Iván Poduje: "Yo no soy facho; trabajo en la ciudad y me duele verla destruida"
Desde los inicios de la crisis, el arquitecto y su equipo han recorrido Santiago, tanto la zona cero como las comunas más afectadas por la destrucción del Metro. La semana pasada dieron a conocer un informe sobre los daños del eje Alameda-Providencia. De acuerdo con el estudio, el 31% de los edificios fueron afectados y los costos alcanzan a US$ 106 millones.

Era la esquina apocalíptica. En los días más intensos del estallido social, el cruce de Irene Morales con la Alameda ardió, fue vandalizado y era uno de los puntos donde policías y manifestantes se enfrentaban más ferozmente. Hoy, esa esquina no tiene veredas: el pavimento fue destruido y el suelo exhibe la aspereza de un terreno devastado. "Esta era una de las canteras de los encapuchados", dice el arquitecto Iván Poduje. En Plaza Italia, la estación del Metro está hundida bajo un aluvión de piedras y los edificios del entorno muestran las huellas de 60 días de protestas: desde rayados y pinturas hasta rastros de incendios y saqueos.
Socio de Atisba, la oficina de estudios urbanos, Poduje (1968) camina por la Alameda en dirección al centro. Se detiene en el GAM. Las paredes del espacio cultural están cubiertas de grafitis y expresiones nacidas de las manifestaciones. Saca su celular y toma una foto. Poduje es admirador del street art y a mediados de año apoyó la postulación del "Mono" González al Premio Nacional de Arte. "La violencia es una cosa, pero culturalmente esto es muy fuerte. Todo este arte urbano representa a una generación que ha sido excluida, porque sus temas no están en la agenda política", comenta.
Desde los inicios de la crisis, Poduje y su equipo han recorrido Santiago, tanto la zona cero como las comunas más afectadas por la destrucción del Metro. La semana pasada dieron a conocer un informe sobre los daños del eje Alameda-Providencia. De acuerdo con el estudio, el 31% de los edificios fueron afectados y los costos alcanzan a US$ 106 millones.
¿Cómo se aborda la reconstrucción? ¿Se repara hasta que quede como nuevo?
No puedes volver a pintar todo blanco, no. Vas a tener que hacerte cargo de que aquí hubo un cambio fuerte, enorme, telúrico, y vas a tener que diseñar la reconstrucción en estos lugares con esa condición: la Plaza Baquedano, el Parque Balmaceda. Y otros sectores donde tienes que reconstruir y hacerte cargo de deudas sociales que tienen mucho tiempo, sectores muy abandonados, como Santa Rosa con Vespucio, el centro de Quilicura, que tienen un abandono previo a la crisis y que se agudiza con ella.
¿Hay que rediseñar Plaza Italia?
El diseño no puede ser el mismo, el diseño es difícil, porque han intervenido muchas fuerzas distintas y ponernos de acuerdo va a ser muy complejo. Hay gente que considera que tiene que quedarse como está, que hay que retirar los monumentos históricos; yo no estoy de acuerdo, si empezamos a retirar monumentos en base a qué vamos a refundar la historia.
¿Hay que rebautizarla?
Sí, pero no tengo claro el nombre.
¿No le gusta Plaza de la Dignidad?
Como está hoy, no. Es indigno, es triste lo que hay. Aquí ocurrieron cosas importantes, ocurrió la marcha más grande, pero hay que construir y esa es la función del arquitecto, no es galvanizar la precariedad, porque si fuera eso no hablaría como arquitecto. He recibido mucha crítica por esto .
En la dimensión más personal, ¿cómo ha vivido la crisis?
Ha sido muy doloroso, me ha afectado en el ánimo. A veces llego muy conmovido por lo que veo, por ejemplo, la vez que vi llorando a unos vecinos ante la destrucción de la Estación San Pablo. Fue muy fuerte. Yo siento que esta crisis me cambió y cambió a nuestra generación.
Ha estado muy activo en Twitter y eso mismo lo expuso a la crítica.
He tenido muchísimas críticas, de tres tipos. La gente te critica por lamentar la destrucción de la ciudad y no lamentar la pérdida de vida o de ojos. Eso es terrible y no son comparables. Yo nunca he querido comparar, pero la gente te dice oye, podrías lamentar los ojos en lugar de los edificios que son materiales. La segunda tiene que ver con decir que esto mismo ocurre en otros sectores de Santiago y esto lo hace visible, pero eso es no entender que esos sectores yo los conozco hace más de 20 años y tengo perfectamente claro que existen y empeoraron con esta crisis. Porque, además del abandono se sumaron la violencia y la destrucción del Metro. Y la tercera es política: me dicen facho… O sea que es facho lamentar la destrucción del patrimonio, es facho condenar la violencia contra el Metro. Eso no lo logro entender, es raro. Cuando uno está en las redes sociales es parte del juego.
¿Le parecen injustas las críticas?
No, es tan fuerte lo que ha ocurrido, que pedir cordura o racionalidad, tal vez a veces yo también me he desubicado; cuesta mantener la templanza.
¿Qué le provoca que le digan facho?
Yo no soy facho. Lo que yo defiendo es el espacio público, y como arquitecto, los edificios también. Trabajo en la ciudad, he trabajado toda mi vida para que la ciudad sea mejor y me duele verla destruida, no creo que eso sea ser facho.
