Espacios: Para que nada cambie
Así dice un letrero justo al llegar a East Hampton, ubicado a 150 km de Nueva York. Porque esta zona de veraneo no es solo yates, tenidas color pastel y juegos de polo. Es también un paisaje bucólico, con jardines desolados e inmensas fachadas coloniales que se fusionan con sus playas de mar helado. En estas líneas, un hábitat que se rinde ante su océano.
Producción: Matías Errázuriz/ Fotos: Christine Newman
Truman Capote pasó largas temporadas escribiendo en su casa de los Hamptons. Sin duda que tenía un don, y en eso estamos de acuerdo. Alguna vez alguien nos dijo que no hay artista que trabaje sin su musa, y fue la poesía de los Hamptons lo que cautivó a Capote.
Fundado hace 300 años, esta zona de Long Island es una franja ondulada de campos de papas, tierras de cultivo exuberantes que contemplan la marea. Sus molinos de viento suspendidos en el tiempo nos conducen a la era del Small Town americano. Es una comunidad agrícola durante todo el año, pero lugar de veraneo para Manhattan.
Los dueños de casa son una pareja neoyorquina con arrebatos por descansar. Van las cuatro estaciones del año, ¡cómo dejar de ir! Su interiorismo con aire marino, el jardín cargado de hortensias y los grandes ventanales que miran al mar son estímulos suficientes para huir.
La decoración está marcada por tonos suaves, neutros y varios toques de azul en sillas, cubrecamas y hasta en sofás. Muchas de las alfombras que recorren el suelo son de yute o de sisal, continuando esta línea amable y playera. En esta vivienda hay prioridad por los espacios comunes, no es casualidad que haya un comedor para diez personas. Aquí siempre hay invitados y por lo mismo se disfruta cada rincón. Simplemente no hay excusas para perderse un fin de semana bajo su techo.
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