
Estamos encima

En pocos domingos más son las elecciones presidenciales de primera vuelta. Estamos encima. Sin embargo, salvo el mundo político, el resto del país parece motivado más bien por sus menesteres cotidianos: trabajo, familia, barrio, celular. Muchos recién comienzan a interesarse de verdad por quién votar. Quizás es fruto de la indiferencia. Demasiados miran a la política como algo que poco bien trae a sus vidas; quizás es la convicción de que al menos en las presidenciales las sorpresas posibles son pocas.
De los ocho candidatos, cinco saben que esta vez no están en competencia; sus objetivos son otros. Nombres en circulación real son solo Kast, Matthei y Jara. Además, todos lo saben y se nota: Jara no puede ganar siendo la candidata de continuidad de un gobierno mal evaluado y donde, para su desgracia, sus partidos no logran disimular sus desencuentros, ni arribar a un proyecto programático compartido de futuro.
Solo Kast y Matthei pueden ser el futuro Presidente. ¿Da lo mismo cuál gana, diciendo que ambos son “de derecha”? Tanto la campaña de izquierda como esa cultura de derecha que gustaba verse como una e indistinta tratan desesperadamente de decir que sí. Pero, por algo hay tres candidaturas de derecha. Eso significa que quienes las representan políticamente -entre ellas, la que ganará y gobernará- no se sienten una sola. Se creen y sienten distintas, se motejan mutuamente; a veces abiertamente, “derechita cobarde”, “extremistas”, “libertarios”, a veces guardando formas de cortesía. Sus listas parlamentarias también compiten.
Tienen razón, son distintas: Matthei no es lo mismo que Kast. Matthei, con su abierta apertura y valoración a Demócratas y Amarillos; o sea, al centro y a esa cultura de centroizquierda que quedó al descampado con ese deslizamiento a izquierda por años del Socialismo Democrático que culminó en fuerte derrota para las primarias gubernamentales. El mundo que cada día encarna mejor el discurso de Matthei es el que concentra por derecha, centro e izquierda un ánimo de “democracia de los acuerdos” que mira al futuro, no al pasado, pero recogiendo la experiencia de los mejores tiempos de prosperidad, empleo, crecimiento, disminución de la pobreza, orden público y seguridad de la historia de Chile de los últimos 35 años.
Se equivocan quienes ven a Matthei y Kast como variantes menores de una misma derecha. Son dos proyectos y dos vocaciones gobernantes diferentes. Eso no anula el que, con alta probabilidad, ambos preferirán votar por quien no sea Jara en segunda vuelta. Pero esa preferencia por el “mal menor” no hace indiferente la gobernabilidad futura de Chile que cada uno encarna y las dinámicas distintas que desatarían en nuestra sociedad y en sus actores sociales y políticos. Es lo que dilucidará esta inminente primera vuelta.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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