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Espacio: Por instinto

Desde la guata. Todo en esta casa viene de un susurro del alma de sus dueños, nada fue preconcebido. Hicieron este descubrimiento hace doce años en Providencia, vida de barrio, una casa de estilo francés, refaccionada en su justa medida. Y la espontaneidad es el primer y último concepto de su definición.

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Desde que llegaron notaron su templanza afrancesada, un estilo que aún se conserva en algunas capitales de Sudamérica, Buenos Aires por ejemplo, y Santiago, en una menor escala. Esta casa, blanca, elegante, sencilla y equilibrada. No hay nada de más en su fachada, mientras los árboles que la enfrentan, agudos y con varios años de vida, se mueven en primavera como si quisieran esconder lo que allí dentro se guarda.

Aquí viven Laura y su familia, y según ella relata, llegaron a esta casa y se enamoraron. “Estaba en pésimas condiciones, había un basural en el patio. En este punto reconozco una intuición total, apenas llegué supe que esta construcción correspondía a un estilo de casa importante, y sí, me imaginé el proyecto real. Esta casa era. Mi marido es arquitecto y de algún modo tuvo la visión de transformación. No le hizo grandes cambios, pero la optimizó al máximo, hizo crecer los espacios de forma poco invasiva. Luego vinieron las ampliaciones del tercer piso y la terraza sobre el techo. Y nuestra querida cocina, que se volvió fundamental, ningún otro espacio pudo competir con ella. Quizás por su vista al jardín, por su orientación; en ella pasamos la mayor parte del día”, precisa Laura.

Armonía, color y escala

La decoración de esta casa no tiene muchas pompas, sin embargo tiene éxito en su distribución, la escala de los elementos y ese blanco que predomina en cada espacio. Aquí nada sobresale por sí mismo, de hecho hasta Laura piensa que cualquier día podría botar todo, que no se apega a nada -salvo las obras de María Luisa Vidaurre-. Lo que importa en este caso son los detalles arquitectónicos que venían con la casa, la extensa forma de las ventanas, por donde entra una luz tenue, exquisita y acogedora. Aquí la decoración apela a un instinto de armonía más que a otra palabra; los colores que se usaron para cubrir sofás, mobiliario, repisas, y el arte que se manifiesta en fotografías y en pinturas, son tenues, casi desapercibidos. Y esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cuál es el humor de esta casa? Tal como son sus propietarios: relajados y elegantes, simpáticos y espontáneos, sencillos pero con sentido del humor.

No solo el color nos dice mucho sobre quienes viven aquí -de hecho se sabe que los colores despiertan ciertos rasgos psicológicos, un rojo fuerte no es lo mismo que un verde apagado. Los colores pueden ser alquimistas de nuestro ánimo-; también las texturas, entre el parqué bien mantenido, los detalles azarosos y el blanco celestial.

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