Mindfulness corporativo: ¿mejora o complica la cultura laboral?

Avalada por la ciencia como reductora de la ansiedad y el estrés, otros critican esta práctica en el trabajo por ser "una táctica de autoexplotación". Quienes la promueven dicen que, ejecutada correctamente, puede impactar de forma positiva en la productividad y la salud personal, aunque hay quienes la miran con sospecha.




“Si simplemente te sientas y observas, verás lo inquieta que está tu mente. Si la intentas calmar, solo se pone peor. Pero con el tiempo efectivamente se logra. Cuando eso sucede, hay espacio para escuchar cosas más sutiles. (...) Tu mente simplemente baja la velocidad, y ves una tremenda expansión en el momento, mucho más que lo que veías antes”.

Empecemos con una adivinanza: ¿De quién es la cita anterior?

A) Siddharta Gautama, el buda Shakyamuni, hace 2500 años aproximadamente.

B) Steve Jobs, en su biografía post mortem publicada el año 2011.

La respuesta parecería ser la A pero en realidad es la B. Es una reflexión del fallecido genio informático, fundador de Apple, creador del iPhone y máximo accionista de Pixar. Aparece en la biografía que escribió Walter Isaacson, titulada simplemente Steve Jobs.

La leyenda reza que en 1974, un joven y entusiasta Jobs regresaba a Estados Unidos luego de un viaje a la India. Llegó con el pelo casi al rape, vestido con las indumentarias tradicionales de ese país y fascinado por las bondades del mindfulness y la meditación que aprendió del budismo.

Dos años más tarde, fundó la empresa de la manzana junto a Steve Wozniak y Ronald Wayne. Entre otras cosas, entonces consideradas excentricidades, Jobs implementó dentro del horario laboral pausas de 30 minutos para meditar, y cuando la compañía creció dispuso oficinas ambientadas especialmente para ello.

Más o menos en paralelo, un joven Jon Kabat Zinn estudiaba biología molecular en el MIT. Entre su activismo hippie contra la guerra de Vietnam y sus coqueteos con el budismo, desarrolló el “Programa para la reducción del estrés y la relajación”, donde reinterpreta las técnicas de la meditación pero de manera científica, secular, despojada de todo misticismo.

Kabat Zinn se volvió un autor superventas, un demandado charlista internacional y, en resumen, el padre del mindfulness occidental.

Cuarenta y tantos años después, en un mundo envuelto en pandemia y haciendo agua por todos lados, la idea de intentar ponerle un poco de freno a nuestra acelerada vida no se ha añejado. Todo lo contrario. Hoy el mindfulness organizacional es una de las principales herramientas corporativas para enfrentar el más que convulsionado escenario laboral.

Trabaja aquí y ahora

Pero, ¿qué es el mindfulness? La definición de Kabat Zinn es la siguiente: “Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”. Dice también que es una manera de conectar con tu vida y que se trata de cultivar la atención de una forma determinada, enfocada exclusivamente en el momento presente.

Para lograrlo, sugiere el siguiente gancho: hacerlo como si tu vida dependiera de ello. “Porque en realidad depende de ello”, ha dicho. “La atención es la facultad de navegar por la vida, saber lo que nos pasa y estar en una relación más sabia con nuestro entorno y nosotros mismos en vez de estar a merced de nuestras emociones”.

No se trata de sentarse de cierta forma, ni de buscar la iluminación o la sabiduría. Es mucho más aterrizado. Por medio de un programa estandarizado, llamado Mindfulness Based Stress Reduction (Reducción del estrés basado en la atención plena), se aprende a enfocar la mente en el momento presente, lo cual suena simple pero por alguna razón nuestra cabeza siempre está atascada en escenas pasadas o urgida por escenarios futuros.

Suena bello. Sin embargo, la migración del mindfulness al mundo laboral, organizacional, no está exenta de detractores. En un categórico ensayo para el sitio Current Affairs, Thom James Carter plantea que “los programas de mindfulness corporativo son abominables” y una “nueva cortina de humo para que las empresas pongan sus beneficios por sobre las personas”.

“Sentarte en un taller de meditación mientras tu bandeja de correo está explotando y hay una cantidad indecente de trabajo por hacer puede sentirse insultante”, opina.

Su argumento principal es que estas prácticas no apuntan a solucionar los problemas estructurales, sino que cargan todavía más peso en el individuo. En el fondo, alega que se busca secuestrar las bondades de la meditación para lograr mayor productividad y ganancia.

“Es súper válida como crítica”, sostiene Claudio Araya, doctor en Investigación en Psicoterapia, Magíster en Psicología Clínica y director del Diplomado en Mindfulness Relacional y Técnicas del Bienestar impartido por la Escuela de Psicología UAI.

Puntería y mindfulness

La evidencia científica es contundente al confirmar los efectos positivos que tiene el mindfulness en el tratamiento de la ansiedad, depresión y el estrés. Desde Harvard para abajo, las investigaciones entregan suficiente evidencia al respecto e incluso la neurociencia plantea que la meditación puede prevenir el envejecimiento del cerebro.

