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Convicción

Con un buen vintage, algunas piezas heredadas y diseño seleccionado, además de fotografías de gran formato, el diseñador gráfico Pablo González llena este departamento rebosante de luz y vistas a un jardín privado hecho a su medida. Una mezcla apacible, cálida y urbana.

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Quizás no fue amor a primera vista, pero al propietario de este departamento, el diseñador gráfico y socio del estudio de diseño Smog, Pablo González, le bastó llegar al umbral para tener la certeza de que iba a vivir ahí. Nos cuenta que era muy distinto a la buhardilla de un edificio de los años 40 donde residía y la cual le habían pedido entregar porque la inmobiliaria que había comprado el inmueble lo iba a demoler. Algo incomprensible para su gusto.

Quizás por eso ya venía con una carga diferente. Ese lugar le encantaba. Sin embargo, al ser tan distintos uno de otro también le daba un carácter más interesante. “Si me hubiera puesto a buscar algo parecido, cualquier departamento hubiera salido perdiendo”, dice.

Era algo distinto a como está ahora. Un detalle, pero uno que iba a hacer una gran diferencia: un cielo falso que cubría en su totalidad las vigas y que además ocultaba su verdadera altura. Esa misma tarde estaba firmando contrato. Luego solo destapó las vigas, las restauró y pintó.

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El departamento se ubica en un edificio cerca de Pedro de Valdivia, a pocas cuadras de donde él creció. Iba al colegio y a la universidad cerca. “La verdad -dice- todo el tiempo he vivido en Providencia”. Exactamente en el primer piso, algo que a muchos podría no gustarles. Sin embargo, este lugar contaba con un jardín privado. A los 75 m² del piso se sumaron los 15 m² de un paisajismo deteriorado, el cual poco a poco, en el transcurso de algo más de tres años y medio, tiempo que ha vivido allí, ha ido interviniendo. O más bien, tal como dice Pablo, lo ha dejado ser. “La verdad es que no me sentiría muy cómodo con un jardín muy esquemático. Voy moviendo y plantando de acuerdo a como se van dando las distintas especies. He tenido pasto, huerto, musgo, helechos, pero al final van quedando las especies que realmente se dan bien”, explica.

Aquí el ritmo es apacible. De barrio. En la semana se levanta con calma. Sale a trabajar, la mayoría de las veces, en bicicleta. Cuenta que por su trabajo en Smog (smog.tv) nunca sabe a qué hora va a llegar, por lo que prefiere tomarse con toda calma la levantada en la mañana. En las tardes, al llegar, o bien los fines de semana, cocina mucho. Claramente pediría una cocina más grande. Nunca le alcanza todo y, por ende, como pudimos ver, gran parte de las veces termina cocinando en la mesa del comedor. Algo que dice es muy agradable, tal como el apetitoso postre que montaba a la hora que llegamos.

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