Pedro Heller: "Que me digan hijo de papá es una de las cosas que más me duele"
El hijo de Carlos Heller cuenta cómo ha sido enfrentar los prejuicios y explica cómo el rally lo desligó de eso. Como todo hincha de la U, sueña con el estadio propio y afirma que su padre cumplirá la promesa de construirlo.
Hace dos años el ingeniero agrónomo Pedro Heller (28) pasaba la mayor parte del tiempo en el campo, a cargo de Ancali, el brazo agrícola del grupo económico que encabeza su padre, el empresario Carlos Heller, con quien comparte en el directorio de Azul Azul. Sin embargo, de un momento a otro, todo cambió gracias a una idea de su hermano, Alberto. "Me dijo '¿por qué no exploramos y nos metemos a correr en el rally'", cuenta antes de regresar a Los Ángeles, un día después de ser premiado como uno de los 50 Héroes del Deporte.
¿Cómo ha sido esta experiencia?
En diciembre de 2014, decidimos entrar a correr con cero experiencia. Nunca nos habíamos subido a un auto de carrera, ni siquiera como copiloto. La familia nos dio el apoyo, nos dijo "OK, no vamos a apoyarlos en nada más que como una buena mamá, un buen papá, un buen tío, una buena tía... Ustedes tienen que buscárselas solos con los sponsors y con su estructura; armar un equipo y correr". Le pusimos harto empeño y el proyecto salió bien. Encargamos tres autos: uno para mí, otro para mi hermano y otro para mi primo. La primera vez que probamos un auto fue en Córdoba, donde hicimos una primera capacitación con Jorge Martínez, que hoy es el cuarto piloto de nuestro equipo. Él y su navegante entraron como profesores. Así formamos el Team Joker.
¿Cómo fue esa primera temporada en el rally?
El 7 de enero de 2015 fue la primera prueba que hicimos y el debut fue en abril. Tuve una sensación muy buena en el auto, todo salía muy natural. Yo me tenía fe, pero nunca tan rápido. Es difícil creer que un debutante en los 16 años de la historia del rally haya ganado el campeonato de manera indiscutida, quedándose con seis de las ocho fechas. Fue un golpe muy fuerte; de pasar de mi vida normal trabajando todo el día en el campo, a ganar un título. Fue algo demasiado explosivo. Me di cuenta de que había un talento oculto y también una pasión mayor a la que creía.
¿Y cómo fue este año?
Salté de la categoría R2 a la categoría elite, que es la R3. Soy súper autoexigente y dije "yo tengo que ir a pelearles a los mejores pilotos, porque independientemente de que les gane o no, creo que voy a aprender mucho más rápido y ganar experiencia compitiendo contra ellos". Yo ocupo una frase que no la inventé, pero la repito mucho, porque me queda muy bien: "O aprendo o gano, pero nunca pierdo". Entonces, este año he aprendido mucho. No fue tan mala mi competencia, fui cuarto.
¿Cómo ha sido su relación con el fútbol, su otra pasión?
Jugaba de volante izquierdo. Soy zurdito, la derecha es de palo. Mis tres grandes pasiones son el campo, el fútbol y el automovilismo.
¿Y cómo nace su amor por la U?
Como dice una gran canción de la hinchada, que me la debe haber cantado mi viejo cuando estaba en la guata de mi vieja, antes de abrir los ojos ya era azul. Nací en una cuna azul. La pasión azul viene de mi abuelo, el padre de mi papá, que fue dirigente en la época del Ballet. Siempre estuve ligado al fútbol desde chico. Fui cadete en la U, en una filial en Los Ángeles. Jugué, pero no daba para futbolista.
¿Cómo toma las críticas a la gestión de su padre en Azul Azul?
Es duro, porque a nadie le gusta que le toquen al viejo, ni a la vieja o al hermano. O sea, uno defiende a su familia, defiendes a los tuyos. Entonces, es difícil cuando te la tocan y te la hacen mierda. Hoy día, por ejemplo, en las redes la gente es bastante dura. Y yo creo que está bien; uno si está en un asunto que es público y de masas, está expuesto a las críticas. De repente, lo que es difícil leer es cuando son demasiado duras; cuando hay descalificaciones que son mayores a las que uno comprende.
