¿La gata o yo? Peleas en Pandemia (2ª parte)

Un gato jamás se haría amigo de alguien incapaz de amarlo. Los gatos no se equivocan con las personas (Amos Oz).


Se acercan las postergadas elecciones -covid mediante- y los fondos del tercer retiro ya circulan por nuestro territorio. La carrera presidencial continúa y la encuesta CEP trae más preguntas e incertidumbres que respuestas y certezas. ¿Quién se salva? A los 92 años fallece el biólogo y premio nacional de ciencias Humberto Maturana y a días de celebrar a nuestras madres, los malls no respetan los aforos y muchas y muchos se agarran la cabeza. ¿Qué nos pasa?

Fuera de nuestras fronteras, Castillo y Fujimori corren hacia la Casa de Pizarro, el senado brasileño abre una investigación contra el presidente Jair Bolsonaro por su manejo de la pandemia, Shakira -quien cuenta con casi 53 millones de seguidores en Twitter- revoluciona el ciberespacio al jugársela por los derechos humanos de los colombianos y en Ecuador el tenista nacional Nicolás Jarry cae en la final ante el local Emilio Gómez.

Más al norte, en Venezuela, el Presidente Nicolás Maduro recibe al actor estadounidense Steven Seagal -en su rol de representante especial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia- y se emociona con la espada samurái que esta legendaria estrella del cine y de las artes marciales le regaló. En Estados Unidos Joe Biden omite mencionar a América Latina en su discurso del 28 de abril, Melinda se divorcia de Bill Gates tras 27 años de matrimonio y Facebook mantiene suspendida la cuenta de Donald Trump.

Al otro lado del Atlántico, Alemania y la OMS anuncian la creación de un centro mundial de previsión y detección de epidemias en Berlín, Francia conmemora -pero no celebra- el bicentenario de la muerte de Napoleón, el Inter de Alexis Sánchez y Arturo Vidal vuelve a levantar una Copa en Italia tras una sequía de once años , el Reino Unido -post Brexit- celebra elecciones regionales y el Partido Socialista Español, Podemos y Pablo Iglesias se hunden en Madrid, la misma ciudad donde la raqueta de Cristián Garín avanza en el Masters 1000.

Cierro mis redes sociales y me preparo para conectarme, vía zoom, con Cecilia, una cliente que la semana pasada me contó que la pandemia, su gata, las deudas y la cesantía de su pareja le están pasando la cuenta.

Hola Sebastián. Después de hablar contigo la semana pasada me fui un poco pa’ dentro. Mario pensó que estaba enojada con él y se puso a psicopatearme contigo. ¿Qué te dijo ese coach? Era tanto lo que webeaba que en un arrebato le conté todo. Y lo único que le importó fue que haya hablado con el Cote, mi ex. De ahí me dejó de preguntar por el coaching y empezó el interrogatorio. Nunca lo había visto tan mal, tan inseguro y unas amigas me dijeron que probablemente andaba así porque está sin pega. Y claro, el weon en vez de pensar cómo chucha va a pagar sus deudas, prefiere obsesionarse con el Cote y desquitarse conmigo.

¿Y qué dice tu gata de todo esto?

¿Te acordai que la semana pasada te dije que al principio la Florencia desaparecía cuando estaba con Mario y que con la pandemia empezó a correr como ninja? Bueno, la cosa es que ahora cuando discutimos corre y bota cosas. Mario salta del susto y se enoja y yo le digo que la Flo percibe la mala onda. Y como está viejita, ya no calcula bien y no es tan precisa en sus saltos. Mario se sulfura, pero pondría las manos al fuego porque la Flo hace esto para que dejemos de pelear… por el Cote…

¿Por qué crees eso?

Te juro que no rallo la papa, pero cuando peleamos por las deudas de Mario la Flo no aparece. Ni cuando le digo que busque rápido una pega porque ya no lo aguanto. Pero cuando Mario me encara con el Cote, zas, ahí es cuando la Flo bota un marco de fotos del living, una taza de la cocina o el control remoto de la pieza. Mario se emputece, pues para el weon es más fácil enojarse que reconocer que tiene miedo.

