¿Por qué fracasamos cuando nos esforzamos mucho y cómo evitarlo? Esto dice la “ley del esfuerzo invertido”

¿Por qué fracasamos cuando nos esforzamos mucho y cómo evitarlo? Esto dice la "ley del esfuerzo invertido". Foto: referencial.

El concepto fue utilizado por el escritor Aldous Huxley y alude a aspectos de la filosofía y la psicología que prometen ayudarte a superar esas instancias.


A todos les ha pasado en al menos un par de oportunidades. Tienes un objetivo, te esfuerzas incansablemente en conseguirlo y a medida que pasa el tiempo ves cómo tus energías parecieran irse en vano, sin obtener los resultados que esperas.

Aquello puede generar estrés, desmotivación y alterar tu juicio en torno a tus capacidades.

“Si me estoy esforzando tanto, ¿cómo es posible que no presente avances significativos?”, es una pregunta que puede surgir. Muchas veces, con un aire un tanto desolador.

Dicho fenómeno ha llamado la atención de numerosos especialistas en distintas áreas.

Y entre ellos, se encuentra el célebre escritor británico Aldous Huxley (1894-1963), conocido por libros tan icónicos como Un mundo feliz, una novela distópica publicada originalmente en 1932.

Según informaciones rescatadas por la BBC, el también filósofo utilizó un concepto llamado la “ley del esfuerzo invertido”, el cual hace referencia a situaciones como la descrita anteriormente.

A modo de ejemplo, aquello puede verse en el caso hipotético de quedar atrapado entre arenas movedizas.

Como se ha ilustrado en incontables películas y series de televisión, una primera reacción de los personajes podría ser moverse agitadamente para tratar de salir.

Sin embargo, a medida que lo hacen se hunden cada vez más.

Por otro lado, si dejas de moverte de esa manera y te vas recostando con calma para que el peso se distribuya y se reduzca la presión, tienes más posibilidades de poder arrastrarte hacia la orilla para escapar, según rescató el citado medio.

Es probable que la mayoría de las personas nunca esté en un escenario en el que deban lidiar con arenas movedizas. No obstante, dicho ejemplo se puede aplicar en un sinfín de otros ámbitos.

Ya sea para recordar un dato que estudiaste, concentrarte para una reunión laboral, tocar los acordes correctos de una canción que aprendiste en piano o encestar un balón en un aro de básquetbol.

La clave para enfrentar tales situaciones —si se considera la “ley del esfuerzo invertido” de Huxley—, está en detenerse por unos momentos y hacer o pensar en algo distinto.

Su teoría plantea que de esa forma se puede ver con mayor claridad cuáles son las características del escenario y si hay fuerzas externas que estén dificultando que logres tu objetivo.

Asimismo, ayuda a identificar cuáles son las posibles estrategias que te ayuden a concretarlo.

En cambio, si actúas desesperadamente, cada acción podría ser un eventual error que responda más a las emociones que al razonamiento lógico.

¿Por qué fracasamos cuando nos esforzamos mucho y cómo evitarlo? Esto dice la "ley del esfuerzo invertido". Foto: referencial.

Qué dice la “ley del esfuerzo invertido” de Aldous Huxley

“La pericia y sus resultados solo la consiguen aquellos que han aprendido el paradójico arte de hacer y no hacer”, manifestó Huxley.

Durante una conferencia que dio en 1955 en California y que presentó bajo el título “Quiénes somos”, aseguró que es importante “combinar la relajación con la actividad”.

Con esto último se refirió a que dejar pasar unos momentos no se traduce en ser inactivo y esperar que los objetivos se cumplan por sí solos, ya que lo más probable es que eso no vaya a ocurrir.

Bajo esa premisa, detalló que el que se tiene que relajar es “el yo personal consciente”, que definió como “una especie de pequeña isla en medio de una enorme área de conciencia”.

“Ese es el yo que se esfuerza demasiado, el que cree que lo sabe todo”, explicó.

Además de ese, sugirió que también existe otro yo más profundo que “solía llamarse alma vegetativa” y que hace referencia a acciones automáticas como la digestión y la regulación de los latidos del corazón.

Asimismo, dijo que hay un tipo de yo interno que “funciona de una manera completamente diferente a la instintiva”, el cual se encarga de los “actos de inteligencia ah-hoc”.

Esto alude, según la BBC, a “actos que nunca ha realizado antes en su historia biológica y que, sin embargo, realiza con una eficacia extraordinaria sin que el yo consciente tenga la menor idea de cómo lo hace”.

En esa categoría se encuentra, por ejemplo, cuando un bebé trata de imitar el gesto facial que hace un adulto, sin haberlo realizado nunca previamente.

Ahí, el niño recurre a “toda una masa de músculos conectados con un elaborado sistema nervioso para tirar de este músculo hacia arriba, este músculo hacia abajo, uno suelto, otro tenso, para reproducir la mueca que ha visto”.

Huxley consideraba ese fenómeno como “algo muy misterioso”, pero que es parte de los yoes que tienen los seres humanos, más allá de ese “que responde a nuestros nombres, que se ocupa de sus asuntos y tiene la terrible costumbre de imaginarse a sí mismo como absoluto en algún sentido”.

Lo que ocurre cuando una persona insiste en esforzarse en hacer una actividad que no está dando resultados, es que el yo superficial se superpone por sobre los otros más profundos, precisó el escritor.

Siempre tenemos que aprender este arte paradójico de combinar la máxima relajación del yo superficial, con la máxima actividad de los no-yoes, que llevamos con nosotros y que nos dan nuestro ser, en realidad (...) En todas las habilidades psicofísicas tenemos este curioso hecho de la ley del esfuerzo invertido: cuanto más lo intentamos, peor lo hacemos”.

Es por esto que acciones como detenerse y darse un tiempo para tomar distancia psicológica puede servir para que la próxima vez que vuelvas a intentar lo que sea que estés haciendo, obtengas mejores resultados.

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