un planeta distinto. Pero en general trato de ponerme en sus zapatos, aplicar empatía y tratar de hacer ver mis puntos de vista.
¿No hay prejuicios mutuos?
Fíjate que creo que hay un sector de los empresarios que es profundamente práctico y que sabe que la paz social es la mejor inversión para Chile, pero hay otros que son profundamente ideológicos y se les olvida que estirar el elástico solo hace que se tense y que la sociedad con cohesión social que todos soñamos termine rompiéndose, que fue lo que pasó para el estallido social.
¿Es real o un poco caricatura eso de que la élite vive en una burbuja?
Hay gente que tiene una realidad muy distinta de la gran mayoría de los chilenos. Por eso les cuesta entender cómo vive la gran mayoría. No la conocen. Y es complejo tener un grupo político tan alejado de lo cotidiano. Igual ahora hay más diversidad. Hay varios parlamentarios que vienen de distintos mundos. Pero no es lo habitual. Parece que Chile es así…
¿No existe la meritocracia?
Creo que es bien excepcional, porque la meritocracia en Chile no se basa solamente en el mérito. Muchos traen una herencia, una base cultural de sus padres, y eso no es la mayoría.
¿Qué cree que permitió que usted rompiera el trazado y lograra ser universitaria, ministra y ahora candidata presidencial?
Hoy día es más común gracias a la gratuidad que dejó la Presidenta Bachelet. Pero en mi caso, yo creo que tuvo harto de esfuerzo y de incentivo de los padres, también de apoyo del Estado, porque yo estudié con becas.
¿Pero el resorte es mucho más el esfuerzo personal?
No sé… Porque eso de que uno se salva solo no es tan así. No se puede medir con la misma vara del mérito a quienes vienen de realidades tan distintas. En mi caso, pude hacerlo gracias a la ayuda de mi familia, de vecinos, de mis compañeros, del Estado y también de mi propio esfuerzo.
Debe haber sido bien matea…
No. No era tan matea, pero me iba bien. Además del estudio, de la disciplina, creo que en mi caso también tiene que ver con la resiliencia.
¿En qué sentido?
En que, producto de que quedé viuda muy tempranamente y que fue un proceso muy difícil para mí, siento que después de eso asumí una actitud resiliente.
Se casó a los 19 años…
Sí, me casé súper joven, era una niña. Estaba súper enamorada..
¿Y cuánto tiempo duró ese matrimonio?
Poco, cerca de dos años, porque él falleció. Yo estaba estudiando todavía.
¿Quedar viuda a los 21 años debe ser como quedar mirando al sudeste?
Absolutamente, y por un buen rato, pero aun así logré terminar mi carrera. La muerte de tu pareja tan joven es una experiencia vital muy gravitante en la vida. Es de las cosas que más me han marcado.
¿Y qué fue lo que pasó?
Es muy doloroso entrar en detalles… Sí te puedo decir que quedar viuda tan joven fue un golpe fuerte. Por suerte, siempre tuve el apoyo de su familia. En ese momento, todos nos abrazamos y hasta hoy nunca nos hemos soltado las manos. Yo pensaba: “Si mi suegra perdió un hijo -que es lo peor que nos puede pasar en la vida-, con mayor razón yo tengo que salir adelante”. Y así aprendí lo que es la resiliencia, a mirar siempre en la vida el vaso medio lleno. Entonces, todo lo que me ha pasado después, por muy difícil que sea, yo lo miro desde esa experiencia. Siempre digo: “Todo lo que pueda pasar, no puede ser peor”. Por eso soy una persona irreductiblemente optimista y disfruto cada momento.
¿Voluntariosamente optimista?
Quizá. ¿Y sabes qué? Además, aprendí otra cosa… Perdón, pareciera como que estoy en terapia (se ríe). Aprendí que muchas veces las personas se sienten tristes o deprimidas porque esperan que la vida sea un momento de euforia o de alegría. Yo creo que es al revés. La vida es habitualmente alegre y se disfruta porque, cuando uno ha estado verdaderamente triste, sabe realmente lo que es la pena.
