La Semana Santa en Lihueimo y Chépica
Una procesión junto a la Virgen, para que todo el pueblo le dé el pésame, y un Vía Crucis con mantas de huaso de Colchagua. Espiritualidad a flor de piel.

Ocaso. Más de tres mil personas caminando en silencio, desde un simulado sepulcro de rocas hasta un huerto polvoriento, que imita a aquel de Los Olivos. La procesión la encabeza una imagen de la Virgen de luto. Y una vez en el pueblo, todos, uno por uno, niños, jóvenes y viejos, pasan a su lado, toman una cinta negra que cuelga de sus pies y la besan en señal de respeto. Al final, un aplauso. Acaba el funeral. La resurrección está cerca.
La Semana Santa se vive de manera intensa en diferentes zonas rurales del país. La escena descrita corresponde a la localidad de Lihueimo, ubicada en la Sexta Región, a 95 kilómetros de Rancagua, donde sus 600 habitantes se triplican en días como hoy. Allí, el trigo, las viñas y los ciruelos conviven a diario con rezos y escapularios.
"Somos una comunidad muy religiosa y desde 1930 que todos vivimos con el alma esta celebración", cuenta Segundo León (67), único diácono del pueblo.
El simbolismo parecen llevarlo allí a flor de piel. "El Viernes Santo hay una ceremonia llamada Las Tres Horas, que se hace a las 15.00 en punto, para recordar el calvario de la cruz, y tenemos también un sinnúmero de representaciones teatrales y procesiones", relata el catequista Nelson León. También advierte, orgulloso, que el sacerdote Carlos Irarrázabal, párroco de la iglesia de El Bosque, en Santiago, procede justamente de aquel recoveco de la zona huasa.
Lihueimo, sin embargo, no es el único pueblo con ese potente fervor religioso. Chépica, en la provincia de Colchagua, también se anota dentro de la lista.
Aquí llegan devotos de Quinahue, Las Arañas, Placilla, Auquinco y otras localidades, gracias a una fama ganada desde hace décadas: su Vía Crucis.
"Es muy impresionante el empoderamiento de las personas en sus papeles, la cantidad de kilómetros que caminan, la fe y amor que todos ponen en esta celebración", detalla su párroco, Claudio Fuenzalida.
Los soldados y otros personajes de esta representación muchas veces utilizan mantas de huaso de Colchagua y diferentes vestimentas típicas. Es la celebración más masiva del pueblo. Y el propio templo de Chépica mezcla motivos religiosos con adornos de Doñihue y pinturas de paisajes típicos de la zona.
Una situación similar se vive en la comuna de Buin, Región Metropolitana. "Más de dos mil personas participan de nuestras actividades, que se adaptan para que asistan las familias con sus niños", destaca el párroco del Santuario Inmaculada Concepción de Maipo, Domingo Muñoz.
Semana Santa. La religiosidad ya está en la calle.
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