Histórico

Primer vínculo espontáneo entre madre y recién nacido es vital para el futuro

<img height="15" alt="" width="50" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193770.jpg " />El problema es que muchas mujeres disponen de tal cantidad de información o se sienten tan inseguras de su desempeño, que dejan de lado lo más básico: su propio instinto.

Cuántas veces hemos escuchado que no hay que molestar al animal cuando pare a sus crías; hay que dejarlo solo, para que limpie, alimente y le enseñe al recién nacido a defenderse de las adversidades del mundo donde tendrá que sobrevivir. En los humanos sucede lo mismo. O, al menos, debiera suceder. Cuando la mujer recibe a su hijo en la sala de parto, le entrega tres valiosas armas para valerse desde ya por sí mismo: protección, alimento y amor.

Este primer vínculo espontáneo que experimentan todos los mamíferos con el fin de resguardar la especie, es denominado por los estudiosos "apego seguro" y, según explican, tiene incidencia directa en la salud física, emocional e intelectual futura del ser humano.

Según consigna un artículo de la Sociedad Chilena de Pediatría, en los tres o cinco minutos posteriores al alumbramiento, el recién nacido se encuentra en un estado de alerta que puede llegar a durar una hora; en ese lapso, mira directamente a los ojos de su madre mientras ésta lo toca y le habla cariñosamente. El pequeño mueve sus ojitos, sus manos y, por lo general, llora. Ese llanto estimula en la mamá la secreción de prolactina y oxitocina, conocida esta última como la hormona del amor. Ambas hormonas hacen erectar el pezón hacia donde ella lleva la boca de su hijo para darle las primeras gotas de calostro, un combinado excepcional de linfocitos T y B que le entrega al pequeño los anticuerpos necesarios para defenderse de las bacterias que, incluso, pueden estar en la piel de su madre.

Es precisamente en ese instante donde se genera el apego. Según el artículo, las prácticas hospitalarias no debieran retirar a la guagua del regazo materno apenas ésta da a luz –o en los siguientes 40 ó 60 minutos– pues al hacerlo interrumpirían el período sensitivo y "privarían tanto a la madre como a su nuevo ser de una interacción maravillosa".

Pía Santelices, sicóloga, docente de la Universidad Católica y experta en el tema, asegura que esos primeros instantes de vida en que se produce el apego primario, constituyen un espacio privilegiado para el recién nacido y su madre. Y para el padre, incluso. "Idealmente, sería óptimo dejar al bebé una hora en contacto con su madre y que ésta pueda alimentarlo apenas se produzca el acoplamiento natural de la lactancia. Sin embargo, el tiempo es muy breve. En estos casos, el padre cobra especial importancia, puesto que puede acompañar al recién nacido y vincularse con él mientras le hacen el control posnatal", advierte.

La sicóloga añade que si luego del examen médico el bebé vuelve a los brazos de la madre, se puede retomar el contacto piel a piel para realizar el apego primario interrumpido antes por la labor del neonatólogo. Es más, en los casos en que no es posible realizarlo "se puede efectuar una reparación posterior en la primera ocasión en que madre e hijo puedan estar piel con piel", plantea Pía Santelices.

CÓMO REPARAR
María Paz Fillol es sicóloga, tiene 29 años y asegura que distingue muy claramente –y no sin algún dolor–  la diferencia entre tener apego y no tenerlo. "Cuando tuve a Mara, mi primera hija –hoy de 4 años–, llegué como llega cualquier primeriza a una cesárea programada: ignorante, temerosa y completamente entregada a las decisiones de mi equipo médico. Nació y me la pusieron encima por unos dos minutos. No más. Y se la llevaron. Yo había escuchado que las clínicas favorecían el apego, pero… ¡dos minutos! Me llevaron a la sala de recuperación y, una media hora después, trajeron a mi guagua  para ponérmela al pecho. Quedamos solas. Traté de acomodármela, pero no quiso mamar. Según la matrona, no tenía reflejo de succión y, como además no estaba controlando bien la temperatura, se la llevarían de nuevo. Pasaron seis horas antes de poder ver a mi hija. De ahí no la solté más. Fue triste", recuerda hoy María Paz.

En parte, atribuye lo sucedido a la falta de información y nula conciencia de que, tanto su hija como ella misma, eran las protagonistas centrales de ese momento. Con su segundo hijo, Samuel –hoy de ocho meses–, la experiencia fue radicalmente opuesta. "Me cambié de equipo médico en la mitad del embarazo pero, además, durante esta espera me hice acompañar por alguien preparado que me pudiese resguardar a mí y a mi hijo durante el parto. No quería sentirme de nuevo desamparada".

