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Pifias a Infantino, cánticos pidiendo la salida de Milad y la locura marroquí: el lado B de la final del Mundial Sub 20

El Estadio Nacional fue un termómetro. El partido se jugó con un marco de 43.253 espectadores que en su mayoría se cuadraron con la selección africana y reprobaron a los directivos de la FIFA y la ANFP.

Pifias a Infantino, cánticos pidiendo la salida de Milad y la locura marroquí: el lado B de la final del Mundial Sub 20. JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT

Este domingo, en el Estadio Nacional, Marruecos hizo historia al coronarse campeón del Mundial Sub 20 con su triunfo por 2-0 ante Argentina. Desde temprano, el ambiente en Ñuñoa fue especial. Las banderas rojas con la estrella verde copaban los accesos y las familias chilenas se mezclaban con los hinchas africanos, que en apenas un mes se adueñaron del torneo. En la antesala de la final, aterrizaron en el país 600 fanáticos marroquíes. Fueron dos los aviones de la aerolínea Royal Air Maroc los que trasladaron a los fanáticos a los hinchas. En otro venían autoridades de la monarquía.

Ya en Santiago, fueron locales en todo momento. Cuando el himno argentino sonó, llegaron las primeras pifias, tímidas al principio, sin la estridencia de otros tiempos, pero suficientes para advertir que el favoritismo de la Albiceleste no era compartido por todos.

En el palco de honor, se vivía un ambiente diferente. Ahí, Gianni Infantino saludó a Carlos Caszely. Pero las otras tribunas eran un termómetro. Cada plano de las pantallas gigantes activaba una respuesta distinta del público. Cuando aparecía el timonel de la FIFA, las pifias se desataban con fuerza. El suizo-italiano fue reprobado en cada aparición. Cuando caía la silbatina, se subía la música del altoparlante. Aunque poco comparado con lo que vino después.

Pablo Milad, el mandamás de la ANFP, fue enfocado en la ceremonia de premiación y el abucheo fue unánime. De las tribunas surgió un coro que se repitió: “¡Fuera Milad, fuera Milad!”. El eco retumbó incluso mientras los jugadores argentinos recibían la medalla de plata. Una situación que, según supo El Deportivo, sorprendió y afectó al dirigente curicano.

Infantino lleva el trofeo. JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT

Marruecos armó la fiesta

En las galerías se vivía una fiesta inesperada. Los cánticos marroquíes fueron seguidos por el público local con entusiasmo. Incluso, en un momento se coreó una canción local con una variación clave. “Vamos, vamos Marruecos, que esta noche tenemos que ganar”, se escuchó en el segundo tiempo. En la despedida, el aplauso fue cerrado. Hasta los hinchas argentinos, derrotados y cabizbajos, se quedaron en la galería norte para aplaudir la consagración de los nuevos campeones.

En la cancha, Gianluca Prestianni lloraba inconsolable. Sus compañeros intentaban levantarlo, mientras el entrenador Diego Placente masticaba la derrota. “Marruecos fue justo campeón”, reconoció luego. “Nos convirtieron en una jugada que no estaba tan elaborada y costó salir de ese error. Esos pequeños detalles a veces te cuestan una final”.

A su lado, el técnico Mohamed Ouahbi, nacido en Bélgica y convertido en héroe en Marruecos, agradecía al público chileno. “Nos apoyaron desde el primer día, en los estadios y también en el hotel. El amor que nos dieron fue increíble”, dijo. Y lanzó un deseo: “Ojalá Chile esté en el Mundial del 2030. Tendrán un estadio lleno de marroquíes apoyándolos”.

El contraste dirigencial

A varios metros de allí, Infantino intentaba sostener el libreto de la ceremonia. Su día había comenzado temprano, en Peñalolén, donde encabezó la inauguración del Centro de Alto Rendimiento José Sulantay, junto a Alejandro Domínguez y Pablo Milad. Entre discursos y fotografías, el suizo-italiano elogió al país: “Chile ha sobrepasado todas las expectativas. Este Mundial tuvo 600 mil espectadores, algo excepcional”. Luego, en un almuerzo en la Viña Cousiño, compartió con los presidentes de los clubes nacionales, antes de trasladarse al Nacional para entregar el trofeo. Lo que no anticipó fue el recibimiento que tendría.

Las pifias comenzaron apenas las cámaras lo enfocaron por primera vez y se repitieron cuando subió al podio. Su sonrisa congelada, los aplausos protocolares de la delegación oficial y el coro de desaprobación crearon una postal incómoda. Minutos después de la premiación, el directivo fue escoltado a un vehículo y no se permitió a nadie que se acercase al sector, que fue bloqueado por el personal de seguridad del recinto, pese a que era a solo metros de la zona mixta donde pasaban los jugadores de ambos equipos.

El más golpeado fue Milad. El presidente de la ANFP, que horas antes había compartido elogios mutuos con Infantino y Domínguez, quedó en el centro de la tormenta. Las pifias fueron totales, sin distinción de sectores. Su figura se asocia hoy a la falta de resultados de la Roja, a las polémicas internas y al creciente malestar de los hinchas con la dirigencia. Cuando el trofeo se alzó al cielo, Infantino aplaudió con prudencia y Milad intentó sonreír.

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