MasDeco

Hacer camino al andar

Tessa Aguadé lleva un ADN potente, cargado de diseño y arte. Esto junto a la aproximación innata por la cultura que comparte con Julio Jung, su marido, son elementos que anticipan que el departamento en el que vive es un almacén de historias y recuerdos.

1036917

Con unas botas moradas más arriba de la rodilla y un vestido de diseño nos recibe Tessa Aguadé. “Me lo compré en Barcelona en una tienda que se llama Desigual -donde ninguna prenda es igual a la otra-, que a Julio le encanta”, se sonríe Tessa.

Siempre a la vanguardia, esta diseñadora y product manager de Muebles Sur, hija de Cristián Aguadé, creador de la emblemática tienda, y de la pintora Roser Bru se pasea por su penthouse en Providencia supervisando cada paso que se va a dar en la sesión de fotografías y haciendo ver que cada objeto está dispuesto en los espacios por un sentido y que retirarlos o cambiarlos de lugar es mostrar algo que ella no es. “Hay ciertas cosas que las tengo y que no me fascinan tanto, pero están porque son parte de mi historia. No me interesa vivir adentro de un museo, me encantan los muebles modernos, actuales, pero en pequeñas cantidades, porque si no los lugares se transforman en casas perfectas, que no son de verdad”, dice con convicción.

Entre tanto ajetreo, su marido, el actor Julio Jung, no encuentra lugar para concentrarse en los textos que está estudiando para la obra La Casa de los Espíritus -ya estrenada en el teatro Mori- y parte rumbo a un café del barrio.

Eso es lo rico de Providencia, comenta Tessa, que tiene algo de europeo, el cuento de los cafecitos, salir a caminar y que nos recuerda un poco la vida que hacíamos en Barcelona”, cuenta con cierta nostalgia.

Fueron cinco años que el matrimonio vivió en la capital de Cataluña, cuando nombraron a Julio agregado cultural en España, y volvieron el 2005 decididos a comprar en el barrio donde ambos curiosamente vivieron su infancia, en casas ubicadas en la misma calle del edificio.

Después de adaptar los espacios de este penthouse a su estilo de vida, que requería menos recintos, pero mayor libertad en las superficies, lo que implicó básicamente botar algunos muros, vino la tarea de armar la decoración. Ahí fue entonces donde, entre cariños y discusiones, se ajustó el rompecabezas.

Previo a vivir con Julio, Tessa confiesa que era mucho más purista, sobre todo antes de enviudar del escultor Carlos Ortúzar, que era muy rompedor para la época, “pero con el tiempo uno va acumulando recuerdos y Julio es cosista, cachurero, lo que hace más difícil lograr ambientes limpios”, comenta esta entendida en ambientación.

El estilo design que Tessa lleva impregnado en la sangre, con los muebles modernistas que su padre comenzó a diseñar el año 45 en Chile y el mundo del arte contemporáneo en que creció junto a su madre, hacen que le cueste asimilar el estilo más ampuloso, como el del boulle barroco de la entrada, que es aporte de Julio. “No es la tendencia de mueble que me gusta, pero tuve que integrarlo a mi vida porque era parte de Julio”, dice. Es justamente ese cruce el que hace más entretenidos los espacios de este departamento y que revela dos importantes personalidades de quienes lo habitan.

El tema de la trascendencia versus la inmediatez en la decoración es algo que claramente sirve para ejemplificar cómo la primera práctica acompaña el espíritu de este departamento. Elementos que se han ido atesorando con el tiempo, que te hablan y cuentan por qué están ahí, elementos a la vez que no son desechables, sino que perduran por su buen diseño, manufactura o tradición. “Me gustan las cosas que tienen un pensamiento detrás, ya sea en el arte o el diseño, las cosas que no dicen nada es porque son inconsistentes. Cuando un diseño es logrado no pasa de moda”, y agrega una frase de Dalí: “lo que pasa es lo que está de moda”, concuerda Tessa.

Lo mismo sucede, según ella, con la calidad de las cosas: “Aquí tu ves la mesa de comedor de Le Corbusier y las sillas italianas traídas de Barcelona de Philippe Starck, o el par también de Starck que están en el living, todas originales, son cosas que te acompañan por siempre, pero las imitaciones chinas no son lo mismo, al poco tiempo tienes que cambiarlas”.

La cantidad de cuadros que tapizan las paredes y los otros tantos que deambulan por el suelo, tras el remezón del terremoto -“esperé las últimas réplicas, para colgarlos”, dice-, además de esculturas, son obras de connotados pintores, que a su vez conforman el núcleo familiar o amistades, como Roser Bru, Carlos Ortúzar, Nemesio Antúnez, Lucía Weiser, Iván Vial, Lise Moller, entre otros. Muchos de ellos forman parte de un ambiente artístico y cultural, en el que Tessa creció.

“Mi familia llegó de la guerra civil española y vivieron al principio en este núcleo, con gente ligada al mundo intelectual. Mi madre, Roser Bru, le hacía una comida catalana a Neruda cada vez que iba a la casa”, recuerda. De esa forma, para ella la cultura, las artes y la estética son algo natural, que con Julio comparten y disfrutan día a día.

¡Oferta especial vacaciones de invierno! ❄️

Plan digital $1.990/mes por 4 meses SUSCRÍBETE

Servicios