Huerta: aprender haciendo
Llegaron tímidas, sin embargo hoy ya son una tendencia. Bien se sabe que las actividades agropecuarias que se realizan dentro de zonas urbanas reducen la huella generada por la conservación y transporte del alimento, teniendo en cuenta que la mayoría de los que consumimos en las ciudades recorre largas distancias para llegar a nuestros platos. Las huertas urbanas permiten producir y consumir localmente, y al mismo tiempo incrementan las áreas verdes en las ciudades. Y la lista de beneficios continúa. Además de transformarnos en ciudadanos más responsables, disminuyen las compras en el supermercado, unen a la familia e incrementan los beneficios nutricionales. Y además es algo fácil, solo se necesita dedicación. Se debe buscar un área con bastante sol, agua y tierra adecuada para plantar. Si se tiene mascota, es aconsejable cercar el lugar. Lo demás se va dando con amor. Un acto que se hace realidad, sencillamente, en estas 3 huertas.

La huerta de Teresa Edenholm es inmensa y consolidada. Todo comenzó de un modo espontáneo, cuando Teresa y su familia vivían en Nueva York y decidió hacer un pequeño intento en su casa de fin de semana en el Hudson Valley. “Ahí empecé y me gustó. Cuando llegamos a Santiago siempre pensé en hacerme una huerta, hasta tener la que tengo hoy. Leyendo, YouTube, más bien he ido aprendiendo haciendo. Todo es orgánico, no utilizo químicos. Ocupo tierra de humus, tierra de hoja de buena calidad. Si hay un bichito uso agua con jabón o agua con ajo para atacarlo. Tengo muchas variedades de flores, tomates, zapallos y hojas comestibles. Un poco la idea es que una planta proteja a la otra, y así funciona la huerta. Por ejemplo, tú plantas el tomate con la albahaca, porque de alguna manera la albahaca protege la planta del tomate. Lo que más molestan son las babosas, y esas las cazo a mano con unos vasitos con cerveza, se caen y se ahogan ahí. La clave es sol, agua y observarla, hacerlo con cariño. Es un rito venir para acá, me relaja.
Hacemos ensaladas, que tienen otro sabor. El kale
-primo del brócoli y del repollo, que se está poniendo de moda en Chile-, que también lo cultivo en mi huerta, lo uso bastante para jugos, es supernutritivo. También hago regalos, mis niños hasta hacen negocios (ríe)”.
Pasión por la cocina
Felipe Marambio no recuerda con exactitud cuándo empezó a cocinar, pero hoy es algo que practica todas las semanas. Fue precisamente ese amor loco por los alimentos lo que lo impulsó a crear una huerta en su casa, decisión que también le ha dado otros frutos, no solo en la cocina. “Todo parte por sembrar en la época adecuada y en el lugar apropiado para cada producto, según sus necesidades de luz y sol. Los riegos los tenemos automáticos pero en un circuito independiente. Primero utilizábamos solo maceteros de distintos tamaños, algunos con riego automático y otros manuales, pero desde hace 4 años incorporamos la huerta en tierra. Esta temporada tenemos ají cristal, cebollines, rabanitos, albahaca verde y morada, orégano, ciboulette, tomillo, cilantro, perejil, romero, salvia y varias otras hierbas. En otros años hemos tenido tomates, pepinos, zanahorias y zapallos italianos (…) Siempre sembramos con mis hijas, ya sea semillas o almácigos. Solo el hecho de ver todo el proceso, cómo van creciendo, hasta cosecharlos y utilizarlos en un plato, es un aprendizaje. Mis hijas saben y gozan del hecho de poder alimentarse de algo que ellas mismas sembraron meses atrás.
La cocina ha sido una gran pasión toda mi vida y tener ingredientes frescos a la mano hace una gran diferencia. Los aromas y sabores del producto recién cortado son incomparables y es algo que todos en la casa disfrutamos. Me gusta ese tipo de cocina que respeta los ingredientes y los utiliza según cada época del año.
Al final es la misma naturaleza la que te va mostrando el cómo mantener la huerta mediante prueba y error. Eso es lo más bonito de todo esto, siempre se va aprendiendo algo nuevo y cada año es diferente según las condiciones de clima o el cuidado que uno le dedicó”, explica Felipe.
"Se mantiene un equilibrio sin nada químico"
El sol abunda en una mañana de jueves en El Arrayán, y Tamara Jiménez junto a su hija Ema nos enseñan su huerta. Una huerta salvaje, pero sabia en su funcionamiento. Tamara nos cuenta que aunque no es ortodoxa, sigue los principios del método de agricultura natural del japonés Masanobu Fukuoka, que entre sus principios destaca no arar la tierra -para así mantener la estructura y composición propias del suelo-, no usar abonos ni fertilizantes, entre otros puntos. "Además de Fukuoka, me asesoró mi amiga permacultora Marcela Backit. Lo que siempre me dijo es que debía estar ubicada full sol, y la puse al lado del río porque humedece un poco. La huerta está semiencajonada, lo que ayuda a mantener mejor la humedad. Fukuoka además deja que las plantas sigan su curso natural porque así estimula a que se equilibren los ecosistemas. Mientras salen más flores llegan más abejas a polinizar, también vienen las chinitas que ayudan mucho a comerse los pulgones (…) Tratamos de cosechar los fines de semana, y en la semana bajo con la Ema y sacamos lo que vamos comiendo. Si vamos a comer tomates, sacamos unas hojitas de albahaca, rúcula para acompañar las ensaladas, las acelgas para hacerle la comida a ella… La Ema se entretiene y está en contacto con la naturaleza; tiene una cercanía con los alimentos, de cómo nacen, de cómo se siembra. Ella tiende a sacar las flores porque le encanta olerlas, pero le enseñamos que las tiene que dejar ahí, que son las casitas de las mariposas que vienen, de las abejitas.
En nuestra huerta se mantiene un equilibrio sin usar nada químico. Es orgánica 100%. Mis almácigos son orgánicos, el compost que hice es de fruta también orgánica; las semillas que compro son de la feria orgánica de La Reina", detalla.
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