“Es como estar corriendo maratones hace dos años”: Pandemia y ahora una guerra podrían aumentar niveles de ansiedad

La noticia de un conflicto siempre llegará en mal momento. Pero que ocurra cuando toda la población del planeta se ha enfrentado a una pandemia por más de dos años, dicen es un escenario, sin duda, mucho más complejo si de salud mental se trata.


Si siente ansiedad, susto o agobio por la guerra en Ucrania, es entendible. La noticia de una guerra siempre llegará en mal momento. Pero que ocurra cuando toda la población del planeta se ha enfrentado a una pandemia por más de dos años, es un escenario, sin duda, mucho más complejo si de salud mental se trata.

La esperanza era que se evitara un conflicto a gran escala. Pero no ocurrió. Eso implica más incertidumbre sobre lo que puede suceder o no, y todas las consecuencias que ello implica.

Y si bien, en algo la pandemia ha hecho que nos acostumbremos a grandes imprevistos, como un virus desconocido, subir esa cuota, no deja de afectarnos, advierten especialistas.

No es extraño entonces, que ahora la guerra en Ucrania, puedan desencadenar sentimientos de ansiedad y temor, explica María José Paz Green, psicóloga de Medismart.live. “Claramente el conflicto entre Rusia y Ucrania aumenta los niveles de ansiedad en la población mundial, ya que este conflicto llega en un momento delicado donde aún no hemos superado los efectos sobre la salud mental que trajo la pandemia y la crisis sanitaria”.

Alberto Larraín psiquiatra, director ejecutivo Fundación ProCultura y académico U. Autónoma de Chile, indica que las emociones son algo que emergen, y claramente ante una situación de inestabilidad e incertidumbre como una guerra que va sumando declaraciones y acciones de distintos países, más relatos e imágenes de destrucción y violencia, “puede aumentar la ansiedad, pero también el miedo, incluso la tristeza o la desesperanza”.

La vivencia, dice Green es sentir una acumulación de tensión política, social y sanitaria que “pareciera no tener fin”.

“Va a aumentar de todas maneras el estrés en algunas personas. Es un conflicto que queda lejos, pero debido a la globalización que tiene el mundo ahora, obvio nos va a afectar”, subraya Pablo Toro, psiquiatra y académico del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Católica.

Otra vez la incertidumbre

Manejarse en términos de certezas es lo que nuestro cerebro necesita, y prefiere. Tendemos a sentirnos mucho mejor cuando tenemos el control de la vida o creamos tenerlo, y un conflicto de tal magnitud lo que hace es recordar aquello: el control es una ilusión.

Esa incertidumbre o sorpresa inesperada, implica inseguridad al anticipar que los resultados serán diferentes a los esperados. Y la incertidumbre sobre cómo lidiar con tales cambios causa estrés.

Opera, ejemplifica Toro, similar al temor de sufrir un asalto: “Si te asaltan, es estresante pero la incertidumbre de si te van a asaltar o no, ya es estresante de por si. Aquí es más o menos lo mismo, es poco probable que nos caigan misiles encima, pero si es posible que nuestra integridad en otras cosas (como en el área económica) se vea alterada por esta situación”.

Cualquier estrés que aún esté al acecho como resultado de la pandemia ahora podría verse amplificado por esta nueva sensación de amenaza. Y tal como Toro explica, el estrés crónico al que estamos sometidos hace más de dos años es bien importante y “ha determinado que mucha gente se enferme”.

A todo lo que ha pasado, desde el estallido social, luego por la pandemia, ahora se le suma esto. “Es como estar corriendo maratones hace dos años. Es poca la gente que resiste esto sin desarrollar ningún síntoma”, dice Toro.

Cruzado cierto umbral, estos síntomas pasan a alterar la capacidad de funcionar y cuando ya no funciona bien por un síntoma mental se habla que aparece un trastorno mental. Y ahora con todos estos eventos, dice Toro “si es que había mucha gente que no había alcanzado su umbral de enfermarse, bueno, ahora tienen un gatillante más”.