¿Eso no le impide ver el dolor humano asociado a la crisis?
Cuando a Gustavo Gatica lo dejaron ciego, yo lo lamenté y lo condené. Pero uno no puede estar empatando con esas cosas. Y no ha sido mi punto hacer esas comparaciones.
¿Cuál ha sido la crítica más dura?
Los ciudadanos tienen el derecho de decir lo que quieran, pero lo que me resulta más incomprensible es la postura de arquitectos, de colegas, el Colegio de Arquitectos, por ejemplo, que el día que destruyeron el Metro sacó una carta diciendo que si bien no apoya la violencia la puede entender. Yo creo que el gremio de los arquitectos ha quedado al debe en esta crisis. Tenemos 30 monumentos dañados y no he escuchado al Consejo de Monumentos.
¿Cómo se explica este silencio?
Hay susto desde la academia. Hay gente que considera que esto es una expresión ciudadana; yo creo que no, que esto es una expresión de violencia que afecta la calidad de vida de la gente, que afecta sus empleos, y hay mucha gente que vive en una burbuja y considera que esta destrucción representa la dignidad, siendo que en al menos 15 comunas es un retroceso enorme en materia de equidad.
Truman Show
¿La crisis no visibilizó la situación de las comunas más vulnerables?
Para mí nunca fueron invisibles, porque las conozco hace años. Cuando preguntas por la destrucción, a la gente se le viene a la cabeza Plaza Italia, pero no he escuchado a nadie que hable de las estaciones La Cisterna, San Pablo, Santa Rosa con Gabriela. Lo que sí se visibilizó es que el estallido tiene un origen en la inequidad y eso toca también la ciudad. Pero más allá de decirlo, la discusión en torno a los daños y los puntos específicos casi no existe. Y eso explica que haya gente que idealice la destrucción, porque la asocia a la Plaza Baquedano, aunque yo creo que eso también es criminal, porque ha afectado a mucha gente. Pero la destrucción en la periferia es brutal.
Usted fue uno de los primeros que hablaron de la participación de narcos en la violencia contra el Metro, ¿le consta?
El cruce lo muestra. La Estación Cardenal Caro en Conchalí está en el cruce de tres barrios narcos que se han peleado todo el tiempo, está muy cerca del lugar en que se hizo el funeral narco. La Estación Los Quillayes, en La Florida, está muy cerca de un barrio con presencia narco. La Granja y San Ramón están muy cerca de La Bandera, que es un barrio afectado por problemas de narcotráfico. La Estación San Miguel. Claramente, hay una relación entre las estaciones más destruidas y barrios que tenían hace tiempo problemas de violencia.
Hay sectores dominados por los narcos donde ni los servicios ni la policía entran, ¿el Estado perdió a su autoridad allí?
El Estado está sobrepasado y renunció a estar presente cuando segregó con su política de viviendas sociales. Construyó rápidamente solo con viviendas sociales desarraigadas, con erradicaciones forzadas en dictadura y luego semiforzadas. Generaron territorios sin redes sociales, y ahí es donde se concentraron las bandas y donde ha crecido el narcotráfico. Pero no es solo eso, también las barras bravas: hay muchos barrios donde estas bandas tienen el control del espacio público, de las plazas, de los postes, y esas bandas han tenido mucha acción en esta crisis. Han estado en Plaza Baquedano, en la destrucción del Crowne Plaza, y acuérdate que han atacado cuarteles policiales en Maipú, La Granja, Lo Hermida.
¿Qué percepción tienen las élites de esto?
No, nada. Yo veía comunicadores como maravillados con las barras bravas que se habían tomado el monumento a Baquedano y tiraban bengalas. Son las mismas que controlan el fútbol, y son tipos malos y hoy para muchos son héroes sociales. Y eso pasa porque las élites y los políticos no tienen idea de lo que está pasando más allá de este entorno anormalmente…
El Santiago 1...
Que es el sector con una normalidad enferma. En la crisis dura, entre el 20 de octubre y el 20 de noviembre, yo iba a las comunas y volvía, cruzaba Tobalaba y era como entrar en Truman Show, absolutamente demente. Eso se quiebra cuando avanzas por Providencia y ahí cambia el discurso de algunos, pero eso duró poco…
¿Cómo se enfrenta la segregación?
Es multivariado, desde recuperar sitios eriazos que están hoy transformados en microbasurales o de tráfico, llevar el Metro a La Pintana que es clave, llevar el Metro a Quilicura, El Bosque, construir centros cívicos para que el Estado vuelva a recuperar los territorios que perdió, con escuelas de calidad, con salud de calidad, reconstruir viviendas que están en muy mal estado en sectores segregados.
¿La crisis quedará en la memoria de la ciudad?
Esta es una crisis que la ciudad tiene que honrar cuando corresponda y recuperar cuando corresponda; nosotros no podemos hacer acá como que no pasó nada. Sería una cosa esquizofrénica. Tenemos que mejorar lo que faltaba y en algunos lugares hacer diseños que den cuenta de lo que pasó, fruto de un proceso de reflexión, de participación ciudadana, pero no por la fuerza de los palos y las piedras. Lo que le han hecho a la ciudad es imperdonable.
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