Histórico

Los días en libertad de Cereceda

Hoy se cumplen ocho años de la mayor tragedia del Ejército en tiempos de paz, en que 44 conscriptos y un sargento segundo murieron en los faldeos del volcán Antuco. Patricio Cereceda, el único oficial condenado a una pena de cárcel en el caso, lleva un año y medio en libertad. Se divorció y vive con una pariente, creó una empresa de artículos geriátricos y se refugió en la fe.

"CUANDO VIVIAMOS en el norte, siempre escuchaba a un locutor de radio que decía que nadie estaba libre de ir a la cárcel. Yo siempre me preguntaba cómo podía ser eso: 'si uno hace bien las cosas, no tiene por qué ser así', pensaba. Pensaba también en mis hijos y en la formación que les habíamos dado, y nunca me imaginé que se verían enfrentados a una situación como esa. Y así fue", dice Antonieta Truan, madre del ex mayor (R) del Ejército Patricio Cereceda, condenado a cinco años y un día de prisión, por la muerte de 44 conscriptos y un sargento del Ejército, en los faldeos del volcán Antuco.

La mañana del 18 de mayo de 2005, el entonces comandante de batallón del Regimiento Reforzado N° 17 de Los Angeles estaba en el refugio Los Barros, junto a 432 militares que habían llegado hasta el volcán, para participar en ejercicios de instrucción. Esa mañana, Cereceda dio a 95 de sus hombres la orden de bajar marchando por la nieve para llegar al refugio Las Cortinas, unos 24 kilómetros más abajo. En el trayecto, los soldados -de dos compañías- cruzaron un estero, que los mojó hasta las rodillas, y luego enfrentaron una tormenta de viento blanco. Los 44 conscriptos, que vestían tenidas de género, murieron congelados. El sargento Luis Monares, que entregó su chaqueta de goretex a uno de los jóvenes, también perdió la vida debido a la hipotermia.

Hoy, al cumplirse ocho años, ésta sigue siendo la mayor tragedia de la institución en tiempos de paz.

Del alto mando del regimiento de Los Angeles, la vida de Cereceda es la que más cambio desde entonces. Fue el único de los tres oficiales condenados que cumplió pena efectiva de cárcel, ya que el coronel Roberto Mercado y el comandante Luis Pineda lo hicieron en libertad. Hasta fines de 2011 estuvo en Punta Peuco, cuando la Corte Suprema le otorgó libertad condicional. Hoy está divorciado, vive con una familiar en La Reina y sobrevive con la pensión que recibe del Ejército, a la que se suman los ingresos que percibe por una empresa de venta de productos geriátricos, que creó en diciembre de 2011. Sus compañeros de generación tienen grado de coronel, pero él -que ya cumplió 47- sólo tiene contacto con unos pocos. Hace ejercicio con frecuencia y se refugia en la religión, dicen en su entorno. A este ha manifestado que piensa con frecuencia en lo ocurrido, pero que mantiene su posición: que el viento blanco era un evento imprevisible y que, por lo tanto, no se lo puede culpar por las muertes.

"Lo perdió todo, pero felizmente ha tenido fortaleza", asegura su madre.

A los 16 años, Patricio Cereceda dejó el colegio Don Bosco, en Iquique, para ingresar a la Escuela Militar. Su núcleo familiar también era parte de esta institución: su padre pasó a retiro con el grado de mayor, mientras que sus tres hermanos también se convirtieron en oficiales. Actualmente, dos de ellos están en servicio.

En noviembre de 2005, Cereceda fue dado de baja. Llevaba 23 años de carrera y había pasado más de la mitad de su vida como militar. A sus 39 años, casado y con tres hijos, comenzó a planear lo que sería su vida fuera del Ejército. Antes de que la justicia lo declarara culpable de cuasidelito de homicidio e incumplimiento de deberes militares, Cereceda comenzó, "de manera incipiente", como dicen sus cercanos, a vender productos médicos para la tercera edad. En un blog en internet, creado en diciembre de 2006, promocionaba artículos geriátricos que podían encargarse por email y que eran repartidos a domicilio.

El negocio se vio suspendido con el inicio de su condena en Punta Peuco. En este lugar comenzó a escribir un libro de la tragedia, en primera persona. Según cuenta uno de sus amigos, Cereceda aún no concluye este relato, que califica de "muy personal".

Mientras estuvo preso recibió la visita sorpresiva de un grupo de familiares de siete de las víctimas de Antuco.

"En un viaje a Santiago aprovechamos de ir. No fue por caridad. Fue para convencernos de que estaba preso", dice Angélica Monares, hermana del sargento fallecido en Antuco y vocera de la agrupación de familiares de víctimas. "El me reconoció", recuerda Monares. "Nos dijo que había tenido ganas de hablar con nosotros, pero que no lo dejaron. Lo vi liquidado. Al final terminamos llorando juntos".

La noche del 3 de noviembre, Cereceda dejó Punta Peuco, luego de que, el 26 de octubre, la Corte Suprema le concediera la libertad condicional. Se había separado de su mujer y partió a vivir a casa de una tía en La Reina. En 2012 se oficializó su divorcio.

Cuando llevaba apenas un mes en libertad, el 9 de diciembre, y con un capital de un millón de pesos, constituyó una empresa individual llamada Comercialización y distribución Patricio Cereceda Truan E.I.R.L.", centrada en la importación, comercialización y distribución de productos médicos, óptica y contactología.

"Está tratando de rehacer su vida", comenta su madre. "Está en la vida civil, trabajando. Se defiende con eso, tiene una familia tras él, tiene a sus hijos y tiene que apoyarlos", añade. Según dice uno de sus amigos, actualmente, Cereceda "recibe una pensión de jubilación cercana a los $ 500 mil", más lo que obtiene en su negocio.

Hoy y como todos los años, tiene previsto participar en una misa en memoria de los 45 militares fallecidos. La ceremonia, que se realizará en el sector oriente de la capital, es de carácter familiar.

"Cada 18 de mayo él pide una misa. Esto ha sido siempre, cuando estaba preso y ahora que está libre también", dice Truan, quien enfatiza que su hijo se apoya en la oración para sobrellevar sus días. Según sus cercanos, "ésta es la forma en que él se hace presente" con lo que ocurrió.

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