Bitácora de un científico en la Antártica: Pelar y sufrir por cada dato

En plena faena de recolección de datos. Foto: Juan Höfer.

Siempre que me preguntan cómo es hacer ciencia en la Antártica respondo lo mismo: doloroso. Normalmente la gente cree que estoy bromeando o que es una dramatización en aras de mejorar la historia o anécdota que esté relatando en esa ocasión. Si soy sincero, podría entenderse como una exageración en el sentido de que dentro de la base estamos cómodos y bien alimentados, pero eso es solo un pequeño oasis que nos permite trabajar mejor y por más horas en el mar y el laboratorio.

Como ya expliqué, llegar hasta aquí es un camino difícil, costoso y lleno de trabas. Por eso aprovechamos cada ocasión que tenemos para cumplir nuestros objetivos de investigación.

Tras dos semanas llenas de problemas y decepciones, por fin, pudimos salir al mar. Las dos salidas de esta semana nos ponen un poco más cerca de cumplir nuestros objetivos y digo un poco más cerca porque aún nos quedan muchos más datos y muestras que tomar.

Los científicos tenemos la mala costumbre de tomar la mayor cantidad de datos posibles para poder obtener información que sea lo más representativa y que nos permita obtener patrones que podamos analizar estadísticamente. Porque al final lo que hacemos aquí es solo un paso más de los muchos que seguimos en el camino que comienza teniendo una idea y termina cuando escribimos un artículo científico que sea un aporte al conocimiento.

Volviendo a nuestra semana, estamos contentos porque con el apoyo de los boteros y del equipo logístico del Instituto Antártico Chileno (INACH) hemos podido salir dos días al mar a registrar datos y tomar litros y litros de agua de mar. El sueño de cualquier oceanógrafo.

Comenzamos el lunes a las 4 am aprovechando una ventana con mejores condiciones meteorológicas, porque al final el científico propone pero la meteorología dispone. Mientras isla Rey Jorge despierta perezosamente, unos 2 cm de nieve caen sobre el bote, los equipos y nosotros.

Entre la nevada y el agua que saltaba durante la navegación llegamos al primer punto de muestreo empapados, pero eso es irrelevante.

Mientras las condiciones del mar y el viento nos permitan trabajar con seguridad seguiremos muestreando. Las condiciones del mar no eran las más cómodas del mundo, pero eran lo suficientemente buenas como para continuar. Así que seguimos durante unas cuatro horas hasta terminar la toma de muestras. La madrugada en el mar culminó con el primer avistamiento de ballena y su cola. Las ventajas de trabajar en el mar. De ahí regresamos al laboratorio donde filtramos agua, congelamos y fijamos muestras durante otras cinco horas aproximadamente. Por fin hemos generado los primeros datos del proyecto. Solamente espero que sean los primeros de muchos.

El jueves por la mañana las condiciones eran incómodas para trabajar y operar los equipos, sin embargo, eran lo suficientemente buenas como para trabajar con seguridad. Así que después del desayuno partimos al mar.

El frío y las duchas con agua salada fueron continuas durante toda la mañana, pero tras realizar nuestra primera maniobra tuvimos que regresarnos por un problema mecánico. De nuevo: recuerden que este es un juego en el que se pierde más que se gana. Regresamos con las manos vacías, pero con mucha agua. Agua en el polar, en los pantalones, la polera y hasta la ropa interior. Todo el esfuerzo y frío de la mañana fueron en vano, pero aún no estábamos vencidos.

Rendirse no es una opción. Así que tras una parada técnica el bote estaba listo para volver al mar y nosotros también. Los trajes de trabajo aún estaban húmedos por la travesía de esa mañana, pero las condiciones del mar habían mejorado y se generó una ventana de buen tiempo que debíamos aprovechar. Salimos por segunda vez en el día. Llegamos al punto de trabajo y arrancamos con nuestras maniobras y con un equipo a 150 metros de profundidad. Sin embargo, un problemita eléctrico hizo que nuestro winche dejase de funcionar. Momento de recurrir a la tracción animal a dos patas (yo) y recuperar los 150 metros de cabo a mano.

Con el equipo de vuelta en el bote y el winche funcionando de nuevo, continuamos con el muestreo hasta, ahora sí, terminar todo lo planificado. De nuevo: vuelta al laboratorio para procesar las muestras y filtrar litros y litros de agua de mar. Terminamos cenando entorno a la media noche tras procesar las últimas muestras. Créanme que se siente dolor y cansancio después de comenzar el día de trabajo a las 7 am, salir al mar dos veces, congelarse las manos varias veces, tener que cambiar toda la ropa empapada y recuperar a mano un equipo que estaba a 150 m de profundidad. Mis hombros aún se resienten un poco de este último punto porque aquí hay que pelear y sufrir por cada dato y cada muestra. Antártica regala muy pocas cosas.

Por fin hemos realizado dos muestreos y eso es lo más importante. Ahora solamente espero que este sea el principio de muchos muestreos más, Eolo y Poseidón mediante.

* Juan Höfer es oceanógrafo español del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal) de la U. Austral (Uach), y académico de la U. Católica de Valparaíso (PUCV).

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