Bolivia y su laberinto ante la crisis que asfixia al país
El domingo se llevará a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Las encuestas dan como favorito a Tuto Quiroga, pero la prensa local sostiene que Rodrigo Paz va al alza. La mayoría en La Paz y El Alto estima que la crisis económica ha llegado para quedarse a mediano plazo. También apuntan a que Evo Morales jugará un rol clave en lo que viene.
El Alto es al mediodía un hervidero de personas llegadas de todo el altiplano boliviano para hacer sus compras. Las calles de lo que hoy es ya la tercera mayor ciudad del país, anexa a La Paz, funcionan como una suerte de masivo mercado de abastos. Sacos de papas, montañas de frutas y tiendas con todo tipo de repuestos se abren al público a más de 4.100 metros de altitud.
La actividad económica no se detiene, pero hoy en El Alto muchos cuentan cada moneda. Bolivia atraviesa una grave crisis económica, la peor en las últimas tres décadas, con decisivas consecuencias políticas aparejadas: ha acabado con 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), fundado por el expresidente Evo Morales (2006-2019), hasta el punto de que la izquierda apenas tendrá participación parlamentaria en unos meses. Es, sin duda, un cambio abrupto de paradigma.
El desencanto con la izquierda es palpable en las calles de El Alto, otrora bastión de Morales. “El MAS nos ha dejado hundidos, gracias a ellos estamos como estamos”, señala Zulema Ríos mientras recorre el mercado junto a su marido, Alberto Molina, buscando los mejores precios. Hoy no ha habido mucha suerte, porque no llevan muchas compras en sus bolsas.
Ambos tenían una microempresa de confección de ropa. Han tenido que cerrarla, porque no pueden permitirse pagar los insumos.
Bolivia registró una inflación interanual del 23,3% en septiembre, cuando hasta hace poco el país se jactaba de tener los precios más estables de América Latina. Todavía hay un cartel en el aeropuerto de El Alto que lo recuerda. La fuerte devaluación de la divisa local, el boliviano, ha hecho el resto, y la pérdida de poder adquisitivo ha superado el 50% en los últimos 12 meses.
“Lo único que podemos hacer es sobrevivir”, asegura Zulema, que ahora se dedica a la compraventa de cualquier cosa que llegue a sus manos. “Comer carne es un lujo”, destaca, asegurando que ha cambiado sus hábitos alimenticios.
No cree, eso sí, que el próximo gobierno vaya a cambiar la situación de un plumazo y, aunque deseaba la salida del MAS del poder, no espera una catarsis ni siquiera a mediano plazo.
Segunda vuelta
En las urnas se enfrentan este domingo el senador centrista Rodrigo Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), y el expresidente conservador Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002). Paz ganó la primera vuelta con ocho puntos de diferencia (32%), pero Quiroga lidera las encuestas más recientes. La gran preponderancia del voto oculto hace difícil pronosticar un resultado entre dos candidatos que prometen la liberalización de la economía del país.
“Nosotros siempre hemos vivido con promesas de los políticos. Ojalá cambien las cosas, pero no creo, porque todo eso tarda”, considera Alberto, el marido de Zulema.
Ambos candidatos han dedicado parte de su campaña a tratar de identificar al rival, de una u otra forma, con Morales, una figura que es todavía clave en política. La Corte Constitucional inhabilitó su candidatura fallando que ninguna persona puede ser Presidente durante más de dos mandatos. El líder indígena respondió con huelgas y llamó al voto nulo. Esa opción logró un 19% de los sufragios en la primera vuelta de agosto, una cifra que Evo considera una victoria.
Morales es clave en Bolivia, pero a la vez es rechazado por amplios sectores ciudadanos. “Hemos estado estables por muchos años para al final llegar a vivir esto. Entonces, al final, ¿qué hemos ganado? No hemos ganado nada. Estamos peor que hace 15 años”, dice Isela Rosales, una profesora que escudriña el mercado de puesto en puesto para ahorrar, porque no le alcanza el sueldo.
Tiene claro, como la mayoría, que la crisis ha llegado para quedarse a medio plazo. “Estamos pensando en quizás abrir una tienda para vender, porque siendo comerciante subes precios y sorteas algo más el temporal, porque los sueldos no suben”, dice.
Uno de los efectos más palpables de la crisis son las kilométricas filas de vehículos que se acumulan en cada bencinera. Son decenas y decenas de camiones, furgonetas, combis, taxis, autos y motos particulares, porque la escasez de dólares ha provocado un tremendo desabastecimiento de combustible.
“Estamos totalmente fregados”, asegura Gregorio Quispe, un taxista que lleva 10 horas de fila en una estación de servicio cercana a las vías de tren en El Alto. “Uno tira al agua media jornada de trabajo y tiene que echar 18 horas para llevar comida a la cocina. Y por si fuera poco los repuestos están también por las nubes”, apunta.