Esto puede tener manifestaciones en nuestro ánimo. “Que andemos más desganados o menos interés para realizar cosas, pero también en nuestro cuerpo, como insomnio, inapetencia, dolor de cabeza o incluso reacciones a la piel”, explica Larraín sobre las somatizaciones por el exceso de estrés

24.02.2022 COMUNIDAD UCRANIANA EN CHILE REALIZA UNA CONCENTRACIîN A LAS AFUERAS DEL CONSULADO RUSO. FOTO : FRANCISCO PAREDES

Eso podría afectar en algún grado a todas las personas. Sin embargo, Green destaca podría ser complejo particularmente para quienes ya viven con afecciones como la ansiedad y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).

¿Quiénes podrían verse más afectados? Larraín indica que en primer lugar naturalmente están aquellas con alguna una relación biográfica con dichos países. Pero también aquellos que hayan experimentado situaciones de violencia o guerras en su vida. “Esta situación podría reactivar sus propios elementos traumáticos, llegando incluso a la reexperimentación. En el caso de nuestro país, un grupo que habitualmente sufre de esto son quienes han padecido de tortura o violaciones a sus derechos humanos”, explica.

Un tercer grupo, dice Larraín son aquellos que están lidiando con una enfermedad mental de base, “que hace que tengan menos ´reserva´ por tratar de explicarlo gráficamente, para enfrentar el estrés”.

Escenarios catastróficos

En estos casos, informarse de lo que ocurre es algo comprensible, pero eso dice Green en muchas personas puede empeorar problemas de salud mental existentes. “Existe un bombardeo y exposición constante de información en internet y redes sociales, lo que genera mucha angustia, miedo e incertidumbre”, explica sobre una situación que genera un estado de alerta constante frente a lo que está pasando, “que nos hace adelantarnos a los hechos y anticiparnos a escenarios catastróficos que no sabemos si ocurrirá o no”.

Los síntomas de ese aumento de ansiedad, pueden ser preocupación excesiva constante que no se puede controlar. También inquietud, nerviosismo, fatiga, dificultad para concentrarse o desconectarse, dice Green. Se puede sentir además irritabilidad, tensión muscular o dificultad para dormir adecuadamente. “Ahora bien, hay que tener en cuenta que existen diferentes tipos de ansiedad, y para que exista, los síntomas han de aparecer de manera frecuente durante un periodo de tiempo”, aclara.

Existe un bombardeo y exposición constante de información en internet y redes sociales, lo que genera mucha angustia, miedo e incertidumbre. Foto: Reuters.

La ansiedad hace a la persona adelantarse a la propia realidad. Y cuando se “dispara”, explica Green hace que piense en las consecuencias de algo que todavía no está ocurriendo y que, de momento, no sabe si va a ocurrir.

“La forma más frecuente que tiene de reaccionar el organismo ante situaciones que son difíciles de manejar, ante el estrés, es por medio de la respuesta ansiosa y por el desarrollo de síntomas depresivos. Es lo más frecuente. La respuesta ansiosa es natural ante cualquier situación de peligro”, señala Toro.

Y ahí entra en juego el pensamiento catastrofista, indica Green, es decir empezamos a generar posibles escenarios negativos basados en experiencias anteriores o en la información que disponemos de consecuencias en situaciones similares pasadas. “Con todo lo que sabemos sobre guerras mundiales, no resulta extraño que esos escenarios que creamos a partir de la información que recibimos sean terribles”.

En ese sentido, Larraín aconseja limitar la información. “Se puede llegar incluso a la intoxicación informativa, donde el exceso de exposición a este contenido termina afectándonos”, explica. Por eso lo ideal es que la gente se informe de manera responsable, y por canales oficiales una vez al día.

Limitar el uso de redes sociales que puedan exponer a fake news, rumores e información falsa, es otra recomendación, indica Green.

Compartir con personas significativas lo que se vive viviendo, hablar sobre esos temores, angustias o pensamientos, dice Larraín ayuda a canalizarlos adecuadamente. “Por último si el malestar tanto psicológico o físico es mucho consultar a alguien de la salud, que no necesita ser un psiquiatra, puede ser un médico, psicólogo o terapeuta ocupacional para evaluación inicial”.

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