Conflicto mapuche: un problema relacional
Históricamente, no hemos escuchado los planteamientos de fondo de nuestros pueblos originarios, quienes han sido tratados bajo una óptica occidental, capitalista y reduccionista. En esta breve clase de negociación analizamos el caso.<br>

Luego de 88 largos días en huelga de hambre y arduas negociaciones, los 10 comuneros mapuches en Angol decidieron poner fin a su peligrosa manifestación. A poco más de una semana de este hecho, surge la pregunta: ¿Es tiempo de celebrar? Creemos que no, los problemas de fondo que generaron la medida de fuerza de 38 comuneros están lejos de superarse. Es más, permanecen intactos en su trasfondo.
Y claro, lo más cómodo sería olvidarnos del tema y darlo por superado, pero tarde o temprano el problema volvería con nuevas y violentas manifestaciones. Y es que históricamente, no hemos escuchado los planteamientos de fondo de los llamados pueblos originarios, quienes han sido tratados bajo una óptica burocrática, aplicando aquella máxima del ex Presidente Barros Luco, según la cual hay dos tipos de problemas: los que se solucionan solos y los que no tienen solución.
Esta vez, lo que pedían los comuneros era no ser procesados bajo la llamada ley antiterrorista, la cual endurecía sus penas y los juzgaba bajo el Código de Justicia Militar, en lugar del Civil. Petición que, luego de una extensa huelga de hambre, fue finalmente aceptada por el gobierno. Sin embargo, para entender el problema de fondo, se requiere de interrogantes más profundas: ¿Qué tipo de relaciones hemos construido con ellos? ¿Han sido relaciones de respeto y validación? ¿Hemos sabido escucharlos desde la aceptación por sus legítimos intereses?
Nuevamente creemos que no. Por el contrario, hemos interpretado el problema creyendo que se trata de un grupo reducido de mapuches, al cual hemos calificado de terrorista, cuando en realidad, es la expresión extrema de un pueblo descontento. Hemos sido ciegos a la gran masa silenciosa detrás de estos grupos "minoritarios", decididos a alzar la voz en nombre de todo un pueblo agredido.
El problema en cuestión no se circunscribe a una sola causa. Aquí están en juego aspectos ancestrales, como la reivindicación de tierras, derechos colectivos, autodeterminación, autonomía… En opinión de dirigentes mapuches jóvenes y con estudios universitarios, como la vocera Natividad Llanquileo (estudiante de Derecho), ellos no se sienten chilenos, sino mapuches y no se proyectan a futuro dentro de la sociedad chilena, sino que al margen de ella.
RAICES HISTORICAS
En estas tierras habitaban más de 190 mil indígenas, compuestos por los pueblos pehuenches y mapuches. Durante la Conquista de Chile y todo el período colonial, dicho territorio se había mantenido rebelde ante el dominio español a partir de la denominada Guerra de Arauco, sin que ningún bando venciera claramente.
Luego de 300 años de sangrienta disputa, el gobierno chileno logró la ocupación total de La Araucanía y con ello, la unión efectiva del territorio. Tras su derrota, los mapuches fueron concentrados en "reducciones", pequeñas reservas separadas por áreas ocupadas por inmigrantes chilenos y europeos. Para 1929 existían 3.078 reservas comprendidas en 525.000 hectáreas, que eran consideradas una concesión del Estado chileno y de propiedad comunal para los indígenas.
Usualmente, la tierra asignada, que representaba el 6,18% del territorio ancestral mapuche, era de clima severo e infértil, lo que unido al antiguo estilo de vida seminómada de los mapuches y a su organización social a través de clanes y familias, generaron conflictos internos entre ellos. Además, en los territorios ocupados se les entregaron tierras a colonos chilenos y europeos.
En 1934, 477 mapuches que se habían revelado contra lo que consideraban abusos por parte de los administradores de los aserraderos, instalados en la Región del Biobío, fueron muertos por el ejército chileno, en la llamada Masacre de Ranquil; otros 500 fueron hechos prisioneros y según denunció el senador por Temuco, Juan Pradenas Muñoz, sólo 23 fueron conducidos a la capital para ser sometidos a juicio.
A estas alturas, resulta ilustrativo citar un breve extracto de la carta que enviara el jefe indio de los Suquamps, Noah Seattle, antes de entregar sus tierras (hoy Estado de Washington) en 1854, al gobernador Isaac I. Stevens. "¿cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?".
Esta carta, considerada un canto a la naturaleza y a la ecología, nos puede servir de inspiración para entender con mayor propiedad las preocupaciones de nuestros pueblos originarios y no simplificarlos a la actual visión occidental, capitalista y reduccionista. El mal llamado "conflicto mapuche" es un problema sistémico que nos involucra a todos como sociedad: a ellos, a los gobiernos de turno, a los habitantes no mapuches de La Araucanía, a todos los chilenos.
Llegó el momento de hacernos preguntas respecto de la forma de relacionarnos, preguntas poderosas que nos saquen de la zona de confort y cuestionen seriamente el tipo de relación que hemos construido.
EXTRACTO DE LA CLASE: CON EL FOCO EN LA RELACION
En un mundo globalizado e interconectado, una habilidad primordial de los seres humanos es su capacidad de conectarse con otros, es decir, su conectividad.
Sin embargo, la conectividad no es suficiente por sí sola; también es primordial la calidad de la misma. Así, podemos observar a personas a quienes todo (o casi todo) les sale bien y otras a quienes todo les cuesta y se encuentran permanentemente en guerra.
Estos individuos son ciegos a la importancia del cultivo de las relaciones. Es por esto que decimos: "Observa qué es lo que no estás logrando o te cuesta conseguir y te diremos qué relaciones te faltan".
Hemos definido la negociación como una manera de convivir, como un fenómeno relacional, y como tal, las negociaciones se transforman en relaciones de convivencia.
Lo anterior se logra estableciendo relaciones de confianza, las que definimos como espacios donde dos personas (cliente y proveedor, marido y mujer, jefe y subalterno) se ven, se respetan y se creen, sin que el resultado sea una exigencia.
Cada vez que la relación se mide por lo que produce o por lo que se espera de ella, aparece la presión. Por el contrario, si la mirada está puesta en la relación misma, se abre espacio para la colaboración y el entendimiento.
A nivel corporativo, lo que en último término define el desempeño de una empresa es la calidad de las relaciones que tenga con sus stakeholders.
Una empresa que trata bien a sus clientes, pero exprime a sus proveedores o trabajadores, no comprende que vivimos en mundos sistémicos y que al final del día, todos formamos parte de una misma cadena de valor relacional.
Para lograr una verdadera negociación relacional, donde las partes se sientan "legitimadas", tiene que haber necesariamente una preocupación por la persona (negociador), más que por lo negociado.
Es tiempo de dejar atrás el sistema jerárquico piramidal reinante y reorganizarse bajo la "organización de relaciones", aquella en la cual el éxito de la empresa está dado por el tipo de experiencia que vive el cliente en el encuentro con la persona que entrega el servicio.b
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