Club de Toby progresista
Declararse como gobierno feminista implica no solo adherir a un horizonte de igualdad de género; también impone requisitos más estrictos que cumplir, pues naturalmente se le exigirán estándares más altos.
Por eso resulta incomprensible que el pacto oficialista Unidad por Chile haya inscrito nueve hombres y ninguna mujer en el distrito 7, la zona que incluye Valparaíso y Viña del Mar.
Es desconcertante por su declaración de principios, pero también porque es un gobierno que ha tenido logros reales en materia de igualdad de género. No es justo decir que ha sido solo algo retórico. Partiendo por la ley “papito corazón”, que ha dado sanción financiera y social a los deudores de pensión alimenticia que impunemente hacían legión en Chile; está la ley integral de violencia de género, que ha aumentado el rango de lo que no es aceptable en materia de violencia contra las mujeres, o la mirada de género incorporada en la reforma de pensiones, así como la ley Más mujeres en Directorios, que se promulgó la semana pasada, entre otros avances.
Es cierto que el muy mal manejo del caso Monsalve –en que no aplicaron los principios de la ley Karin, que este mismo gobierno promulgó– le restó credibilidad en la materia; fue quizás su peor autogol. Pero su legado en materia de promover la igualdad de género no queda anulado. De hecho, es uno de los atributos que las personas más asocian a este gobierno y sobre el cual más avances perciben (encuesta Criteria, abril 2025).
Por lo mismo, es insólito que hayan caído en una práctica que hoy hasta los partidos más reaccionarios evitan, la de los clubes de Toby. Es un nombre simpático para un tema que no lo es. El personaje de la genial dibujante Marge no aceptaba niñas en su club, y eso que Lulú era su mejor amiga. Flagrante ninguneo y contradicción. Pero Toby era un niño; los políticos oficialistas que dejaron fuera a las mujeres de la papeleta son adultos, y hace rato. Y además se declaran adultos progresistas. No pueden, entonces, decir que no saben o comprenden lo que significa la invisibilidad. Son candidatos que apoyaron con fuerza la paridad en los procesos constitucionales. ¿Se les olvidó el por qué la defendían? Incluso uno de ellos hablaba en plural femenino universal para hacer el punto de que estaba en contra de cualquier lógica patriarcal, incluso en el lenguaje.
Pero, parece, es más fácil hablar de “nosotras” siendo hombre que actuar de acuerdo con esos principios, que desde luego tienen como piso no excluir ni invisibilizar mujeres, y hacer la cancha pareja.
Las mujeres tienen una historia centenaria –milenaria– de cancha dispareja en el mundo del poder. Aún enfrentan brechas importantes en materia de igualdad salarial (último reporte INE muestra 24,4% menos, y empeora mientras más alto es el cargo: sube a 33,5%, según estudio UDP). Estamos lejos de la paridad en el Congreso: solo hay 35% y 26% por ciento en la Cámara y el Senado, respectivamente. Hay cero gobernadoras regionales, solo 16,2% de alcaldesas. Y en el mismo ejercicio del poder enfrentan mucha mayor crítica y escrutinio, y mucha más hostilidad en redes sociales (los bots y trolls tienen un sesgo de género también).
Todo esto es extraño tener que explicárselo a los candidatos de ese distrito, progresistas que sin embargo aceptaron sin chistar –se asume– ir solitos como Toby y sus amigos. ¿O Tomás Lagomarsino, Jorge Brito, Jaime Bassa, Luis Cuello, Roy Crichton, Felipe Ríos, Manuel Murillo, Tomás de Rementería y Arturo Barrios no sabían que iban a parecer como directorio de empresa Cero?
La decisión del distrito 7 provocó mucho rechazo, incluyendo el de la candidata Jeannette Jara, y hasta la renuncia al Frente Amplio de una de sus concejalas en Cartagena, comuna incluida en el distrito 7. “No puedo seguir permaneciendo en un partido que en pleno 2025 aún no garantiza la paridad real y deja fuera a mujeres valiosas de la posibilidad de representar a sus comunidades en el Congreso”, afirmó Pamela Álvarez, según consigna La Tercera.
Los símbolos y las decisiones importan y pesan. Este episodio muestra que las estructuras que reproducen el poder masculino son difíciles de transformar, y que están enquistadas férreamente en la política y en la cultura.
Pero se hace camino al andar, no solo al hablar.
En una época de backlash en materia de género, con partidos y liderazgos misóginos que tienen el antifeminismo como uno de sus ejes, el progresismo tiene que predicar con el ejemplo. ¿Cómo van a sacar al pizarrón a otros si no cumplen con sus propios estándares?
Post data: Resulta decepcionante, también, que un gobierno feminista haya perdido la oportunidad de nombrar a la primera ministra de Hacienda de la historia de Chile como sucesora de Marcel, a la subsecretaria Heidi Berner, que contaba con mérito y trayectoria para romper ese pesado techo de cristal.
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