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El bandido Neira: la historia del olvidado héroe de la Independencia de Chile

Durante el período de la Reconquista, José Miguel Neira, un salteador de caminos, fue contactado por Manuel Rodríguez para que lo ayudara en la guerra de "zapa" contra los realistas. El bandolero aceptó y cumplió su labor de tal forma que el gobernador Marcó del Pont le puso precio a su cabeza. Sin embargo, tras la batalla de Chacabuco, Neira volvió a sus andanzas y eso le valió la muerte.

El bandido Neira: la historia del olvidado héroe de la Independencia de Chile

Hasta 1814, la guerra de la independencia no era una causa popular entre los estratos más bajos de la sociedad chilena, que no entendía muy bien por qué se estaba peleando. “El análisis de la guerra que se desenvolvió entre la invasión realista de 1813 y la derrota patriota de octubre de 1814, con la que concluyó este primer intento independentista en Chile, revela que la plebe urbana y rural no se plegó con demasiado entusiasmo a la causa”, dice el historiador Julio Pinto en su artículo El rostro plebeyo de la Independencia chilena 1810-1830.

Y agrega un dato paradojal: “Peor aun: las pocas instancias de acción militar autónoma surgidas desde ese sector social, como las montoneras dirigidas por ‘un atrevido campesino nombrado Chávez’ o por ‘dos campesinos chilenos apellidados Espinosa’, tendieron a favorecer al bando realista, al que además le costó bastante poco reclutar soldados entre las filas populares”.

Pero la tendencia tuvo un giro tras el desastre de Rancagua, con la derrota de las fuerzas patriotas y el proceso de reconquista española cuando los sucesivos gobernadores Mariano Osorio y, sobre todo, Casimiro Marcó del Pont, se preocuparon de apretar con fuerza el yugo sobre las clases populares por miedo a un levantamiento contra el rey.

“Las autoridades realistas se condujeron en esta etapa con un despliegue militar y represivo inusual en el Chile anterior a 1810, despertando antipatías que durante la ‘Patria Vieja’ se habían mantenido sólo latentes. Dicha acción se focalizó preferentemente en el liderazgo criollo, que debió sufrir reclusiones, confiscaciones y relegaciones a las islas de Juan Fernández, pero también afectó aspectos de la cotidianeidad popular que no dejaron indiferente a un actor poco aficionado a ver sus espacios invadidos por la vigilancia oficial”, agrega Pinto.

Mariano Osorio.

Fue en ese contexto, en el que emergió la figura de José Miguel Neira. Se trataba de un salteador de caminos que fue contactado por Manuel Rodríguez. El guerrillero había recibido el encargo del general José de San Martín de desplegar una guerra de “zapa” sobre los realistas con el fin de dispersarlos y desorientarlos, para que el Ejército de los Andes pudiese caer sobre ellos sin que se concentraran. Por ello, Rodríguez necesitaba una fuerza que tuviese la capacidad de caer de sorpresa sobre los realistas y retirarse rápido. Entonces, pensó en el bandolero.

“Neira fue efectivamente el primer (y hasta podría decirse el único) caudillo de extracción plebeya que se plegó a la causa insurgente, colaborando activamente en las principales acciones militares encabezadas por Rodríguez -señala Pinto-. Resulta indudable que las acciones de Neira y sus hombres, indistintamente de su calificación como patriotas o bandidos, eran sumamente funcionales a los propósitos que desde el otro lado de los Andes impulsaba San Martín, por lo que no extraña que el prócer en persona lo identificara como ‘comandante de partida patriota’, y como su ‘paisano y amigo’”.

De hecho, fue tal el reconocimiento que le hizo San Martín a Neira que -a través de Rodríguez- le hizo llegar un nombramiento como coronel de milicias, que incluía un uniforme militar. Quizás por primera vez en su vida sentía algo de consideración por parte de quienes alguna vez lo habían perseguido por sus andanzas como bandolero. Rodríguez lo convenció de que con sus hombres cayeran sobre posiciones realistas, y Neira cumplió su parte. Arriba en la Cordillera, cambió los asaltos y el abigeato por los ataques a las fuerzas del rey.

Así lo demuestran documentos citados por el historiador Leonardo León en su trabajo Ni patriotas ni realistas. El bajo pueblo durante la Independencia de Chile 1810-1822 (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, 2011). Por ejemplo, en la gaceta Viva el rey, del 10 de diciembre de 1816, se narra un enfrentamiento que Neira tuvo con los Carabineros de Abascal, una fuerza militar española. “De acuerdo con el reporte -indica León-, el enfrentamiento tuvo lugar en las cercanías de Cumpeo, cuando dieciséis carabineros y dos oficiales sorprendieron en la madrugada al afamado bandido popular”.