Una doula (término que viene del griego y se refiere a mujeres que asisten a otras mujeres en el proceso del embarazo) estuvo a su lado –además de su marido–, desde el comienzo de la gestación. Ella la contuvo emocionalmente, le indicó las mejores posiciones al descansar, le hizo masajes para soportar mejor el dolor y, lo más importante, según María Paz, la instruyó sobre el apego.

El médico buscó el parto normal esperando las casi 41 semanas de gestación. "Lo recibí con mis manos. Mi hijo y yo estuvimos solitos una hora y media, sin que nadie me lo tocara o se lo llevara". Samuel mamó durante la primera media hora de vida.

Como sicóloga sacó varias conclusiones. "Primero, que la relación madre-hijo  no se determina sólo por el hecho de hacer o no apego, pero sí es una ventana llena de oportunidades que la naturaleza ha creado para que los padres y la guagua se conecten, se conozcan, se vinculen y se amen. Y, la más importante, es que podemos reparar los errores cometidos por falta de experiencia".

CULTURA ANTI-APEGO
"Todas las matronas somos un poco doulas o compañeras y realmente necesarias en esta sociedad, donde hay una carencia del componente emocional en la mujer que está en trabajo de parto, pues la atención hoy está muy medicalizada", advierte Pascale Pagola, enfermera matrona de la Universidad Católica, diplomada en Promoción de Apego Seguro de la Escuela de Psicología de esa misma casa de estudios y doula certificada por DONA (Doulas of North America).

Dice que adoptó este "oficio", pues le preocupa que la mujer esté inmersa en una cultura anti-apego. "Las veo, en general, poco conectadas, con el instinto bloqueado en relación a lo que eran nuestras abuelas, por ejemplo. Siento que la mujer que espera un hijo está más preocupada de decorar la pieza de la guagua, de lo que tiene que llevar en el bolso a la maternidad o de los signos de alerta para salir corriendo a la clínica, más que de conectarse con su ser y con lo que significa tener un hijo. Además, hay mucho susto al dolor y se asocia el parto con algo traumático y no con algo normal, natural y saludable", opina Pascale. Advierte que muchas veces las madres primerizas son mujeres ultra preparadas, profesionales y de buen nivel socioeconómico, pero que colapsan con el nacimiento del primer hijo.

Es precisamente lo que le sucedió a Catalina, periodista y madre por primera vez a los 37, condición que postergó en pos de su carrera: "Llegué a mi casa, con mi guagua en brazos, preciosa, toda vestida de amarillo: soy supersticiosa y me dijeron que esto me traería buena suerte. Recuerdo que me senté en mi cama y me largué a llorar. No supe qué hacer, me invadió el terror. Depresión posparto, dije, pero más allá de ese autodiagnóstico, me bloqueé. No entendía cómo yo, una profesional con varios años de educación universitaria y buen sentido común, no era capaz de atender sola a mi niña. Me había preparado tanto, había leído tanto. Creía que tenía todo bajo control, pero el mundo se me vino abajo. La adoraba, pero no era capaz de cambiarle un pañal. Me sentía sin conexión alguna con esta niñita. Éramos dos extrañas", cuenta después de cuatro años.

Su matrona le recomendó contratar una enfermera para ayudarla un par de semanas en los cuidados de Isidora, pero lo que comenzó como un apoyo, se transformó en una dependencia impensada pues aquella profesional que le ayudaría durante una semana, terminó quedándose en su casa seis meses, haciéndose cargo de la niña, de la madre y, lo que resultó inesperado, generando un lazo afectivo con la pequeña que parecía aún más fuerte que el que ésta tenía con su madre. "Sólo cuando pude prescindir de la enfermera, logré crear un lazo de verdad con mi hija, el famoso apego que salía en los libros, y me sentí plenamente mamá", recuerda con cierta angustia.

Pía Santelices asegura que las madres de hoy no tendrían por qué tener conocimientos tan específicos sobre apego. "Creo, en cambio, que lo más recomendable es que sigan su intuición. En ocasiones, los libros pueden leerse de una manera equívoca y suponer demasiadas exigencias. Es importante que los padres –mamá y papá–, confíen en lo que sienten y sólo busquen información en caso de que sientan que lo necesitan", aclara.

