Quincho/ Rancho
La vida es simple. Simple debe ser la vida. No hay segundas lecturas. En estas páginas hay un ejemplo notable de esta filosofía de vida.
Era una noche cálida de verano, una noche clara. La luna llena iluminaba los campos de Palmilla en Colchagua. El reloj marcaba las 03:34 a.m. Era el 27 de febrero del 2010. No hay más que decir. Todos sabemos lo que sucedió durante casi 2 minutos y 45 segundos. El panorama era desolador. Su casa, una antigua construcción de adobe, la que había albergado por 50 años en los terrenos de su familia, en el fundo Santa Victoria, yacía totalmente en el suelo. No quedaba nada de su historia, solo la tierra y escombros. De la noche a la mañana tuvo que empezar de cero.
Paleta Textiles y algunas maderas pintadas aportan el color a los espacios. Todo desgastado.
Este colchagüino decidió reconstruir, pero no en el mismo sitio donde yacía su antigua casa. Decidió simplificarlo. Desprenderse de lo mundano. Esta vez prefirió volcarse en las tierras donde pasaba la mayor parte de su tiempo: el fundo El Arrayán, que quedaba muy cerca de su antigua vivienda, apenas a 14 km -también en Palmilla-.
Distribución. Un gran espacio se convierte en diferentes ambientes. ¿Cómo? con una distribucion que propicia una doble circulación.
Allí el terremoto también había destrozado una antigua casa de inquilino de 1891, que usaba de taller. Aprovechando sus cimientos -lo único que quedó- armó lo que sería su nuevo refugio: un quincho-rancho. "Mi querencia", dice. Quería que fuera lo más sencillo posible. Un gran espacio común donde poder compartir y albergar su familia, además de la cocina y un dormitorio. Lo básico. Si algo quedó de valor -sentimental- se lo entregó a sus hijos. Tiene tres hijos y dos nietos, que viven en Santiago y Valparaíso.
Muros.
Diferentes objetos utilitarios se tomaron como piezas decorativas. Un ejemplo es la colección de rifles y revolver, un Winchester de 1800, o los cornos de caza.
Cuenta que el rancho fue recuperado gracias al apoyo de sus amigos, quienes muchos de ellos se encontraban en la misma situación, sin un techo, así como también de su familia y su entrañable compañera.
En su taller de talabartería, llamado Macho Overo, nos muestra los troqueles y las monturas 100 % hechas a mano con suelas curtidas al cromo y con tratamiento de aceite de pata de vacuno.
Francisco mantuvo el espíritu rústico y rescató parte de la identidad de la zona. De los escombros de su casa se reutilizaron diferentes materiales para la construcción. Por ejemplo las puertas son de la hacienda de Lihueimo y las pilastras de la iglesia San Francisco de Santiago.
El resto son detalles que le dan el espíritu campesino, aquella alma sencilla, de gran corazón y que abre siempre las puertas a un forastero. Un banco carpintero, una piedra de molino de San Fabián de Alico -usada a modo de mesa de centro-, sombreros de huaso, fuelles, morteros, piedras horadadas encontradas en el mismo campo, lámparas a parafina y astas de ciervo talladas por Francisco, pesas de balanza o simples canastos.
Cabaña de huéspedes. Una serie de láminas de caballos de raza decoran la cabecera de la cama.
En estas tierras disfruta de las cosas sencillas de la vida. Arrear los caballos -mezcla de andaluces y árabes- a la cima del Punta del Viento, donde puede admirar todo el valle de Colchagua; observar a sus animales, desde pavos reales, pasando por gallinetas, gallinas araucanas, hasta sus perros de caza, o su molino de viento; disfrutar de un asado campestre; ver el trabajo de talabartería en cuero en su taller, en la pesebrera o los incontables trabajos del campo. "De una vida simple", sentencia.d
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