Ciclo de vida
Ha habido varios intentos hasta ahora por medir el ciclo de vida de las edificaciones, es decir saber la cantidad de energía involucrada en toda su existencia o bien determinar cuánto CO2 se libera en este tiempo, desde que se gestan hasta que se desmantelan (desde la cuna a la tumba). Esto incluye la energía para producir los materiales, su transporte hasta la obra, traslado de trabajadores, también mantención en clima y equipos varios, aseos, reparaciones, modificaciones, etc., hasta su muerte, contabilizando cuánta energía se empleará en su demolición, reciclaje de partes, transporte de escombros, entre otros. En principio todo parece razonable, pero es discutible el ‘cómo’ se mide, en especial hacer proyecciones de cuánto gastarían durante su vida útil, pues con los avances tecnológicos (en equipos de clima, ascensores o transporte) son cada vez mejores y más eficientes, el desarrollo tecnológico hace difícil prever tantas variables.
El otro gran problema ha sido establecer la cantidad de tiempo que define un ciclo de vida: 20, 100, 500…o más años. Por ejemplo, una pirámide egipcia, de más de 6.000 años, aún no cumple su ciclo de vida y ojalá no lo cumpla; pues lejos lo más sensato es que lo que se construya nunca se demuela. Otro ejemplo, y opuesto tal vez, sería el de una edificación sumamente ‘sustentable’ (a estas alturas sea lo que sea que signifique) que estuvo operando por unos pocos años, debe demolerse por algún cambio normativo o expropiación para hacer una ciclovía. Este caso originalmente estuvo ideado para durar varias decenas de años, pero debió demolerse en mucho menos. No olvidar que para que algo demuestre que es energéticamente eficiente debe funcionar por un período relativamente largo, si no, no es rentable (un ampolleta tipo led que durara un día sería una pésima solución).
Otro aspecto contradictorio para el análisis del ciclo de vida (ACV) es que generalmente a los muros de ladrillos se los estuca con cemento, mejorando su resistencia estructural y térmica, acción que hace casi imposible su recuperación posterior. Otro ejemplo, los aceros se protegen contra la corrosión o incendios con productos muy difíciles de separar; en ambos casos al material base se lo hace más seguro, pero por otra parte se complica su recuperación o ciclo de vida.
El ACV finalmente no proporciona ninguna solución precisa, es muy complejo por la cantidad de variables que se involucran, pero al menos su pensamiento dedicado ayudaría a tomar decisiones algo más responsables.
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