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De Patricio Guzmán a Sebastián Lelio: los directores chilenos toman la palabra

Titulado Escrito por Cineastas, el libro reúne a 30 directores nacionales que indagan en el quehacer cinematográfico, en sus inspiraciones y en sus éxitos y fracasos. Una publicación que también puede funcionar como un zoom al presente, admite Marcelo Ferrari, coeditor del proyecto. “Puede ser una muy buena radiografía del cine chileno en 2023, en cuanto a que en la producción cinematográfica conviven distintas generaciones”, apunta.

Sebastián Lelio, Marcela Said, Patricio Guzmán, Elisa Eliash y Marcelo Ferrari.

Hay una dimensión del título de Una mujer fantástica (2017) que nunca se entendió. Al menos así lo piensa Sebastián Lelio, el director y coguionista de la película centrada en Marina (Daniela Vega), la joven trans que es blanco de fuerte escrutinio tras la muerte de su amante (Francisco Reyes).

El realizador de La sagrada familia (2005) piensa que la palabra ‘fantástica’ puede significar dos cosas. “‘Fantástica’ en el sentido de poseer cualidades extraordinarias, o también es en el sentido que puede ser producto de la fantasía. Yo quería que el espectador tuviera espacio para decidir en qué sentido ella era fantástica”, escribe en La mirada es la que crea, texto que elaboró para Escrito por cineastas, libro editado por La Pollera que acaba de llegar a librerías del país.

Al escribir Una mujer fantástica imaginaba a un espectador transfóbico que observaba el juego entre los distintos puntos de vista que la película ofrece”, expresa. En otro pasaje, señala: “No deja de ser paradójico cuando se piensa que Una mujer fantástica es una película dirigida por un hombre blanco, heterosexual y privilegiado”.

Son ideas que el director quizás ya ha esbozado en torno a la cinta ganadora del Oscar a Mejor película de habla no inglesa, pero que, ordenadas en un texto sobre la presencia de un otro en el cine y tres de sus largometrajes (Gloria, Una mujer fantástica, Gloria Bell), adquieren nuevo espesor.

El cineasta Marcelo Ferrari y la académica Carolina Urrutia Neno, en su rol de coeditores, lo invitaron a participar en un libro pensado como una colección de voces de la escena nacional que reflexionan en torno al quehacer cinematográfico, sus inspiraciones e incluso sus éxitos y fracasos.

“Una especie de bitácora íntima de las y los cineastas del Chile de hoy, un retrato en palabras de las ideas que impulsan las imágenes visuales y sonoras de este pedazo de historia del cine nacional”, consigna Ferrari en el prólogo, donde también identifica que “directoras y directores parecieran (pareciéramos) no solo preferir la expresión fílmica, sino rehuir expresamente el valioso desafío de aportar al diálogo teórico sobre el cine”.

El realizador de Sub Terra (2003) inició el proyecto motivado por la idea de que este tipo de publicaciones escasean no sólo en Chile, sino que en general en el mundo. Las excepciones corresponden a períodos puntuales y altamente creativos, como la Nouvelle Vague y la época de los Nuevos Cines en Latinoamérica, y a nombres que van desde Jean-Luc Godard a Raúl Ruiz.

“Descubrí que muy pocas veces los cineastas dejan la cámara al lado y se ponen a escribir”, indica Ferrari a Culto. “Entonces dije: ¿por qué no convenzo a un grupo de amigos y compañeros cineastas a que dejemos la cámara a un lado y nos pongamos a teorizar? Realizamos una invitación abierta a que tomaran una pluma y papel o un computador, e hicieran una reflexión sobre lo cinematográfico, sobre el fenómeno de cinematografiar”.

En las 351 páginas se congregan diversas personalidades del panorama local, representando la ficción, el documental, la animación y la frontera entre la ficción y la no ficción. Su lanzamiento se produjo en la 30° edición de FICValdivia, una de las mayores vitrinas para la producción del país.

En el libro se juntan autores con varias décadas de trayectoria, como Ignacio Agüero, Patricio Guzmán, Silvio Caiozzi, Tatiana Gaviola, Pablo Perelman, Carlos Flores, Vivienne Barry y Cristián Sánchez. También están diez de los 21 directores agrupados en El novísimo cine chileno (2011, Uqbar): Sebastián Lelio, Matías Bize, Alicia Scherson, Cristián Jiménez, Elisa Eliash, Fernando Lavanderos, Niles Atallah, Che Sandoval, Nayra Ilic y Christopher Murray.

Foto: Jorge Fuica/AgenciaUno Jorge Fuica

Además, aparecen voces que estrenaron sus primeros largometrajes en los años posteriores, como Camila José Donoso, Fernando Guzzoni, Robert Doveris, Aníbal Jofré, María Paz González y la tríada compuesta por los directores Cristóbal León y Joaquín Cociña y la guionista Alejandra Moffat

Ferarri dice que para “permitir que los entusiasmos surgieran de distintos modos”, los ejes temáticos fueron definidos por los propios invitados. El resultado es una serie de reflexiones que indagan en diferentes zonas del mundo audiovisual. Patricio Guzmán es autor de un breve texto sobre las exigencias de la televisión al género del documental; Marcela Said escribe sobre las implicancias de “filmar al enemigo” en títulos como I love Pinochet (2001) y Opus Dei, una cruzada silenciosa (2006); Andrés Waissbluth elabora ideas a partir de su posición de director y docente de nuevas generaciones, y Alejandra Carmona reflexiona sobre sus primeros ejercicios cinematográficos durante el exilio en Alemania, donde se formó con Béla Tarr y Helmut Weiss como profesores.