No cree que nada vaya a mejorar con el cambio de gobierno tras dos décadas. “Tuto ya tuvo una oportunidad como presidente y no hizo nada”, comenta, y expresa sus dudas también sobre Paz.
El rol de Evo
Él, eso sí, no le echa la culpa a Evo Morales. Cree que el país era estable con el líder indígena y el objetivo de sus críticas es el actual Presidente, Luis Arce, aliado de Morales y cuya candidatura propuso el mismo exmandatario. Ambos se enemistaron a partir de 2021 y esas disputas han marcado los últimos años de la política.
“Todo estaba bien con Evo, no había estas filas por el diésel, pero Arce se lo cargó”, expone el taxista Quispe, recordando que más de dos millones de personas salieron de la pobreza durante el gobierno del líder indígena durante años de altos precios de las materias primas, cuando se dio un alto crecimiento económico sostenido por más de una década, que muchos en Bolivia recuerdan con cariño y defienden con ahínco.
Esa discusión existe también en el seno de la izquierda. Morales acusa a Arce de malos manejos económicos y Arce acusa a Morales de no haber invertido en el sector gasífero que copaba las exportaciones bolivianas.
Las cifras son crudas. Bolivia ingresaba 5.500 millones de dólares anuales por hidrocarburos hace una década y ahora esa cifra se ha reducido a 1.600 millones de dólares, afectando frontalmente a unas reservas internacionales que en 2014 eran de 15.000 millones de dólares y ahora de 3.275 millones de dólares. El 95% de ese registro, además, es oro, según Fitch, y Bolivia podría estar muy cerca de la quiebra total.
Para combustible, obviamente, hay muy poco dinero y eso genera las ingentes filas. “Estamos a pura coca, mascando, porque ni para comida nos da. Ya no podemos ni pagar, estamos fregados hasta con las deudas del banco”, detalla Edgar Santana, un camionero que lleva tres días esperando diésel en la gasolinera de El Alto, durmiendo en la cabina.
Él cree, como buena parte de los transportistas, que una de las soluciones inmediatas es acabar con el subsidio a los combustibles, que le cuesta al país unos 3.000 millones de dólares al año.
“Me da igual que sea más caro, subirán las cosas, sí, pero lo importante es que haya. Yo trabajo por mi cuenta, transportando papas y tomates de las comunidades, y allí la gente sufre, porque no tiene ni como sacar la carga, no hay combustible y allí se queda la mercadería”, asegura Edgar.
No es mejor para los comerciantes. Algunos los miran con recelo, porque ellos pueden modificar los precios y sobrellevar algo la crisis, pero en los puestos de El Alto refutan esa visión.
“A mí me afecta mucho. No hay venta”, lamenta Apasa Quispe, una vendedora de jugo de naranja. “Yo mi producto lo tengo que vender más caro y la gente no lo quiere comprar, aunque yo incluso hago descuento. La naranja está cara, porque mucha viene del trópico y no puedo vender más barato”, asegura.
Culpa también al gobierno izquierdista. “Ellos tenían que haber solucionado, pero no hacen nada. Tiene que entrar el nuevo gobierno ya, porque no aguantamos y está muy caro todo”, asegura, recordando que ella también es consumidora.
“Yo creo que si realmente hay un cambio, el efecto en la economía se va a ver en dos años. Directamente ahora no va a pasar”, asegura otro comerciante, Christian Flores, dueño de una tienda de especias que ha tenido que subir precios, porque el importador ya se lo vende más caro, resultando en una caída de su rendimiento del 20%.
“Eso ha afectado en la vida de mi familia, porque hemos reducido y empobrecido bastante nuestra alimentación. Si antes comprabas un kilo de carne, ahora compras medio kilo”, dice.
Hace planes de contingencia a futuro, algo que no había hecho anteriormente. “Estamos acopiando productos. Es mejor comprar ahora, porque en dos meses todo estará más caro”, asegura.
Pocos confían en El Alto en las promesas de los dos candidatos en liza, a pesar de rechazar, en su mayoría, al gobierno saliente. En las calles hay murales de la candidatura de Quiroga prometiendo directamente dólares, pero pocos creen que sea posible una recuperación fugaz.
Si la crisis se extiende -la previsión del Banco Mundial es que Bolivia estará en recesión hasta 2027-, muchos piensan que habrá conflictividad social y ahí la figura de Evo Morales y sus bases, con una gran capacidad de movilización, pueden volver a ser protagonistas a medio plazo. “Morales nunca va a dejar trabajar a otro gobierno que no sea él. Esto va a ser peor”, dice Alberto Molina, mientras se pierde junto a su esposa Zulema entre los puestos del mercado de El Alto
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