Después de quedar viuda tan chica, ¿cómo fue volver a constituirse en pareja? Por más resiliente, igual debe haber sido difícil no tener temor…
Claro, te genera una sensación de posibilidad de pérdida que es compleja.
¿Cuánto tiempo después se volvió a emparejar?
Varios años después me volví a casar y tuvimos un hijo maravilloso.
¿Y después se divorciaron?
Sí. Tuvimos 15 años de un muy lindo matrimonio. De verdad fui muy feliz. Hoy tengo una muy buena relación con mi exesposo. Es un buen papá, una gran persona.
¿Y ahora? Todo el mundo habla del “pinche” de Jeannette Jara. ¿Es una relación estable…?
Sí, es una relación de hace varios años. No vivimos juntos, eso sí. Pero vivimos muy cerca. Yo creo que ya no estoy para vivir con alguien más.
¿No?
No. Es que como que pasé a otra etapa. Me gustan mis momentos de silencio, de autonomía, de tener espacios para mí y mi hijo. He estado harto tiempo en pareja. De chica vivía en una casa en que éramos seis hermanos… bueno, tengo una hermana que falleció cuando era chica, pero con esto quiero decir que siempre viví con harta gente.
¿Es un buen acuerdo, entonces, eso de vivir cada uno en su espacio?
Sí, además vivimos a una cuadra. Y como los dos venimos de segundas vueltas, esto nos permite tener espacios con los hijos, que es como viven muchas parejas hoy en día.
Y con tantos roles, ¿cómo ha sido la maternidad?
¡Y más encima una mamá muy presente! Porque sin ánimo de juzgar -porque cada uno elige cómo se relaciona o cómo vive-, yo veo que algunas personas que están en la política están menos presentes. En mi caso, siempre he estado muy cerca de mi hijo. Hoy ya está grande, es más autónomo. Y en la crianza propiamente tal, por suerte tengo hartas redes. No se me ha hecho tan difícil.
¿Madre aprensiva o más bien libre?
Libre. Además, con un hijo bien responsable. Entonces, no sufro las preocupaciones que a veces sufren las madres en la juventud. Al menos así ha sido hasta ahora, y toco madera.
Ha visto de cerca la soledad del poder de la que hablan los presidentes. ¿Por qué quisiera estar en La Moneda?
Lo menos que quería mi familia era que me postulara. Yo me convencí, porque en estos tres años en que fui ministra, pudimos hacer cosas que ayudaron a la calidad de vida de las personas. Cuando uno tiene una posición importante, puede y debe ayudar. Yo sé que es difícil. Ser Presidente o Presidenta de la República son palabras mayores, pero tengo experiencia, conozco el Estado, conozco también el sector privado, he trabajado en ambos lados y siento que puedo aportar.
¿No hay mucha renuncia?
Me he preguntado harto eso. En términos personales, no lo siento como una renuncia. Ya he hecho casi todo lo que la vida me ha puesto al frente. Lo veo como un paso más. Y lo hago desde una perspectiva de felicidad, porque es hacer lo que más me gusta.
¿Y desde una perspectiva política?
Yo veo la política como un proceso. Vas construyendo ladrillo sobre ladrillo. Por tanto, si como ministra pude avanzar hasta cierta parte, por ejemplo en el tema previsional, a lo mejor como Presidenta voy a poder profundizar esos cambios.
¿No cree, necesariamente, que los cambios tienen que ser estructurales y de una sola vez?
Muchos cambios tienen que ser estructurales, pero me queda más que claro que Chile va haciendo cambios en proceso. En la raya para la suma, todos quieren vivir mejor, pero con cierta gradualidad.
¿Se ve a sí misma como una mujer pragmática o más bien revolucionaria?
Para hacer cambios hay que ser pragmáticos. El que crea que los cambios se hacen solo desde lo testimonial y no logra convencer a los demás ni cambiar la vida de nadie, creo que no sirve. Y el pragmatismo sin principios tampoco sirve.
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