Paula

¿Existe el secreto para vivir más y feliz?

Por estos días el español Francesc Miralles, autor de 'Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz', visitará Chile para dar una charla en el Hotel Magnolia sobre este concepto que mezcla propósito, bienestar y longevidad. En esta conversación con Paula, reflexiona sobre la necesidad de preguntarnos por qué vivimos como vivimos, qué pasa cuando no lo hacemos y por qué, a veces, responder puede cambiarlo todo.

¿Qué te hace levantarte cada mañana? La pregunta parece simple, pero la respuesta no siempre lo es. A veces se nos va la vida entre obligaciones, expectativas ajenas y rutinas automáticas, sin detenernos a pensar qué sentido tiene todo. Fue esa inquietud la que llevó a Francesc Miralles, escritor y especialista en desarrollo personal, a investigar el concepto japonés de ikigai y convertirlo —junto al japonólogo Héctor García— en un libro que ha vendido más de dos millones de copias en todo el mundo.

“Ikigai es una palabra japonesa formada por dos términos: ‘iki’, que significa vida, y ‘gai’, que significa merecer la pena. Por lo tanto, la traducción literal sería ‘una vida que vale la pena ser vivida’”, explica Miralles. Aunque también puede entenderse de forma más informal como “el motivo por el cual te levantas de la cama”. Desde la publicación del libro, la pregunta “¿cuál es tu ikigai?” se ha vuelto habitual en conversaciones cotidianas alrededor del mundo.

Y no es casual. En un mundo sobreestimulado y apresurado, preguntarse si estamos realmente alineados con lo que nos moviliza —con nuestro propósito vital— puede ser un acto profundamente transformador. “Es como una especie de check en el cual tú compruebas si estás en el lugar que te corresponde en el mundo”, dice Miralles.

— ¿Por qué crees que no todos nos hacemos esa pregunta, o que nos cuesta tanto contestarla?

—El hecho de que te hagas la pregunta no quiere decir que sea fácil contestarla. Pasa lo mismo con el clásico “¿quién soy yo?” de la filosofía griega, o con la práctica espiritual de Ramana Maharshi, que basaba toda su enseñanza en esa pregunta. Es fácil formularla, pero difícil responderla.

Por ejemplo, la gente joven no sabe para qué ha venido a este mundo: lo está descubriendo, lo está buscando. Y muchas personas adultas tampoco lo saben. ¿Por qué? Porque estamos tan metidos en el trabajo, en las obligaciones, en satisfacer a los demás, en las urgencias, en cumplir con las expectativas sociales, que uno no sabe internamente cuál es su propósito. Uno sabe dónde trabaja, qué horario tiene, cuándo debe pagar las facturas… pero no siempre sabe si está alineado con su talento más poderoso, con lo que de verdad lo mueve.

Los cuatro círculos del ikigai —lo que amas, lo que haces bien, lo que el mundo necesita y por lo que te pueden pagar— son pistas hacia ese camino. Y la respuesta no es definitiva: tu ikigai puede cambiar con los años. Puedes haber tenido un ikigai como profesora durante una etapa, y luego sentir que necesitas otra cosa. Y ahí empieza una travesía del desierto.

¿Y qué consecuencias tiene no hacerse esa pregunta?

—No hay nada malo en no hacerte esa pregunta. Hay gente que nunca se cuestiona nada: si le gusta su trabajo, su pareja, su estilo de vida. Pero esas personas son como robots, como engranajes del sistema. No tienen voluntad propia ni capacidad para salir del camino trillado.

Una persona puede no hacerse preguntas y morir feliz. Pero no habrá conocido gran parte del ancho de banda humano, de lo que un ser humano puede llegar a experimentar. No preguntarte por tu propósito de vida te acerca a ser un esclavo. En cambio, preguntártelo —y trabajar en ello— te permite ver si estás viviendo tu propia vida o la de otros. Hay personas, por ejemplo, que nacen en una familia de abogados, estudian derecho, trabajan en el despacho del padre… y a mitad de la vida se dan cuenta de que en realidad no era eso lo que querían hacer. El ikigai sirve para eso: para hacer un check y ver si estás en el lugar que te corresponde en el mundo.

¿Qué pasa con quienes dicen que no tienen tiempo para hacerse estas preguntas? ¿La vida moderna lo impide?

—No es nada difícil hacer esa pregunta. Solo necesitas media hora contigo misma en un café y una libreta. Puedes recorrer los cuatro círculos del ikigai: qué amas, en qué eres buena, por qué podrían pagarte, qué necesita el mundo de ti. Lo único que hace falta es tiempo. Pero tenemos terror a los espacios vacíos: llenamos la agenda de cosas, damos cita a todo el mundo menos a nosotros mismos. Ir a todas partes es fácil. Reservarte una hora para estar contigo misma es lo que cuesta.

Envejecer vale la pena

— Tu libro lleva por subtítulo: “Los secretos de Japón para una vida larga y feliz”. ¿Cómo se relaciona el ikigai con vivir más y mejor?

—Esa frase es el subtítulo del libro porque tratamos dos temas: el propósito vital y la longevidad. Lo que pasa es que, en las entrevistas y el desarrollo posterior, se ha puesto mucho foco en el propósito. Pero en realidad, cuando fuimos a Okinawa a entrevistar a los centenarios, no queríamos hablar solo del propósito, sino observar todos los ingredientes que hacen que comunidades como el pueblo de Ogimi sean las más longevas del mundo.

Eso incluye la alimentación, el ejercicio diario, estar al aire libre, los vínculos que se establecen entre las personas, el apoyo social… y también el ikigai. Son factores que no solo alargan la vida en términos de años, sino que la hacen más significativa. Envejecer vale la pena —usando esa misma palabra— si puedes seguir haciendo lo que te gusta, reuniéndote con tus amigos, teniendo energía, practicando deporte. Es una vida cualitativamente feliz.

— Muchas personas saben que les haría bien cambiar de hábitos, tener más propósito o dedicar tiempo a lo que aman… pero igual no lo hacen. ¿Crees que es solo una decisión individual o también hay responsabilidad social?

—Es una decisión individual. A mí, por ejemplo, me parece difícil estar cuatro horas viendo Netflix. Porque me siento idiota después. Estuve con mi hijo viendo la última temporada de El juego del calamar y sentí que había tirado seis horas de mi vida a la basura.

Eso también es difícil. Al final, todo se reduce a qué haces con tu tiempo. Una parte la dedicas a dormir, otra al trabajo, otra a cuidar a tus hijos si los tienes. Pero lo que cuenta es el tiempo que es para ti. ¿Cómo lo inviertes? Puedes dedicarlo a entretenerte, a hacer scrolling con el móvil, viendo vídeos de gatos o de perros… o puedes usarlo en algo que te impacte más profundamente, que te acerque a lo que de verdad quieres. No es algo que la sociedad deba imponer: es una elección personal. Hoy tenemos muchas opciones. El asunto es qué eliges tú para tu vida.

— ¿Y qué esperas que encuentren quienes vayan a tu charla en Chile?

—Lo que espero es que se lleven preguntas. Que se interesen, se entretengan, se inspiren… y que luego empiece el trabajo personal. Es una invitación a darnos espacio y a vivir más de acuerdo con lo que realmente somos.

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  • Quienes quieran inscribirse en la charla pueden encontrar más información en el siguiente link.

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