Otros respondieron al llamaron optando por escribir sobre filmes ajenos. Carlos Flores desarrolla ideas en torno al cine de Raúl Ruiz; Cristián Jiménez se centra en dos cintas de Valeria Sarmiento, El hombre cuando es hombre (1982) y Mi boda contigo (1984), y Nayra Ilic crea un ensayo sobre el documental Las cruces (2018), de Carlos Vásquez y Teresa Arredondo.

En palabras del también profesor titular de la Escuela de Creación Audiovisual de la Universidad Austral de Chile, “cada texto es una pequeña obra en sí misma. Habla un poco de la personalidad de cada autora y autor. Uno puede navegar por sus mentes creativas y aprender de cómo la creación cinematográfica y artística es un crisol de distintas maneras de hacer”.

En ese escenario, Ferrari también aporta con un texto: Telenálisis: cine, arte y lucha política, en el que recuerdas los dilemas que enfrentaron los profesionales que integraban el noticiario clandestino durante la dictadura militar, particularmente la “lucha entre la estética como arma política y el periodismo duro y puro”, sintetiza.

¿Qué es el cine chileno?

Estrenado a inicios de año en el Festival de Sundance, Brujería es el segundo largometraje que Christopher Murray dirige en solitario. La preparación del filme –enfocado en la historia de una joven mapuche que a fines del siglo XIX se relaciona con los brujos de La Recta Provincia– implicó que el cineasta emprendiera un viaje a Chiloé.

Esa experiencia, donde se conjugan sus dimensiones como realizador y estudiante de Antropología, la relata en Brujería cinematográfica en una isla de incertidumbre, el texto que aporta para Escrito por cineastas. “¿Cómo podría mi película imitar la rica y compleja ambigüedad de la isla?”, se pregunta en las páginas del libro.

Es una interrogante propia de un intenso proceso creativo que termina en imágenes proyectadas en una pantalla. En aquello también estaban inmersos Joaquín Cociña y Cristóbal León junto a Alejandra Moffat en Los hiperbóreos, una película que filmaron a inicios de este año con la actriz Antonia Giesen y aún no se estrena.

Los realizadores explican cómo decidieron que después de La casa lobo (2018) no harían inmediatamente un nuevo largometraje de animación y por qué descartaron sus intentos por hacer una versión cinematográfica de Estrella distante (1996), de Roberto Bolaño.

Los hiperbóreos es la versión ficticia de los cineastas de cómo habría sido una historia de aventuras creada por Miguel Serano, promotor del nacionalsocialismo en el país. “Cuando nuestros procesos de creación nos llevan a lugares lejanos a la idea original, pero aun así nos parecen bellos e interesantes, solemos abandonar la idea original sin mucho dolor”, definen.

Los últimos trabajos de Murray y de Cociña, León y Moffat son parte de la cosecha más reciente del país, un panorama variado que Escrito por cineastas también se ocupa de analizar tangencialmente.

Es claro que el cine chileno no cuenta con el amor de las mayorías. Algo en su imagen pública lo asocia al poder político, o al poder cultural, o al poder de clase en el país. Y muy poco a la satisfacción (aunque sea fantasiosa) de los deseos”, escribe Pablo Perelman, una de las pocas plumas que se anima a conversar sobre la relación entre las películas y el público nacional, habitualmente más distante que calurosa.

“Es una pregunta difícil de abordar”, reconoce Ferrari. “No la veo tanto en lo que escriben mis compañeras y compañeros. Sin embargo, me parece que es muy interesante ver cómo hoy en día la creación cinematográfica es muy valorada a nivel internacional y va desde el documental hasta la ficción y la animación. El abanico de formas de expresión cinematográfica es enorme. Eso es, en parte, porque hemos creado buenas escuelas de cine”.

Foto: ©Sebastián Utreras Sebastián Utreras

Ferrari cuenta que, a medida que el proyecto del libro fue avanzando, advirtió que la publicación podía tener ese matiz. “Me empecé a dar cuenta que también lo que estábamos haciendo era una obra escrita que colabora con ir entendiendo cuál es el espíritu, el sello o la característica que define al cine chileno, que va a ser una pregunta eterna y permanente”.

“En 50 años más, si la civilización humana todavía existe, se podrá ver en qué estaban los cineastas chilenos en el año 2023 y cuál era su vida orgánica. Esta puede ser una muy buena radiografía del cine chileno en el 2023, en cuanto a que en la producción cinematográfica conviven distintas generaciones. Es un ser en movimiento, con muchas energías y maneras, antiguas y jóvenes, más experimentales y menos experimentales. Toda esa vibración está aquí”, cierra.

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