Editorial
¿Qué nos mueve? Tratar de contestar esto puede ser eterno, sobre todo porque la respuesta variará radicalmente de una persona a otra. Pero cuando hacemos la misma pregunta en un contexto de diseño y decoración, que es el área que nos compete a nosotros, la variedad de respuestas disminuye, demostrando que casi todos aspiramos a lo mismo: casas bonitas, que se adapten a nuestras necesidades, con presupuestos reales y ojalá con un criterio estético amable, que nos invite a vivir cada uno de nuestros espacios de manera cómoda y, sobre todo, acogedora.
Con esto en mente, los artículos de esta edición tratan de aconsejar sobre utilización de espacios, cómo equiparlos y un tema no menor, las tendencias y cómo se generan. Esto último, quizás difícil de definir en palabras e imágenes, ya que una tendencia surge de la calle, de las necesidades de la gente, de lo que esperan de determinadas situaciones y de cómo uno se relaciona con productos con diversas sensaciones o intangibles, todo muy difícil de plasmar en papel. Hablar de una tendencia única es imposible, uno ve que surgen como olas, que suben y bajan en intensidad; reconocidas al principio solo por los más sensibles o avanzados en sus búsquedas, van creciendo a medida que más gente las adopta, para luego ir desapareciendo lentamente a medida que surgen nuevas, repitiendo el ciclo ‘ad æternum’.
Una tendencia tiene algo de moda, de economía, de sensaciones personales y colectivas, del cómo percibimos nuestro futuro; cómo queremos vivir, no de modo ideal, sino del que nos resulte cómodo. Porque si la economía está siendo cuestionada mundialmente, como ocurre hoy, lo más probable es que busquemos elementos y espacios que nos den refugio, que nos evoquen seguridad y que nos transporten a lugares alegres y acogedores, por eso durante los últimos años hemos visto el revival del vintage, de las texturas y de lo hecho a mano.
Definir tendencias de manera acertada es un tema apasionante, porque uno debe anticiparse a lo que la gente va a querer en años futuros, debiendo ser capaz de leer indicios de “lo que viene” en la calle, en un titular de un diario financiero o en el comentario de un crítico de arte, para luego procesarlo y transformarlo en conceptos concretos. Entregarles lo que no sabíamos que nos faltaba.
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