Sin embargo, según plantea Araya, el riesgo se corre cuando se busca instrumentalizar la práctica y usarla como un analgésico individual en vez de “analizar las dinámicas que sostienen los síntomas y tomar acciones que apunten a enfrentarlos”.

En ese sentido, el mindfulness organizacional requiere de “un compromiso de los liderazgos, no sólo en el discurso sino también en la práctica. Que haya espacios de comunicación consciente, escucha activa y diálogos al servicio del bienestar de las personas”.

Profundicemos. Claudio Araya explica que la práctica del mindfulness implica una disposición a estar presente en la vida cotidiana con otros y a desarrollar la habilidad de re-conectar con lo que está ocurriendo, valga la redundancia, en el momento presente.

Se trata, básicamente, de hacer una calistenia mental para que los pensamientos no se arranquen hacia escenarios pasados o futuros. Eso, asegura, contribuye tanto a un bienestar personal como también a un mejor clima laboral, y finalmente puede repercutir en mayor flexibilidad y compromiso. Sin embargo, advierte que el mindfulness, cuando se practica “bajo una lectura cultural moderna, individualista y competitiva, corre el riesgo de ser usada con otros fines, como los de obtener mayor productividad”.

Un ejemplo un tanto extremo, pero a la larga bueno, lo comparte el monje budista francés, Matthieu Ricard. Dice que el mindfulness es una herramienta que si bien es necesaria para alcanzar la iluminación, también puede ser usada para causar “inmenso sufrimiento”.

“Es el caso de un francotirador que tiene la capacidad de concentración y foco para permanecer inamovible en el momento presente esperando a su víctima”.

Otro gurú del mindfulness organizacional es Chade-Meng Tan, ingeniero en Google y creador del programa “Search Inside Yourself” (Busca en tu interior, que luego se convirtió en un libro del mismo nombre). Su visión es que “en muchas situaciones, la bondad es buena para el negocio. Si como jefe eres amable con tus empleados, estarán felices, tratarán bien a los clientes, serán felices y gastarán más dinero; o sea que todos ganan. Por ende es bueno para tu alma y también para tu carrera”.

Llegado a este punto puedes estar pensando “bueno y cómo lo hago para, como dice la comediante Mae Martin, dejar de tener la cabeza ‘angustiada por el pasado, preocupada por el futuro y con el presente en Instagram’”. El español Jorge Benito, director de Mindful Science comparte en este tutorial una serie de técnicas para iniciarse en esta forma de meditación.

El club del mindfulness

“Esto no es una panacea contra todos los males”, dice Carla García como primera cosa. Ella es psicóloga, magíster en dirección de personas e instructora de mindfulness. Es co-gestora, junto a Veronica Riera, de brotaConsult, espacio en el que ofrecen programas para empresas, como talleres para regulación de estrés, comunicación consciente, atención plena, liderazgo compasivo y resiliencia emocional.

Luego despeja las mismas dudas que le aclara a sus potenciales clientes. “Hay un concepto errado al pensar que estas son herramientas para que la gente mejore la productividad, aguante más el estrés y trabaje más. Eso es un error”.

Lo tercero, puntualiza, es tratar de “quitarle el olor a incienso”. Que esto no se entienda “como algo esotérico, de buenas energías o un asunto de fe. Hay evidencia científica de treinta años que comprueba sus beneficios en la corteza cerebral, lo que implica ayudar al foco, a la regulación de emociones, a la memoria y la toma de decisiones”.

En cuarto lugar, advierte que esto se trata de ayudar a relacionarse con la experiencia tal cual es. “Hay expectativas de que todo es bienestar y tranquilidad, pero no siempre es así. El mindfulness ayuda a relacionarse con la experiencia de agrado y de desagrado, no busca cambiar la experiencia sino la forma en que me relaciono con la experiencia”.

Según explica García, la gracia está en aprender a distinguir la aceptación de la resignación. “Resignación es cuando hay algo que puedo cambiar y decido no hacerlo. Aceptación es cuando hay algo que no puedo cambiar y aprendo a relacionarme mejor”.

“Si descubro que las condiciones de trabajo no son buenas para mi, o que los factores de estrés están fuera de mi círculo de control, también puede ayudar a enfocar la vida a otro lugar”, dice.

Agrega que uno de los pilares del mindfulness es “aprender comunicar necesidades y tomar decisiones de forma consciente, no en piloto automático”. En ese sentido, reitera que para una mayor eficacia “lo ideal es que la cultura de la organización sea mindful, es decir consciente. Para eso es esencial que en los talleres, que deben ser voluntarios, participen los liderazgos”.

Para García, que el mindfulness se haya transformado “en una especie de moda, tiene cosas buenas y malas”. Lo malo, dice, es que se suele confundir con una técnica más que con una forma de vida, y se asocia más a la productividad que a la salud. “Educar respecto de esa diferencia es un trabajo de mucha paciencia”, reconoce.

Pero lo bueno, enfatiza, es que la palabra resuena y “hay un despertar interesante. Es como estar sumergido en la niebla, uno se va empapando de a poco, ese es el camino. Yo creo que la cultura occidental está entendiendo este gran regalo de oriente y que hay otras maneras de hacer sociedad”, concluye.

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