Editorial

Chile nuevamente fuera de un Mundial

Este fiasco no solo resulta muy decepcionante para el país, sino que además permite apreciar las preocupantes fallas cometidas a lo largo del proceso y que exigen dar un giro.

Foto: Dragomir Yankovic/Photosport DRAGOMIR YANKOVIC/PHOTOSPORT

El martes el seleccionado masculino de fútbol fue derrotado por su par boliviano por dos goles a cero en la localidad de El Alto, sellando con ello las posibilidades nacionales en las actuales clasificatorias para el Mundial de Fútbol a desarrollarse en México, Canadá y Estados Unidos en 2026, lo que naturalmente ha generado un profundo sentimiento de frustración -cuando no indignación- en el país no solo por esta nueva oportunidad perdida, sino además por el decepcionante rendimiento mostrado en cancha.

El hecho de enfrentar una eliminación no es algo nuevo para Chile, pero al mirar cómo se desarrolló todo este proceso no cabe más que concluir que fue un fiasco, registrando incluso peores marcas que en clasificatorias anteriores. Desde luego, el equipo nacional va colista a nivel sudamericano, sin chances matemáticas, aun cuando restan dos fechas por jugarse. De los 16 partidos jugados en que se disputaron 48 puntos, la selección chilena apenas obtuvo 10, con una carencia ofensiva importante que se refleja en que en los últimos cuatro partidos no haya anotado ningún gol. A ello se suma otra situación que releva aún más la crisis que enfrenta nuestro fútbol, cual es estar ausente por tercera vez consecutiva de la cita mundial de este deporte, algo que solo había ocurrido con las ausencias de México 86, Italia 90 y Estados Unidos 94, pero en ese último caso correspondió a una sanción por el escándalo ocurrido en el Maracaná, cuando se disputaba un partido por las clasificatorias a Italia 90, y no a los resultados obtenidos en el juego.

El fracaso que ha experimentado nuestra selección resulta muy preocupante, sobre todo por la forma como se fue gestando el proceso clasificatorio. Por de pronto, distintos técnicos que no han logrado afianzar un proyecto de juego que permita aprovechar mejor las condiciones de los jugadores, a lo que se suman apuestas que no dieron ningún resultado, como fue el caso de la contratación del técnico argentino Ricardo Gareca. Pese a que contaba con los mejores ingresos en la región tras los entrenadores de Brasil y Uruguay, su rendimiento a cargo de la selección fue muy pobre, con apenas 23,5% en 17 partidos: 4 triunfos, 4 empates y 9 derrotas. Sus decisiones a la hora de conformar los seleccionados y su estilo de trabajo fueron constantemente objeto de críticas, pero aun así no fue posible corregir a tiempo el rumbo.

En esta cadena de desaciertos también se suma la dirigencia del fútbol nacional, que ha sido motivo de constantes críticas que van mucho más allá de cómo se ha manejado estas eliminatorias. Pérdida de importantes auspicios, disminución de la inversión en fútbol joven o problemas de comunicación con los clubes son parte habitual de los cuestionamientos, y que dan cuenta de una estructura que no parece estar a la altura de los requerimientos que exige la profesionalización de esta actividad, lo que demanda cambios profundos.

Si el país aspira a volver a un Mundial y desempeñar un papel digno es fundamental dar un giro, no solo haciéndose cargo de las fallas de las instituciones a cargo del proceso, sino también potenciar sobre todo el trabajo que se realiza con los juveniles, resultados que solo rendirán frutos en la medida que haya un trabajo bien planificado y se coloquen los recursos para ello. En ello es fundamental el rol de los clubes y de los mayores espacios que vayan abriendo a la proyección de sus divisiones menores, pero no solo en los esfuerzos particulares, sino en un mayor apoyo y coordinación institucional que cabría esperar de la ANFP.

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