Bachelet y el verdadero desafío de liderar Naciones Unidas

SEÑOR DIRECTOR:
La decisión del Presidente Gabriel Boric de anunciar la candidatura de Michelle Bachelet a la Secretaría General de la ONU colocó a la exmandataria en una carrera por convertirse en la primera mujer en liderar la organización internacional más influyente del planeta.
Sin embargo, al margen de sus credenciales, su postulación enfrenta obstáculos significativos. América Latina no tiene un único nombre en la lista, y tampoco se trata de una competencia exclusiva de género, porque también “suenan” otras aspirantes de peso. Entre ellas, la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, referente internacional en la lucha contra el cambio climático; o la mexicana Alicia Bárcena, hoy secretaria de Medio Ambiente y excanciller, quien además dirigió durante más de una década la Cepal.
Aunque la Asamblea General formaliza la designación, la decisión real pasa por el Consejo de Seguridad, donde cualquiera de sus cinco miembros permanentes puede imponer un veto. En este escenario, Bachelet podría chocar con China, incómodo por los informes de violaciones a los derechos humanos en Xinjiang publicados durante su gestión. Mientras que el gobierno de Donald Trump difícilmente querrá respaldar a una expresidenta de izquierda, aunque la política exterior de EE.UU. siempre se reserva márgenes de pragmatismo.
Pero, incluso si superara esos filtros, los mayores desafíos comenzarían recién en caso de asumir el cargo, en enero de 2027. La ONU atraviesa una profunda crisis de credibilidad, convertida en actor secundario frente a guerras que marcan el rumbo del siglo XXI. Ucrania, Gaza o Sudán exigen algo más que declaraciones: requieren la capacidad de tender puentes, abrir espacios de negociación y convencer a los Estados de que Naciones Unidas no puede ser solo un espectador, sino un protagonista.
El multipolarismo, que parecía consolidarse en la última década, hoy se encuentra gravemente socavado por el regreso de la competencia entre grandes potencias. En ese tablero incierto, la figura de quien dirija la ONU será crucial para determinar si la organización logra reinventarse o queda relegada a la irrelevancia. Al final, tanto la ONU como el resto de las instituciones internacionales son exactamente lo que sus miembros quieren que sean. Y esa es la verdadera batalla que Bachelet —o cualquier otro candidato— deberá librar.
Alberto Rojas M.
Director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Escuela de Periodismo de la U. Finis Terrae
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