Llegaron, embozados y sigilosos, pasada la medianoche, a cometer sus tropelías con maestría de profesionales. Hasta ahora, nadie sabe quiénes eran ni dónde están, pero se teme que regresen en cualquier momento. La madrugada del miércoles el guardia de las caballerizas del Cerro San Cristóbal, amenazado con una escopeta, tuvo que ver impotente cómo los malhechores secuestraban a los ocho animales de mejor estampa. Aún hoy relata incrédulo -casi con un dejo admirativo- cómo los bandidos ensillaron expertamente a los caballos y supieron escoger las mejores monturas para sumarlas a su botín.

¡Cuatreros! Como si la gente no tuviera ya suficientes preocupaciones, ahora debe temer que sus cabalgaduras sean sustraídas al amparo de la noche. Si las autoridades no reaccionan con firmeza, pronto habrá que contratar protección para los establos de las principales ciudades, pues una ola de robos de equinos bien puede ser la gota que rebalse el vaso en estos tiempos de crisis.

En el caso del San Cristóbal, los animales fueron recuperados horas después, abandonados por los ladrones en otro sector del cerro. Se especula que el móvil fue el precio que podrían alcanzar caballos y monturas en el mercado, aunque otra tesis sugiere que su destino final era más macabro: la industria del charqui.

Como sea, hay que impedir que la banda ataque de nuevo y el comisario ya está reuniendo hombres para ir a buscarlos. Inscripciones abiertas en www.noaloscuatreros.cl. (MOJ)