Columna de Fernando Ayala: Europa detrás de Estados Unidos

El Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad, Josep Borrell, junto al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken. AP


La Unión Europea (UE) junto al Reino Unido y la OTAN han hecho suya la política exterior de defensa de los Estados Unidos alineándose tras ella. Ello como resultado de la invasión rusa al territorio ucraniano e inicio de la guerra que está dejando miles de víctimas, con millones de dólares en armas aportados por Washington, la UE y otros países. Dos estados históricamente neutrales -Finlandia y Suecia- solicitaron ingresar al pacto militar atlántico, rompiendo con más de 200 años de neutralidad que los libró de las últimas dos guerras mundiales.

Europa ha generado el mayor número de guerras en la historia humana. La última, en 1999, de la OTAN contra Yugoslavia, duró casi tres meses con miles de muertos y destrucción en Belgrado y otras ciudades. Ahora se libra una guerra en Ucrania. Europa no termina de temer a Rusia y también a China, por su presencia global que ha llevado a Estados Unidos a poner en fila a los países europeos convencido de que su hegemonía está amenazada. Así la UE hará realidad el compromiso de llegar al 2% del PIB o más de su gasto militar, lo que es un cambio copernicano en países como Alemania que en 2020 invertía el 1.34% en defensa, dejando atrás la política de moderada independencia frente a Estados Unidos. Se cumple lo que reclamaba el expresidente Donald Trump sobre la baja inversión europea en su propia seguridad. Japón y Australia se han plegado a Washington en sus temores a China, anunciando Tokio su rearme y doblando el gasto desde 1,07% en 2020 al 2% para 2027. Australia junto al Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS) iniciará la construcción de submarinos nucleares permitiendo al primero contar con tres o más en la próxima década. Resta saber cómo la Casa Blanca intentará influir en América Latina y África, que hasta ahora se han mantenido al margen del conflicto europeo.

Ante la división de Europa en dos bloques en 1945 y hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, los europeos entregaron su seguridad a los Estados Unidos que estacionó miles de tropas y armas nucleares en sus países. Washington garantizó la tranquilidad a través de la OTAN asumiendo el millonario costo, mientras que sus aliados a regañadientes cumplían los compromisos financieros. En 1966 Francia decidió tomar un camino independiente y retirarse de la alianza en medio de las críticas a la presencia de los Estados Unidos las que aumentaron proporcionalmente al involucramiento de ese país en la guerra de Vietnam. El general de Gaulle no abandonó el compromiso con la OTAN, pero sin subordinarse a una potencia extranjera, afirmando una política independiente, autonomía militar y desarrollo de su propio poder nuclear. La V república francesa y los jefes de Estado que le sucedieron -Pompidou, d’Estaing, Mitterrand y Chirac- la mantuvieron durante más de 40 años, hasta el 2009, en que el presidente Sarkozy reincorporó a Francia al pacto militar. Crear un “ejército europeo” ha estado en la agenda de la UE para reafirmar su independencia. Hubo iniciativas de alto nivel como la del excanciller federal alemán, Helmut Kohl, en 1988, o la declaración de Saint-Malo firmada 10 años después por el ex primer ministro británico Tony Blair y el presidente francés, Jacques Chirac. La última fue efectuada por el jefe de Estado, Emmanuel Macron, en 2018 y respaldada por la excanciller alemana, Angela Merkel ante el Parlamento Europeo, donde señaló: “un ejército europeo demostrará al mundo que una guerra entre países europeos nunca más será posible”.

La guerra iniciada por Putin cambió las relaciones entre la UE con Estados Unidos, Rusia y China. Europa se sumó a Washington desatando una carrera armamentista global. Hasta aquí los ciudadanos europeos respaldan esta política por cuanto entrega solo sustento político, financiero y limitadas armas a Kiev, que ya incluye tanques y reclama ahora aviones, misiles y necesita cada día más apoyo al debilitarse su resistencia. La guerra dejará heridas, pero además ha remecido el escenario global desnudando las limitadas capacidades de Naciones Unidas. En el siglo XX el orden mundial cambió por dos guerras mundiales. Hoy, los desafíos son la urgencia climática, preservar el planeta y terminar la guerra para evitar que se extienda en Europa. Es hora de reformar el sistema internacional y sus organismos a esta realidad. La pregunta es si tendremos que esperar una tercera guerra mundial para que ello ocurra.

Por Fernando Ayala, ex embajador y ex subsecretario de Defensa.

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