Respirar profundo
El descanso perfecto no tiene una ecuación rígida, todo lo contrario, depende de la persona y la fórmula que se aplique. Para algunos está en el verde del campo, para otros en el blanco de la montaña y para muchos en el azul del mar.
Dicen que no hay nada más sanador que la brisa marina y que el mar calma el alma. También que una casa en la playa es uno de los placeres más grandes que se pueden tener en la vida. La ideal es aquella que no habla de límites, esa donde las ventanas van de piso a cielo y todo parece propicio al escenario natural que la rodea.
“Hace dos años proyectamos un conjunto de tres casas en el sector antiguo de Cachagua, en uno de los pocos terrenos que quedaban, largo y con frente a dos calles en sus extremos, que finalmente se subdividió en tres sitios de 750 m2”, cuenta el arquitecto Ramón Valdés, de A-Cero Arquitectos, a cargo del proyecto.
En un comienzo las tres se idearon iguales pero a poco andar, en el punto en que cada familia planteó sus necesidades, se decidió diseñarlas diferentes en plantas y volúmenes, aunque manteniendo un lenguaje común en materialidad –hormigón armado a la vista y algunos elementos en piedra de la zona– y terrazas de estructura metálica.
Esta casa, que es justo la del centro, al igual que las otras tiene una superficie construida de 250 m2 distribuidos en dos pisos, más un zócalo que fue pensado como sala de juegos. Cada uno de sus espacios se levanta con una vista panorámica hacia la playa, donde a lo lejos se puede ver Maitencillo. Un plan más que deseable para estar en paz, avalado por un diseño arquitectónico ad hoc, simple y preciso para disfrutar de lo que este balneario propone.
Es muy probable que gracias a la experiencia y nuestros sentidos, cada uno de nosotros sepa que no es lomismo disfrutar de espacios adecuados, de escalas y proporciones gentiles con las necesidades de intimidad, y a la vez de la sociabilidad que exige especialmente una casa de descanso, por lo mismo son los conceptos que se planifican y proyectan en conjunto con los arquitectos los que consiguen que la arquitectura se viva en un 100%. En este sentido, Valdés explica que “la estructura está conformada por dos muros laterales en piedra, casi cerrados y de todo el largo y alto de la fachada, donde se apoyan las losas y vigas de hormigón armado”. Un diseño que junto a grandes ventanales, inmensas cuotas de luz, vistas variadas según las horas del día y una terraza que se prolonga y concreta una sensación de libertad, hacen que esta casa logre ese equilibrio tan sencillo, pero a veces extrañamente difícil de conseguir entre las ideas y la realidad. Aquí ocurre, y junto a la comodidad que dan las piezas de diseño, como el juego de terraza de Marco Moran. A sentarse, respirar profundo y disfrutar.
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