¿Y qué pasa con el Cote?

Pasa todo y no pasa nada. Cuando estoy sola parezco pendeja; pienso todo el rato en él. No hemos vuelto a hacer ninguna videollamada, pero igual nos whatsapeamos. Y sí, siento maripositas cuando me pesca y me ponga ansiosa cuando no me responde. Y supongo que se me nota en la cara o que libero alguna hormona, pues al tiro aparece la Flo, me salta encima y me ronronea en el cuello. ¿Qué onda esta gata? Y ahí, mientras la acaricio, porque la weona cuando quiere atención no te deja hacer nada más, pienso en el Cote. Y la acaricio y la acaricio.

¿Qué piensas?

La verdad no pienso mucho, me da miedo, pero se me vienen muchos recuerdos. Recuerdos weones de pendeja romántica. Me acuerdo cuando lo conocí en una clínica deportiva. Me había cagado la rodilla de tanto correr. Con la Elisa, mi ex jefa, me metí a su grupo de running. Yo nunca había hecho deporte en mi vida, pero como soy competitiva, le agarré rápido el gustito a esto de sacarse la chucha entrenando. Me fascinó y empecé a correr maratón que podía. Y le di y le di por varios años sin parar. Calcula que en mis momentos estelares, fácil entrenaba entre 10 y 15 horas a la semana, y en Boston mi rodilla dijo basta. Puta, fue el medio drama, otro día te cuento con más detalle, pero así fue como llegué a esta clínica y caché al Cote. Era raro. Todo el mundo lo abrazaba y besaba y a mi no me daba ni la hora. Semanas después caché que los cariñositos eran futbolistas y que el Cote había jugado de pendejo en Europa, pero que una lesión le impidió ser profesional. Estaba haciendo su práctica de kine en esta clínica y como no me pescaba, me tuve que acercar al weon.

¿Y qué pasó?

Es heavy la webada, pero los futbolistas como que tienen un aura especial. Yo tenía mil prejuicios, pero quedé absolutamente desarmada apenas me pescó. Lo peor fue que el weon era tan profesional, que me ayudó con las máquinas y después se fue con sus amiguis a seguir trabajando. Y como caché que me iba a recuperar de la rodilla antes de que el bestia atinara, le pregunté en qué otro lugar podíamos encontrarnos y el muy barsa me dijo que también trabajaba en un gimnasio.

¿Y qué hiciste?

Ahí me fui a inscribir. Por suerte mi pega justo tenía un convenio con ese gimnasio, porque era más caro que la chucha. Y me obsesioné con el gimnasio y el Cote. Me recuperé de la rodilla, y mi vida se transformó en trabajar, correr e ir a las máquinas… para ver al Cote….

¿Qué te gustaba del Cote?

Aparte de tener la media cuerpada y sus buenos marfiles, era encantador. En este gym no habían futbolistas, así que no habían tantos abrazos ni besos que envidiar, pero las minas hacían cualquier webada para que el Cote las pescara. Y el cero. Y de a poco el cachó que yo corría, me empezó a hablar de dietas, de ciertos alimentos, ejercicios… y yo… embobada… y el weon… en la suya… y esto lo hacía aún más irresistible. Me lo trabajé por meses y con tirabuzón le saqué su drama del fútbol. No le gustaba hablar de eso y me reconoció que si bien se le había caído el mundo cuando quedó fuera de las canchas, se sentía muy afortunado y agradecido por todo lo que le había dado el deporte. Me hablaba de los países y las personas que conoció, lugares y figuras a los que un chico de donde él venía jamás habría llegado. Me hablaba de formación, de valores, de personas que lo marcaron. Era todo lo que no esperaba de un futbolista. Era sencillo, humilde y trabajaba en dos lugares para pagarse la carrera y ayudar a sus viejos. Seguía viviendo con ellos porque no le alcanzaba para tener su lugar propio y yo puro me lo quería adoptar y llevar a mi depa ¿Te estoy dando la lata?

