Crítica de cine: Séraphine
Ocurre por lo general que el cine basado en hechos reales resulta peligroso. Puede caer en remilgos de la peor especie y calaña. Si a este cine le sumamos el hecho de estar basado en la vida de un artista con problemas sicológicos, debemos vestir chaleco antibalas y máscara de gas. Séraphine tiene todos estos elementos, pero el miedo al descalabro pronto se desvanece. Basada en la vida de la pintora Séraphine de Senlis, el relato nunca cae en los lugares clásicos de locura exacerbada o de sentimentalismo barato. Esto no es Terry Gilliam, gracias a Dios.
Por el contrario, tiene la sabiduría para alejarse y observar los hechos sin tomar partido o hacer juicios, logrando momentos de un lirismo rara vez visto y utilizando la palabra, en especial en el personaje de la protagonista, una genial Yolande Moureau, de manera mínima, dejando al espectador sentir lo que desea, más que sometido a un discurso, llegando así a momentos epifánicos y de gran be-lleza. Séraphine es un logro y en días donde reinan películas en las que se habla mucho y se dice poco, este relato viene a comprobar una vez más que el cine puede transmitir mucho más con un silencio que con mil palabras.
Dirección: Martin Provost. Con: Yolande Moureau, Ulrich Tukur, Anne Bennet. Duración: 125 minutos. Género: drama Producción: Francia/ Bélgica/ Alemania, 2008. Calificación: Todo espectador.
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