Paula

Parir acompañada de otra mujer: “Mi pareja me abandonó antes del parto, pero vivirlo con mi hermana fue perfecto”

Con mi ex pareja nos conocimos por una app de citas. Al comienzo fue todo intenso, pero con el paso del tiempo las cosas se fueron enfriando, poco a poco nos distanciamos. Alcanzamos a estar juntos casi cinco meses y aunque yo sufrí por este distanciamiento, la verdad es que nunca se lo manifesté claramente. En el fondo me auto convencí de que, si dejaba pasar el tiempo, éste se iba a encargar de hacer todo más fácil; que si nos dejábamos de ver de un día para otro todo iba a ser más doloroso, así que preferí que la llama se fuera apagando lentamente. El problema es que cuando estaba a punto de extinguirse, un test de embarazo positivo desconfiguró todos los planes.

Cuando le conté obviamente reaccionó con asombro. Ni él ni yo lo esperábamos, menos en ese momento en que ambos sabíamos que lo nuestro ya había sido. Aun así, y frente al desconocimiento de lo que es ser padres, decidimos enfrentar esto juntos, como pareja.

Los primeros meses la relación volvió a ser como en un principio. El mismo nivel de intensidad. Pero con el paso del tiempo también volvió el distanciamiento. Fue como vivir un deja vu, pero esta vez con un hijo nuestro en mi vientre, lo que hizo más doloroso el proceso. Cuando tenía casi siete meses tuvimos la última gran pelea. En ella me dijo que había sido un error avanzar en este embarazo. Esa frase para mí marcó un antes y un después; me hundió en la pena, pero también me dio la fuerza para entender que desde ese momento mi prioridad era mi hijo, que nada me tenía que importar más y que, probablemente estaría sola en eso.

Y así fue. Los últimos controles intenté contactarlo por si quería ir, pero no tuve respuesta. Así que fui sola. Es rara la sensación, porque mientras más avanzaba mi embarazo, sentía que la pena y la rabia se transformaban en una suerte de empoderamiento, lo único que quería era que naciera, porque sentía que verle su carita me daría la fuerza para enfrentar todo lo que viniera sola. Pero a pesar de eso, reconozco que sentía miedo, sobre todo al momento del parto. Todas las veces que me había imaginado uno, desde chica, era acompañada de mi pareja, tomándome la mano fuerte. Es lo que vi siempre en las películas.

Un mes antes de que mi hijo naciera, me metí en un taller de parto. Allí conocí a muchas mujeres que estaban en el mismo proceso que yo; algunas iban acompañadas de sus parejas, pero otras como yo, también estaban solas en esto. Solas entre comillas, porque fue en ese lugar que entendí que no era necesario que estuviera un hombre al lado mio. La profesora del taller me recomendó buscar a alguien que me acompañara en este proceso y me dijo: “no te quedes con esa idea de que solo una pareja puede ser una buena compañía; a veces otra mujer puede ayudarte y entenderte más en ese proceso, porque hay una cuestión natural, biológica… solo nosotras podemos parir”.

Sus palabras me hicieron mucho sentido. Es más, me puse a investigar y claro, antes los partos eran así, llenos de mujeres que se acompañan unas a otras, durante y después. Hablé con mi hermana y decidimos que ella entraría conmigo. Me lo había ofrecido varias veces, pero yo estaba sorda, concentrada en el abandono de mi ex y en la pena de no estar cumpliendo con el estereotipo del parto con el que siempre soñé.

El 24 de agosto del 2019 a las 10 a.m. comencé con contracciones. Llamé a mi hermana y ella en menos de veinte minutos estaba en mi casa. Me hizo una tina con agua caliente, preparó mis cosas y las de mi hijo. No me soltó la mano nunca y me hizo sentir que en cada contracción ella estaba fuerte a mi lado para sostenerme. Llegamos a la clínica horas después y finalmente mi hijo nació a las 20:00 hrs de ese día. Fue la experiencia más maravillosa que he tenido en la vida, y vivirla al lado de mi hermana fue perfecto.

Esos días en la clínica estuve acompañada solo de mujeres: mi hermana, dos amigas y mi mamá. Me sentí como en una tribu de cuidados. Pude amamantar tranquila, porque cada una, sin juzgar ni entrometerse mucho, me aconsejó, me cuidó y me guió. Si quería descansar, alguna se encargaba de mi guagua, si me quería bañar también. Y luego en la casa fue lo mismo. Ahora que mi hijo está a punto de cumplir dos años, miro hacia atrás y agradezco haber estado acompañada de otras mujeres.

Paulina Juica tiene 29 años y es emprendedora.

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