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Economía: Brasil: ¿A desabrocharse los cinturones?

Durante décadas, muchos analistas financieros se referían con ironía a Brasil como "el país del futuro, y que siempre lo sería". Sin embargo, las cifras que ha demostrado Brasil en la última década permiten anticipar que el futuro, finalmente, se puede estar convirtiendo en presente.<br>

Los mercados financieros no han estado ajenos a este verdadero despegue de la economía verdeamarelha. Recordemos que la reacción frente a la reciente elección de Dilma Rousseff, candidata del Partido dos Trabalhadores, como presidenta de Brasil, dista muchísimo de la sensación de pánico que produjo en el mercado la asunción de Luiz Inácio "Lula" da Silva hace ocho años atrás. Hay razones para explicar dicho cambio de actitud. Las cifras no dejan lugar a dudas: la economía brasileña ha crecido cerca de un 4,5% real anual en el período 2006-2010, más que duplicando la tasa de 1996-2005. La caída de la inflación bajo el 5% ha permitido que el Banco Central pueda reducir las tasas de interés, aunque éstas aún se mantienen relativamente altas (aunque la estructura de tasas está un tanto distorsionada por la existencia de subsidios). Si bien la deuda pública como porcentaje del PIB se ha mantenido por sobre el 60%, la estabilización de lo que se pensaba en el pasado que era una espiral sin freno, ha permitido a Brasil obtener la tan anhelada clasificación crediticia de país con grado de inversión.

Los logros no sólo se han quedado en el ámbito macroeconómico. Estos últimos años hemos sido testigos de cómo empresas brasileñas se han convertido en referentes de una nueva especie de multinacional, como Petrobras, Embraer o Vale. El grupo financiero Itaú se ha posicionado como un modelo en cuanto a institución latinoamericana con aspiraciones globales. Lo mismo se puede decir de BM&F Bovespa, que ha situado a Brasil como uno de los mayores centros financieros del mundo.

¿Qué hay detrás de este espectacular cambio? Algunos analistas apuntan a la capacidad de Lula de combinar políticas de estabilidad macroeconómica con exitosos programas sociales. Otros, más cínicos, explican el avance en la decisión del presidente Lula de no hacer nada, al menos nada de lo que prometía en su programa de campaña del 2002, culminando un persistente esfuerzo eleccionario iniciado en 1989.

La presidenta electa Rousseff enfrenta un desafío inmejorable para llevar a Brasil desde las turbulencias propias del despegue a una velocidad de crucero. A pesar del incremento, la economía brasileña aún enfrenta las tensiones de un proceso de "tira y afloja" entre el crecimiento y las presiones inflacionarias, que la llevan a tener ciclos más pronunciados de sus tasas de interés y mayor volatilidad en su expansión económica. Una parte significativa de esto se produce por los serios cuellos de botella en infraestructura que enfrentan.  Muchos ven el hecho de que Brasil será sede de la Copa Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas 2016 como la excusa perfecta para una actualización gigantesca en inversión en carreteras, vivienda y centrales eléctricas.  No por nada se ha bautizado a Dilma como la madrina del Programa de Aceleração do Crescimento (PAC), que en su segunda versión considera inversiones cercanas al trillón de dólares entre 2011 y 2014. Más difícil que cortar cintas será el esfuerzo que su gobierno tendrá que hacer para reducir un desmedido gasto público, que en Brasil toma una complejidad adicional por su estructura política federal.

El futuro para Brasil se ve más cercano que nunca, permitiendo hacer realidad el que junto a China e India se transforme en una de las economías dominantes en el mundo a partir del 2050. Probablemente lo logre, pero será muy distinto si el camino está lleno de turbulencias o se puede volar a velocidad de crucero, incluso con piloto automático a veces.

*Director ejecutivo BlackRock.

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