¿El período de Beccacece fue el más duro que ha vivido como director de Azul Azul?
Para mí fue el periodo más duro. Comenzó muy bien la presidencia de mi padre -en este caso, el presidente, porque separo bien los roles-. Se logró un campeonato con Lasarte, que fue comenzando un ciclo alto que pensamos que iba a mantenerse, pero las cosas empezaron a darse de una manera no esperada. Bajamos el nivel, Lasarte se lesionó y no estuvo. Nos metimos en un periodo de muy malas rachas. Dentro de ello, también llegó Sebastián (Beccacece) y no se logró nada. Se lograron puros fracasos, para ser sincero. Vivir ese período fue muy duro. Y todavía se sigue viviendo. Porque cuando ganas, está todo bien y cuando pierdes, está todo mal. Y estamos en el momento en que está todo mal. Lo único que queda por hacer para estar bien es trabajo más trabajo más trabajo más trabajo...
El estadio es otra de las grandes deudas. ¿Qué piensa al respecto?
Mi padre tiene una particularidad: es muy pasional. Todos los compromisos que dice los hace. Si se comprometió con el estadio, él lo va a hacer. Sé que lo va a hacer. Hoy el tema de hacer o no el estadio no pasa por un querer o no querer ni tampoco pasa por un tema netamente económico. El problema es dónde y que te den los permisos. Nosotros hemos invertido una suma importante en estudios, pero llegan hasta cierto punto y se estancan. Tú cumples la normativa, pero llega una autoridad y dice "no quiero tener el estadio acá".
Justamente se habló mucho del aspecto económico del estadio.
Es inviable. Totalmente inviable. No hay ninguna racionalidad en el proyecto, pero tiene una misión más social, que es una cosa que se persigue en la historia. Es una gran deuda histórica que tiene la U. Además, es una institución que no puede no tener estadio.
Cuénteme sobre su vida empresarial. ¿Cómo comenzó?
Comencé en 2011 como analista y coordinador de maquinarias, por un acuerdo con mi padre -jefe en ese sentido- en el que quería ganarme las cosas y con el tiempo llegar a conducir esa empresa. Partí muy de abajo y después de pasar por varios cargos, donde fui creciendo profesionalmente, desde 2014 estoy al frente de la dirección ejecutiva. Estoy a cargo cien por ciento de la empresa, que es la segunda productora de leche más grande de Chile. Tengo un equipo de trabajo de cuatrocientas y tantas personas.
Con la fortuna que tiene su familia, usted podría no trabajar...
Es una decisión que viene de los valores de la familia. A mí no me gusta que me regalen las cosas, porque el regalo genera vacío. Entonces, cuando uno se gana las cosas, les toma el valor. Yo podría darme una vida de estar carreteando todo el día, haciendo vida social y viajando. Podría estar haciendo cualquier cosa, pero no es así. Nosotros, al menos, creemos en el trabajo, en el esfuerzo y en que las cosas hay que ganárselas y también para quitarse ciertos estigmas que te pueden meter dentro de una casilla…
¿Como que digan que usted es hijito de papá, por ejemplo?
Esa hueá es una cosa que nunca he querido aceptar. Cuando me la dicen es una de las cosas que más me duele, porque en ese sentido nada ha sido regalado. El prejuicio es muy fuerte. Mi mamá siempre me ha dicho que hoy puede haber y mañana puede que no haya nada. Pero uno tiene que quedarse con las cosas valóricas, con las cosas importantes. Con la construcción de relaciones, por ejemplo. Cuento con muchas amistades, pero tengo amigos contados con la mano, que yo sé que sea el Pedro Heller de hoy día o si pierdo todo, van a estar ahí, porque he creado relaciones por los valores que yo tengo. No me gusta vivir en una burbuja. Tenga o no tenga, uno tiene que levantarse a trabajar igual y esa debería ser la forma en que piensan todos. Y en el rally no hay diferencias de lucas, sino que de esfuerzo, de trabajo y de talento. Y en eso me di cuenta de que me podía desligar de ser hijo de. Por eso, para mí fue un orgullo haber sido nominado entre los 50 héroes del deporte.
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