
Crítica de discos: Tame Impala, Javier Barría y Shiner siempre brillan
La banda australiana se vuelve completamente electrónica, mientras que el cantautor chileno revalida el viejo cancionero radial. En el medio, un grupo de culto que debería amplificar su arrastre.

*Tame Impala - Deadbeat
Nunca es fácil para la fanaticada cuando un artista rompe con la matriz que le dio fama, como un hijo que se marcha del hogar para no regresar jamás. Kevin Parker (39) sigue sin volver sobre sus pasos, en tanto se adentra cada vez más en un lenguaje que prescinde de los mecanismos revivalistas ácidos y progresivos de sus primeros álbumes.
Tensionado entre las fuerzas del rock y del pop, el multiinstrumentista australiano decantó por el presente colaborando con las máximas estrellas de la última casilla, incluyendo a Dua Lipa y The Weeknd, confirmando que sus herramientas subordinan lo análogo. Entre el pasado y el futuro, Tame Impala reitera con Deadbeat que la mirada persiste en lo que tiene por delante y no en el retrovisor.
La música de este nuevo álbum funciona toda en un mismo plano emotivo que parece celebratorio en ciertas formas, pero de tono triste. Parker acentuó el cisma de The slow rush (2020), cuando se declaró el quiebre con las alianzas guitarreras. Aunque hay algunos retazos de instrumentación tradicional, Deadbeat es un disco mayoritariamente electrónico que funciona impecable de comienzo a fin, y que pone de manifiesto la valentía del músico australiano por confiar en sus instintos, desechando los reclamos de quienes dicen que se ha vendido. Si se trataba de ganancias tangibles en dinero, era más seguro seguir haciendo lo mismo.
*Javier Barría - Un cariño antiguo
Con casi una veintena de títulos entre álbumes y epés, Javier Barría (45) retoma su carrera solista en pausa por sus labores como productor. Sin novedades desde Estación Pirque (2016), un título de contornos fantasmagóricos sobre lugares desaparecidos, este disco también alude al pasado pero escudriñando la memoria radial, una bandeja de entrada pop de romanticismo oblicuo.
Barría propone un cancionero que bebe tangencialmente de una era dorada del dial, en un rango de búsqueda parecido al de Cristóbal Briceño en Doler crece (2022), trabajos que se alimentan de músicas formativas ligadas a los gustos y la infancia. La narrativa compositiva es la de siempre: refinar influencias en beneficio de la canción.
En Tesoro hay funk y soul con detalles de bronces que rehuyen la cita revivalista. Iván y la emperatriz refleja el gusto de Barría por la raíz latina customizada con elegancia. Mi nueva canción es una balada romántica suavemente bailable de terminaciones soft rock, hasta que Festival rasguña acordes de los 60 con una letra a contrapelo del carácter plácido de la música (“aplausos que se sienten ligeros, secos de toda emoción”). Dominó incursiona en un rock sentimental de tonalidades blues con vientos y suaves teclados vintage, aportando una cuota de intensidad electrificada. Convertido en un visitante esporádico, siempre vale la pena detenerse en Javier Barría.
*Shiner - Believeyoume
En un mundo regido sólo por la calidad, Shiner (Kansas City 1992) sería una banda de culto mayor: el sonido abrasador, el peso de los instrumentos, la ejecución muscular y temperamental envuelta de melodías melancólicas proyectando paisajes vastos, siderales y crepusculares. Hermanados con proyectos que han expandido el rock metalizado hacia el shoegaze como Torche y Spotlights, Shiner regresa con un sexto álbum a un lustro de Schadenfreude, ticket de vuelta tras un largo paréntesis en estudio de 19 años.
Believeyoume arranca formidable con Asleep in the trunk, una relación desbalanceada -”cuando te acuestas, no sueñas conmigo, camino al trabajo, no estoy en tu mente”- que desbarranca hacia el crimen. The Mutiny se contiene durante un minuto y 40 segundos mientras las guitarras ganan tensión, hasta desatar una tormenta empujada por una batería colosal para el relato de un motín a bordo. La nostalgia de Endless summer acaricia la juventud cada vez más lejana mediante un power pop recargado que persiste en Lazarus.
La guitarra que se deforma en cámara lenta en Not too much es sencillamente brillante, y Broken satellites se convierte en una sinfonía triste de corte apocalíptico, hasta el cierre con Jackie y su aroma a Dinosaur Jr. En el mundo real, Shiner tiene apenas 34 mil oyentes en Spotify, atentos a un proyecto destinado al link singular entre distintas especies.
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