Demos esperanzas y sueños a los niños

SEÑOR DIRECTOR:
Como si tuvieran los mismos asesores de marketing electoral, las y los candidatos presidenciales tienen los mismos ejes centrales en sus postulaciones: crimen organizado y narcotráfico, inmigración ilegal, y crecimiento económico y desempleo. Y agregan, cual lista de supermercado, otros temas para satisfacer a sus electores, entre los cuales no está la pobreza infantil y, al pasar, está la educación inicial y escolar pública.
Ello, a sabiendas que los ambientes de pobreza y violencia narco social en que viven cientos de miles de niños y niñas en nuestro país, junto a la pésima calidad de la educación inicial y escolar pública que reciben, son la cuna de nuestras brutales desigualdades e inequidades sociales, y les condena de por vida a la exclusión y a la marginalidad. Para ellos ese es su país futuro.
Nadie niega que la inseguridad y el desempleo son problemas que hoy afectan fuertemente a la gente. Pero es paradojal que las y los candidatos presidenciales crean que a la gente solo les mueve el que se les resuelvan sus problemas básicos de sobrevivencia, como si ésta no tuviera expectativas aspiracionales que le den sentido de futuro a sus vidas, o como si a la gente no les afectaran tanto o más fuerte los abusos contra los más débiles, ni los irritantes privilegios de cuna y los mal habidos, ni las indignas desigualdades de oportunidades, ni las exclusiones sociales. Para esto no tienen un eje central.
Difícilmente la erradicación de la pobreza infantil y el mejoramiento de la educación inicial y escolar pública serán parte de la agenda política y electoral si las candidaturas presidenciales no elevan su mirada y le dicen al país -no desde un encuentro de empresarios sino que desde una escuela rural pública- cuáles son las carencias, las angustias y las indignidades humanas y sociales que les conmueven e impelen; sus visiones, ideas y sueños del país deseable al que aspiran a futuro; aquel norte de esperanzas que convoque con claridad y entusiasmo a la gente -especialmente allí donde imperan la desesperanza y la indefensión aprendidas- y que les ofrezca un propósito para hacer sus mejores esfuerzos y superar las dificultades en pos de lograr una vida mejor para ellos y sus hijos, sobre todo los más pobres; aquello trascendente por lo cual quieren “jugarse a concho” y ser juzgados. El “relato” que le dará sentido y humanidad a su eventual gobierno. De eso y no de otra cosa tratan los liderazgos políticos, que harta falta que nos hacen.
Víctor Pérez Vera
Exrector de la Universidad de Chile
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