A Beautiful Confluence: el encuentro del lenguaje universal del arte
Las conexiones entre la Bauhaus y el arte precolombino explora la muestra dedicada al trabajo de Anni y Josef Albers en el MUDEC de Milán.
En 1933, cuando la Bauhaus es clausurada por el régimen nazi, Anni y Josef Albers emigraron a Estados Unidos, como muchos artistas europeos y docentes de la misma escuela, Gropius, Moholy- Nagy o Mies van der Rohe.
Ella, profesora en los talleres de textil, y él, del curso preparatorio y del taller de carpintería, en Weimar y Dessau, encontrarían al otro lado del Atlántico un espacio estimulante para una nueva etapa creativa. A través de sucesivos viajes de vacaciones por el continente americano descubrirían -como Josef le cuenta en 1935 por carta a Kandinski- “la tierra prometida del arte abstracto”, refiriéndose a México.
Esta relación con el continente nuevo, con el arte precolombino, es lo que presenta hasta el 21 de febrero el MUDEC, Museo de las Culturas del Mundo en Milán, en “A Beautiful Confluence: Anni y Josef Albers y el mundo latinoamericano”.
Es una confluencia que a primera vista podría no comprenderse si se piensa en los principios de la escuela alemana racionalista a la médula y funcional. ¿Qué vínculo podrían encontrar los Albers con el arte precolombino? Para ellos, los mismos postulados de la Bauhaus en el fondo ya habían sido plasmados magistralmente en América siglos antes de que Europa, moderna y siempre a la vanguardia, los teorizara. Como explica Nicolas Fox Weber, curador de la muestra y presidente de la Fundación Josef and Anni Albers, lo que impresiona al matrimonio no es tanto la geometría, la potencia del color o los conceptos de una cultura diversa, sino más bien un sentir común, una misma búsqueda respecto del placer visual de un modo libre de personalismos. Observando el trabajo anónimo de un artista indígena, Anni señaló en un minuto que ya no estaban más solos. “Los Albers se sintieron atraídos por la honestidad y el anonimato del arte precolombino. Les encantó la idea de la ausencia de ego artístico, ninguna referencia al mismo, sino más bien un ojo para el diseño y el color. Esto era similar a sus ideales Bauhaus: arte para todo el mundo, la belleza agraciando todos los ámbitos de la existencia terrenal”.
PLACER VISUAL
Anni y Josef se encantan, hacen 14 viajes a México y otros tantos por Sudamérica. Documentan meticulosamente todo lo que ven, en un registro casi arqueológico. Fotografías, textos, objetos, artesanías. Josef llegó a reunir 283 figuras Chupicuaro, muy similares todas, ya interesado en la repetición como motivo, que llevará a su máxima años más tarde con su trabajo más conocido: “Homenaje al Cuadrado”. Pero si bien Anni reconoce tomar influencias de esta cultura -como señala en su libro “On Weaving”, dedicado a “mis grandes maestros, los tejedores del antiguo Perú”-, Josef, explica el curador, no fue tan claro al respecto. “La cuestión de cómo su investigación alimentó su propio arte tiene que permitir un cierto misterio. Todos nos sentimos inspirados por muchas cosas que vemos. Anni y Josef pudieron admirar profundamente una libertad con el color, un ojo para el ritmo; ellos pueden haber sido impresionados sutilmente de diferentes maneras. Anni me dijo que ambos fueron afectados por la arquitectura florentina, en su luna de miel; que la parte superior de la Catedral de Florencia y algunas de las fachadas geométricas llevaron a la similitud en sus tejidos y su trabajo de cristal en 1926; Josef se molestó con esto que ella dijo y afirmó que no era cierto.
¿Cómo saber? Creo que ella estaba en lo cierto, que hubo un efecto sutil, estoy casi seguro de ello, pero Josef siempre negó influencias, mientras que Anni estaba dispuesta a reconocerlas”.
“Beautiful Confluence” exhibe estos objetos y fotografías que los Albers van recolectando en sus viajes junto a obras propias que produjeron y también otras de la colección Balzarotti, por ejemplo, o de la colección permanente del museo, para poder observar los cruces entre estos trabajos tan cercanos en esencia como distantes en el tiempo. Son 180 piezas de la colección de la pareja, fotos de arquitecturas andinas, tejidos, plumas, cerámicas, dos culturas diversas unificadas en un sustrato común, un sentimiento profundo de fraternidad con estos artesanos y sus obras. “Encuentran en común el amor, el placer, el deseo de buena artesanía, la alegría del color, el ritmo de forma geométrica, el deseo de un lenguaje visual que no tiene nada que ver con las palabras; el deseo de crear placer visual”.
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