Para nada

Bueno, la cosa es que después de largos meses de trabajo, el Cote vino a mi depa. Yo hasta me depilé esperando la gran noche y ahí llegó, duchadito, con jeans, zapatos negros y una camisa blanca. No te voy a contar todo lo que me pasó por dentro, pero ahí apareció la Flo y se empezó a frotar en sus piernas. El Cote se agachó y la agarró y la weona se dejó tomar en brazos. ¡Ni a mi me deja hacer esa webada! Y no se le despegó en toda la noche y el Cote como si nada. Le pregunté si tenía onda con los gatos, me dijo que nunca había tenido ni onda ni mala onda, pero que era más de perros. Y mientras me hablaba el Cote la acariciaba a ella y yo la quería matar. Literalmente se fue y me quedé con los crespos hechos. No me tocó ni la punta de los dedos y la Flo durmió a mis pies extasiada. Quedó tan fundida que no se movió en toda la noche. Y eso que siempre se levanta unas dos o tres veces a tomar agua. Y unas dos o tres veces más quien sabe para qué. ¿Seguro que no te estoy lateando con mi historia?

Seguro

Bueno, todo fue lento. Y de lento pasamos a la pasión. Y de la pasión a la ternura máxima. Este weon se quería casar conmigo, tener hijos y aunque nunca fui de esa onda, igual me parecía adorable. Tal vez demasiado y supongo que me cagué de miedo y le empecé a buscar el pero a todo y comencé a sospechar de este hombre tan bueno. Hasta que le encontré el defecto.

¿Cuál?

Era poco ambicioso. Y le empecé a dar como caja. Le preguntaba por qué no volvía al deporte profesional, porque no abría su propia clínica, porqué no estudiaba ingeniería comercial, porqué no quería vivir en el barrio alto, porqué no se compraba un auto, porqué no cambiaba el teléfono… lo atosigaba… ¡Y el weon me bancaba! Una roca. Hasta que en un evento del gimnasio, una mina se le lanzó al cuello, les tomaron una foto y le di su finiquito. Yo sabía que era injusto, pero supongo que necesitaba sacármelo de encima, por esta tontera mía de progresar, avanzar, de querer más… y supongo que mis prejuicios me cagaron.

¿Qué prejuicios?

Que plancha verbalizarlo, pero me daba monos salir con el kine de la clínica, con el personal trainer del gym. Más encima el Cote era cero aspiracional, cero pose. Era feliz viviendo donde sus papás y compartiendo con sus hermanos. De muy chico se fue a Europa y echaba de menos a su gente, ¡su barrio! Andaba en metro, micro y su sueño era ser entrenador de niños. No para hacerlos campeones, sino para formarlos, para darles lo que él recibió en Europa. Mira, era un amor, pero yo no quería un flan, sino un gerente power, un weon que se bajara de la media camioneta, que supiera de acciones, de fondos de inversiones, bienes raíces y leyes tributarias. Y ese weón era Mario.

Silencio…

Lamentablemente la Flo tenía razón. Era un chanta. Ahora está sin pega y no puede estar más odioso. Lo persiguen los bancos y se psicosea con la gata. Mal. Next. Y supongo que una de las weas buenas, o malas, de esta pandemia, es que una ve cosas que antes no veía. Y piensas. Y cagas. Puta que me equivoqué al patear al Cote. Lo pateé por mis propias inseguridades, por mis trancas. Hoy el weon es kine, mantiene sus dos pegas, pagó su crédito, tiene una linda familia y amigos que lo adoran, se está comprando un depa en Santiago centro y un grupo de ex futbolistas lo han invitado a armar una escuela de fútbol. ¡Es mino, trabajador y buena persona! Por supuesto, justo ahora se puso a pololear y yo puro quiero arrancarme de Mario. Te juro que ya maullamos con la Flo recordando tiempos pasados. ¿Tú crees que pueda recuperar al Cote?

Continuará…

Lee la primera parte de esta columna en este enlace.

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