Pandemia y democratización del acceso a la naturaleza


Sin duda la pandemia nos ha golpeado a todos. De alguna u otra forma, para bien o para mal. Entre sus efectos, sumado al encierro y la incapacidad de hacer una vida normal, es indudable que nos ha afectado sicológica y emocionalmente. Y con este largo proceso de desconexión con el mundo exterior, muchos se han dado cuenta la importancia que tiene poder experimentar la naturaleza como parte de nuestras vidas.

No se trata de una visión romántica de porqué necesitamos árboles o montañas, ver animales silvestres o la capacidad de ver tan allá como nos permita el horizonte, sino de la necesidad innata de los seres humanos de conectarse con la naturaleza. Puede que esto suene extraño a las personas que viven y aman la ciudad, lugar donde encuentran todo lo que necesitan; todo los que les hace felices. Pero la verdad es que el bienestar humano está fuertemente ligado a la conexión con la naturaleza. Nuestra salud física y mental depende de eso. Nos demos cuenta o no.

Quizás este concepto nos hace más sentido cuando salimos de vacaciones. Ir a un lugar nuevo, experimentar cosas distintas, ver otro paisaje. Eso nos hace sentir bien. Nos recupera, nos da energías. Bueno, ahí está la naturaleza ayudándonos a vivir. Y claro, uno podría pensar que es necesario ir lejos de casa o pagar mucho para poder acceder a este beneficio, pero la verdad es que la naturaleza está mucho más cerca de lo que pensamos y basta con darnos cuenta para poder aprovecharla.

Ciudades bien diseñadas incluyen parques, arbolados urbanos y acceso a espacios abiertos para todos sus habitantes. Y claramente en Chile tenemos una gran deuda en este respecto, especialmente en las grandes urbes, donde hay significativa disparidad en estas características. Pero aún así, la naturaleza trata de ayudarnos.

Tomemos el ejemplo de las aves. Las aves son muy atractivas para las personas, sea por sus colores, por sus cantos, por su comportamiento o simplemente por la capacidad que tienen de volar. Las aves silvestres tienden a ocupar la mayoría de los ambientes y, aunque puede que haya diferencias entre sectores de una ciudad, lo más probable es que haya cierta diversidad de aves cerca de donde uno vive. Y darse la oportunidad de conocerlas y admirarlas abre la puerta a un mundo completamente nuevo, un mundo de descubrimiento constante, de aprendizaje y de valoración del mundo natural, y, últimamente, un espacio de autocuidado y crecimiento personal.

No es necesario viajar lejos para observar aves, pero sí es necesario prestar atención y conocerlas para descubrirlas. Las aves pueden pasar muy desapercibidas si uno no les pone atención y requiere un pequeño esfuerzo para incorporarlas a nuestras vidas. ¿Cuántos de ustedes pasan la mayor parte de sus movimientos en la ciudad con audífonos? ¿Han escuchado la variedad de cantos que existen en sus vidas diarias?

Loica.

Cuando no conocía a las aves, todas me parecían iguales y la verdad no veía nada emocionante en ellas (salvo su capacidad de volar que envidio profundamente). Pero cuando empecé a aprender sobre ellas, a distinguirlas, a conocer sus hábitos y hábitats, sus movimientos migratorios y las interacciones entre ellas y nosotros, se me abrió un mundo nuevo. Es posible unirse a un creciente grupo de personas que admira, observa y ama a las aves en sus vidas diarias. Y, en su nivel más básico, lo único necesario para acceder a este mundo es curiosidad y atención. ¿Qué más democrático que eso?

Entonces, la invitación es a encontrarse con la naturaleza en las cosas simples de la vida y darnos cuenta cómo nos puede ayudar. Aprendamos a conocerla, a cuidarla y ayudar a recuperarla, porque la necesitamos más de lo que queremos aceptar.

* Ornitólogo, doctorado en Ciencias de Vida Silvestre y Coordinador científico del Centro de Humedales Río Cruces de la U. Austral de Chile

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