Art de vivre
Así resume Meilin Bristiel la razón de su vida en Marsella. El arte de vivir, en todo el sentido de este concepto, para el que todo es relevante: viajar, comer, conocer, crear y hasta decorar; la fórmula para lograr que el goce inspire genuinamente. Nada más.
Puede uno haber recorrido el mundo entero, sus rincones más lindos y apacibles, pero cuando se llega a un lugar que inspira por su belleza, gente, estilo o simple modo de vivir la vida, aparece una fuerza interior que motiva a estar ahí, a permanecer. Somos capaces de dejar todo en razón de ese clic, por esa vuelta de página en nuestra historia que nos llevará a nuevos rumbos, otro destino. Así fue lo que vivió la decoradora franco-chilena Meilin Bristiel, quien habiendo vivido en más de cinco países, incluido Chile, hace algunos años eligió quedarse en Francia, en Marsella, para ver crecer a sus dos hijos, Alexandre y Aela, y desde esta región de La Provenza, continuar con su trabajo de arquitectura interior y decoración que también tiene presencia en Chile con su tienda Mei Line, ubicada en el barrio Brasil.
"Ambientar este departamento significó de alguna manera una reconstitución histórica. El edificio fue levantado luego de la Segunda Guerra Mundial, en la época de la reconstrucción de los años 50, por el arquitecto Auguste Perret, quien innovó mediante el uso del hormigón" cuenta Meilin Bristiel.
Esta ciudad portuaria situada al sur de Francia, en la costa mediterránea, conocida por sus calanques, conjunto de imponentes fiordos compuestos por rocas blancas, bahías y aguas de color turquesa, además de su gente amable, aire costero, viñedos y mariscos frescos, fue el cuadro que cautivó a Meilin y a su marido Christophe.
Esta localidad, la segunda ciudad más poblada de Francia, con 860 mil habitantes, reúne además una mezcla arquitectónica increíblemente variada: medieval, por sus dos enormes fortalezas que velan la entrada del puerto; italiana, por el popular barrio Le Panier, similar a Nápoles con sus tiendas, panaderías y ferias artesanales al aire libre, y parisino, por su centro histórico, en donde predominan edificios de estilo haussmannien e incluso moderno, por algunas inconfundibles construcciones que proyectó Le Corbusier en la década de los 60.
Arquitectura y buenos espacios. Muebles restaurados de la tienda Mei Line en Santiago, elementos de la marca de diseño francesa Cinna y lámparas de Ikea, son parte de la ambientación de este departamento ubicado a orillas del mar en la ciudad francesa de Marsella.
Este lugar lleno de historia cautivó a Meilin. Y lo mismo ocurrió con el octavo piso del departamento de 100 m² donde hoy vive a orillas del mar. Según ella, ambientar este lugar significó una reconstitución histórica. El edificio se construyó, en hormigón, luego de la Segunda Guerra Mundial, un acto moderno por donde se le mire. A esto se le sumó "todo el mobiliario restaurado que traje desde Chile y que también corresponde a esa época", cuenta Meilin.
Este departamento es de otro tiempo, un vintage de verdad, con la media justa de acentos nórdicos. Lo vintage, que tanto le gusta a esta decoradora, y que ella misma se encarga de obtener mediante el reciclaje de elementos que marcaron una época. "Todo el piso está constituido por un granito original muy bien conservado, de agradable textura y color que te permite andar descalza, que además combina muy bien con los muebles reciclados que fui incorporando, todos de lingue y raulí", dice.
Todo el piso del departamento es del granito que originalmente tenía el departamento, y está en perfectas condiciones; de hecho su colorido dio el pie a Meiline para combinar los muebles reciclados de lingue y raulí que viajaron con ella desde Chile.
Para lograr estos resultados, sea en su casa o en los proyectos en los que trabaja, Meilin viaja, y mucho. Recorre, camina e investiga. Londres, Milán, París y Santiago son sus destinos más concurridos, en donde adquiere ideas, telas, revistas de decoración y diferentes objetos.
Un estilo de vida, una forma de mirar el pasado y vivir el presente. En resumen, art de vivre, como reitera Meilin en sus respuestas, traduce, sin miedo a exagerar, lo que algunos llaman alma.
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