Marta Canio: una bufanda apretadita
En la Expo Osaka 2025, el pabellón de Chile se estructura en torno a un manto de 242 metros cuadrados tejido por 200 tejedoras mapuche, entre ellas las de la agrupación Witraltu Mapu. Las historias de estas mujeres muestran que, más que una técnica artesanal compleja y laboriosa, el textil mapuche es un lenguaje. Aquí una de ellas.
“Tengo 48 años y tejo desde los 14. Me enseñó una hermana de mi papá, la tía Margarita Canio. Ella tejía muy bien, pero le pagaban muy mal. Ofrecía sus trabajos en el terminal de buses; mantas y bolsas. Yo sabía hacer el tejido normal; ella me abrió el mundo del diseño, de las figuras y luego he ido aprendiendo sola, copiando”, cuenta Marta Canio Quidel.
Vive en el sector de Itinento, en una casa con jardín primoroso y decenas de gallinas kollonkas, las típicas mapuche, que ponen huevos azules y no tienen cola. Hay gatos, ovejas y un niño pequeño. Es su nieto al que hoy se lo dejaron encargado.
Marta tiene tres hijos, de 23, 18 y 13 años. Es suave, delicada y cariñosa, pero a la hora de tejer en su telar es vigorosa y golpea fuerte y metódicamente la lana con el ñirihue. “Es de madera de pellín y lo tengo desde los 18 años. Me lo regalaron mis papás al ver que yo era tan tejedora. Fue como un reconocimiento.
En esos años, todas las niñas tenían que aprender a tejer; el colegio, en cambio, no era tan importante como ahora. Yo llegué solo hasta octavo básico en la escuela del sector de Niágara, de donde es mi familia. Luego me casé y nos instalamos acá, donde mi marido, desde que lo conocí se dedica a la producción de frambuesas; ahora mismo anda en el campo, en lo suyo”, nos cuenta, sentada junto a la estufa.
Su marido, dice, es colaborador con su trabajo y siempre la ayuda a torcer la lana, y a torcer los flecos, a la hora de las terminaciones. “Es bueno en eso”. Ella dice que pulió su estilo y aprendió más a partir de los encargos del comerciante argentino del que varias otras artesanas nos hablan. “Ese caballero vende como antigüedades lo que varias de nosotras tejemos. Nos trae una foto y nos pide piezas muy precisas. Haciendo esos trabajos, he aprendido mucho del tejido de las mantas”.
Cuenta que la que había elegido en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago ya la había tejido antes a pedido de un señor de Cunco que quería hacer un regalo importante. “Por eso me pareció que no me costaría tanto, pero se la cedí a la Luisa, cuando ella dijo que quería hacer esa. Ahora tengo que estar todo el rato mirando en el teléfono la foto de la que estoy tejiendo para no perderme en el diseño”, explica mostrando la imagen en su celular, artilugio tecnológico que se ha vuelto clave para las artesanas mapuche actuales, tanto para recibir pedidos y vender como para fotografiar lo que van a tejer.
Marta es muy rigurosa para copiar lo que ve en las columnas hechas con figuras que no son meramente decorativas. Todas contienen poderosos y elocuentes mensajes y están llenas de contenido, por eso hay que ser muy responsable en la tarea de copiarlas. “Me encantaría saber qué significan los dibujos, pero no sé el sentido de muchos de ellos. Me falta ese conocimiento, pero lo que sí sé es combinar los colores y trabajar con mucha paciencia para hacer bien el diseño”.
Con todo lo que trabaja en el día en el huerto, el jardín y la casa, esta abuela amorosa se dedica al telar entre las 9 y las 11 de la noche. Y avanza a paso lento pero seguro, quemándose, eso sí, las pestañas a la luz de una ampolleta. La ilusiona que su hija menor, la de 13 años, quiera aprender. “La otra vez hizo una bufanda. Le quedó linda y me pidió que se la vendiera. Me dieron 15 mil pesos por ella; mi niña quedó feliz, porque ella esperaba 10 lucas. Pero lo mejor es que el motorista que la compró, la celebró por pareja y apretadita, dos virtudes de un trabajo bien hecho”.
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- Este testimonio es parte del libro Herederas de Llalliñ (2019) editado por Fundación Artesanías de Chile, que recopila 17 relatos de artesanas mapuche de las comunas de Chol Chol y Padre Las Casas en su camino por rescatar y reproducir antiguas piezas textiles resguardadas por el Museo Nacional de Historia Natural, que forman parte del lenguaje y la tradición de su pueblo. Por el valor de estas historias, estos testimonios son rescatados por Paula.cl, profundizando en la relación que ocho duwekafe sostienen con su witral (telar tradicional mapuche), cuya trayectoria las llevó a participar de “Makün: El Manto de Chile”: la gran obra textil que protagoniza el pabellón de Chile en la Exposición Universal Osaka 2025, que se desarrolla entre el 13 de abril y el 13 de octubre de 2025.
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