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Pabellón, pero playero

Espacialmente se construye un VACÍO CENTRAL, que se abre hacia la explanada, potenciando el pabellón como soporte y contenedor de las dinámicas familiares.

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‘Pabellón’ suena a espacio de exhibición o de homenaje. Pero Álvaro Cortés y sus socios de PAR Arquitectos llamaron así a esta estructura para dejar claro que es mucho más que un quincho. La apellidaron ‘de playa’ para bajar la solemnidad, porque finalmente lo que ocurre ahí son encuentros de una familia bastante numerosa (para todas las edades en el día, para los adultos durante las noches), baños de piscina y tardes tomando el sol.

Los dueños de esta casa de Zapallar tienen hijos entre los 35 y los 20 años. No querían despertar a los nietos pequeños cada vez que se reunieran para un asado o cuando invitaban a amigos. Pidieron a PAR una construcción aislada; en un jardín de 1.500 m² no encontraron impedimentos para hacerlo.

La casa ya tiene alrededor de 15 años y se ha ido ampliando con el crecimiento de la familia. Sin un carácter estrictamente definido, más bien híbrida, los arquitectos decidieron no aludir a ella y seguir una línea de diseño distinta. Ya mencionamos que es una construcción aislada, al fondo del jardín, contigua a una piscina ya existente. Desde fiestas patrias del año pasado, el pabellón de playa reemplaza una estructura precaria, una especie de parrón con una parrilla en obra, bastante poco acogedora y fría en las tardes. “No queríamos armar un nuevo edificio al lado de una casa. Resolvimos trabajar un elemento expresivo: un cruce de tres vigas apoyadas por una especie de quillas que articulan el proyecto de una manera bastante escultórica. Se configura el pabellón a partir de este gesto, el apoyo de estás tres cerchas reticuladas y forradas”, explica Álvaro Cortés. Se trabajó con mucho énfasis en dejar los encuentros y los apoyos de las carpinterías a la vista, para que de algún modo dieran aires playeros.

Espacialmente el proyecto se constituye como un pasillo central que se extiende hacia una explanada dura para generar una relación permanente entre interior y exterior. Tiene como soporte un muro de hormigón a la vista en el fondo, que además permite componer la parrilla, una banca en obra y la chimenea. Este muro actúa como biombo y tras él se encuentra la cocina, con una bodega, y por el otro lado hay un camarín y un baño con puertas correderas.

El problema de la poca luminosidad y el frío se resolvió integrando trasparencias como lucarnas, una justo sobre la parrilla y la banca en obra, y dos cajones cuadrados que sitúan el estar y el comedor. Se privilegiaron materiales nobles, de fácil mantención, pero sobre todo resistentes a la intemperie y salinidad del aire. Toda la estructura es de pino oregón cepillado y secado en cámara. Las tres vigas negras -que Álvaro llamó escultóricas- son de acero reciclado y forradas en  madera. El palillaje y los cielos también son de pino oregón, machimbrado y pintado al albayalde en el caso de los techos. En los pavimentos se usó mármol travertino de distintos anchos y en la plataforma para tomar sol se reemplazó el ladrillo por batuco gres, que aporta rusticidad y combina muy bien con unas jardineras existentes.

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