No podemos guardar silencio

Con profundo dolor, como judíos que vivimos fuera de Israel y que muchas veces pensamos distinto, hoy sentimos la responsabilidad ética ineludible de alzar la voz no solo para respaldar la legítima defensa del Estado de Israel frente a quienes buscan su destrucción, sino también para exigir caminos de paz, justicia y dignidad para todos los pueblos de la región.
No podemos guardar silencio ante la tragedia iniciada el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás y otros grupos fundamentalistas palestinos perpetraron una masacre con características genocidas: asesinaron a más de 1.200 personas y secuestraron a otras 250, muchas desde un festival por la paz. Este crimen fue apoyado -y probablemente coordinado- por el régimen iraní, que comparte con Hamás la meta de aniquilar a Israel.
La respuesta militar de Israel, aunque legítima en su origen, ha generado un costo humanitario desolador. Miles de civiles palestinos han muerto y millones sobreviven en condiciones de desesperación y miedo. Aunque Hamás ha usado a la población como escudo humano y parte de la información que circula ha sido manipulada, ello no justifica ni puede silenciar hechos condenados incluso por respetables voces israelíes. Tampoco podemos ignorar la violencia de extremistas israelíes en Cisjordania, sin una respuesta adecuada del Estado.
Han pasado casi dos años desde la masacre, y 50 rehenes aún permanecen en Gaza en condiciones miserables. El trauma es profundo, y cuanto más se prolonga la guerra, más se debilita la esperanza de una paz justa y más se afianza el extremismo en ambos pueblos.
Creemos que es nuestro deber -como parte del pueblo judío- expresar una crítica que nace del compromiso con Israel y con los valores humanistas y democráticos que lo fundaron. Una crítica que busca fortalecerlo moral y éticamente, no debilitarlo. El sufrimiento del pueblo palestino no puede ser ignorado ni relativizado. Tampoco se puede seguir justificando una guerra sin horizonte, que solo alimenta resentimiento, radicalización y desesperanza.
Del mismo modo, nunca aceptaremos que esta tragedia se use para difundir antisemitismo disfrazado de antisionismo, ni que se niegue el derecho de Israel a existir, con consignas como “desde el río hasta el mar”. A lo largo de la historia se han utilizado innumerables razones falsas y acusaciones absurdas para promover la hostilidad y persecución contra el pueblo judío. Que el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino no sea el nuevo vehículo para reproducir y perpetuar este odio.
Hoy más que nunca, urge retomar el camino del diálogo, liberar a los rehenes y reconstruir el principio de “dos Estados para dos pueblos”. No hay otra salida real, justa ni duradera al prolongado y doloroso conflicto del Medio Oriente.
Por ello, desde la diáspora, queremos afirmar con claridad: apoyar a Israel no es callar, es tener el coraje de exigir un camino distinto. Está en juego no solo el futuro de Israel y Palestina, sino también la dignidad moral de todos quienes formamos parte de esta historia.
Por Patricia Politzer y Gabriel Zaliasnik
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