Neira, viéndose sorprendido, tuvo que arrancar. “Habiéndolos sentido, fugó en camisa y descalzo por lo espeso del monte y pantanoso de su tránsito, circunstancias que no permitieron su aprehensión...Lograron su escape –señaló el reporte, describiendo la gavilla de 20 hombres montados que huyeron con José M. Neira– dejando en poder de la tropa, 10 caballos ensillados, inclusos los de Neira y de sus dos compañeros, una tercerola, un trabuco, dos pistolas, 6 espadas". Además, dejó olvidado algo que al bandolero le dolió perder: su uniforme de coronel.

General José de San Martín

Pero bandido que arranca, sirve para otra batalla. Neira continuó sus correrías e irritaba cada vez más al gobernador Marcó del Pont. Como no podían darle caza, el hispano recurrió a un bando en que ofrecía una recompensa a quienes le dieran información que permitiera su captura, y las penas del infierno a quienes lo apoyaran.

“Todos aquellos que sabiendo el paradero de los expresados José Miguel Neira, D. José Manuel Rodríguez [sic] y demás de su comitiva no dieren pronto aviso a las justicias más inmediatas, sufrirán también la pena de muerte justificada su omisión, incurriendo en la misma los jueces que avisados de su paradero no hagan todas las diligencias que estén a su alcance para lograr su aprehensión".

Por el contrario, los que sabiendo existen los expresados Neira y Rodríguez los entreguen vivos o muertos, después de ser indultados de cualquier delito que hayan cometido aunque sean los más atroces, y en compañía de los mismos facinerosos se les gratificará además con mil pesos que se les darán en el momento de entregar cualesquiera de las personas dichas en los términos insinuados bajo la inteligencia de que este Superior gobierno será tan religioso en cumplir sus promesas, como ejecutivo en la aplicación de las penas que van designadas“.

Una de las acciones que realizaron en conjunto Manuel Rodríguez y José Miguel Neira fue el asalto sobre Melipilla, el 4 de enero de 1817. Entre medio de los gritos y alaridos de los huasos algo sonó fuerte, era más que un chillido. Una declaración. “¡Viva la Patria, abajo los godos!”, al menos así lo registra Ricardo Latcham en su biografía Vida de Manuel Rodríguez (Nascimento).

Y ese asalto sobre Melipilla tenía un objetivo. Así lo comenta a Culto Javier Campos Santander, quien investigó al patriota para su libro Tras la huella de Manuel Rodríguez (2021). “Su objetivo, como el de la mayoría de las acciones insurgentes de la reconquista, era provocar la dispersión y agotamiento del ejército realista. En enero de 1817, particularmente, estos asaltos se intensificaron debido a la proximidad del Cruce de los Andes”.

El asalto a Melipilla hizo reaccionar con fuerza a Marcó del Pont. “Puso en alerta a las autoridades -señala León-. Para nadie pasaba por alto que un ataque contra una localidad tan cercana a la capital había sido llevado a cabo por hombres temerarios que, quizá, contaban con más respaldo militar del paisanaje de lo que suponían las autoridades".

Batalla de Chacabuco

Pero a los realistas el tiempo les corría el reversa. El triunfo del Ejército de los Andes en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, hizo que Marcó del Pont arrancara, los patriotas entraran en Santiago y Bernardo O’Higgins asumiera como Director Supremo. Parecía que la felicidad había llegado al país.

Sin embargo, Neira no sintió lo mismo. Poco había cambiado para él con el nuevo gobierno. “Tras la victoria del Ejército de los Andes en Chacabuco, la resistencia de Neira y los suyos a abandonar sus antiguos hábitos volvió a hacer de ellos simples delincuentes o bandidos, ahora claramente disfuncionales a la causa independentista”, indica Julio Pinto.

“Así, el general chileno Luis de la Cruz se lamentaba ante sus superiores que “desde la gavilla de salteadores que se formó en este partido (Talca) por el famoso Neira, protegida por el vecindario adicto a nuestro sistema liberal, se ha hecho tan común saltear, robar y asesinar que no bastan ni persecuciones, ni ejemplares castigos para contener a estos malvados”, agrega el historiador.

De este modo, Neira volvió a sus antiguas andanzas y ya no hizo distingo de sus víctimas, fueran patriotas o realistas. El general Ramón Freire -uno de los hombres de O’Higgins- ordenó apresarle, y tras un juicio, se le fusiló en la plaza de Talca, en 1817. De nada le sirvieron sus esfuerzos pasados. Un guerrillero había caído con su pena de hombre pobre y unas balas en el pecho.

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