¿LUCRAR CON EL APEGO?
Para generaciones antecesoras resultaría descabellado imaginar que hoy, en vez de regalar un pilucho o un paquete de pañales a una primeriza, se le entregue una gift card canjeable por servicios posnatales de un equipo de expertos que se hacen cargo en pleno de la guagua.

Existen verdaderas empresas que ayudan –principalmente– a madres debutantes, ofreciéndole no sólo auxiliares de Enfermería y Párvulos, sino que además nutricionista, matrona a domicilio, talleres de lactancia, capacitación para la nana que cuidará al niño, masajes de relajación y cursos de reanimación cardiopulmonar, bastante requeridos en el último tiempo.Pero ¿qué pasa con la intimidad del apego madre-hijo cuando está toda esta gente paseándose por la casa?  "Somos absolutamente proclives al apego. Por ello, les pedimos expresamente a nuestras cuidadoras que dejen espacio a la madre para interactuar con su pequeño, que no se 'adueñen' de la guagua. Su labor es asistir, no suplir", afirma Luz María Montes (27), enfermera matrona de la UC, quien junto a Constanza Riveros (26), nutricionista de la Universidad de Chile,  formaron en noviembre de 2007 la empresa de asistencia posnatal Canguroo.cl, que en su primer año de funcionamiento atendió a más de 60 parejas. "Lo que sí hemos detectado –precisa Luz María–, es que se ha perdido el instinto o la intuición de las madres; lo que veíamos espontáneamente en nuestras abuelas, ahora la mujer lo aprende de terceras y desconocidas", afirma.

–¿Sienten que, de cierta manera, comercializan con el apego?

–No lo sentimos así. Al contrario, estamos para ayudar a las madres y no para intervenir en una relación que a todas luces debe ser natural –advierte Constanza.

Coincide con ella Pascale Pagola, quien cree que estas empresas "en la medida en que ayuden a la madre a fortalecer el vínculo, está bien que existan. Pero si asumen responsabilidades propias de la madre o del padre, estoy absolutamente en contra de sus servicios”.

Una visión interesante es la que entrega Grace Romero, matrona del Hospital Militar, con 26 años de experiencia: "En el mundo competitivo en que vivimos, el rol materno es a veces un intruso en la vida de la mujer. Las pacientes prefieren ser prácticas y contratan estas empresas, pero ello no debiera significar que el apego se rompa. La auxiliar de enfermería, por ejemplo, debe ser una ayuda técnica, pero es la mamá quien tiene que tener claro a quién le corresponde hacer el apego continuo en el tiempo".

Complementa lo anterior Amor García, enfermera matrona de la Clínica Santa María, quien tiene a su haber más de un millar de nacimientos y se autocalifica como profesional "de la vieja guardia". Cree que la predominancia actual de familias nucleares versus las familias extendidas de antaño, es un fenómeno que le dificulta la labor materna a la mujer: "Esas familias grandes, en que se armaban verdaderas redes de apoyo para la embarazada, ya casi no existen. Ahora es la mujer y su pareja, en la gran mayoría de los casos y, por ello, creo que es tremendamente importante el rol de la matrona en esta etapa de la vida en que ella está sometida a un alto estrés".

Añade que "los equipos de salud estamos para acompañarla, para evitarle riesgos, para ayudarla a reconocer en sí misma aquello que naturalmente le es propio". Por esta razón, opina que es "lícito" que la mujer recurra a personas externas si no tiene apoyo en las redes familiares. "Pero debo admitir que me da susto que esta labor tan hermosa y por la que nos sentimos privilegiadas, se convierta en un negocio".

En Chile, el apego seguro se practica hace aproximadamente 10 años. Las primeras experiencias se realizaron en hospitales públicos tras implementarse un programa de la Unicef que, además de fomentar el contacto piel con piel madre-hijo, promovía que el padre –hasta ahora un olvidado en este proceso–, estuviera presente durante el alumbramiento. Gran parte de las clínicas privadas adhieren hoy a esta práctica y los especialistas comentan que, vistos sus beneficios tanto en la madre como en el niño, debiera conversarse el tema con el médico antes de dar a luz.

Pero la sugerencia final de expertas como la matrona Grace Romero parece crucial para generar apego seguro tras el nacimiento: "Le diría a la mujer que deje de intelectualizar el proceso de gestación y de parto, que se entregue a la intuición de madre y a los afectos y que se transforme en un buen contenedor del ser maravilloso que lleva adentro".

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