LT Domingo

Columna de Ascanio Cavallo: El lobo marzo

Vista aérea de marcha del 8 de marzo de 2019, por el Día Internacional de la Mujer.

"Estábamos con algunos ministros y algunos asesores, y había opiniones contrapuestas, y cada uno las manifestaba con mucha pasión y con mucha intensidad. En el fondo, teníamos dos opciones…". Así describió el Presidente, hablando ante los asistentes a la Enade, la decisión de la noche del martes 12 de noviembre, que en unas horas condujo al acuerdo multipartidario para reformar la Constitución. En realidad, el Presidente entiende que se trató de tres acuerdos. El otro fue la agenda social, constituido por un paquete de leyes que se han estado tramitando en el Congreso. Y el tercero, un acuerdo por la paz, que…

Las "opiniones contrapuestas" significan que una parte de los presentes estuvo por la mano dura, esto es, poner al país bajo un nuevo estado de excepción, esta vez de sitio, con perfecta conciencia -según el Presidente- de "todas las consecuencias y riesgos" que ello podía entrañar. Por lo que se sabe, los ministros eran tres y el asesor, uno. No existe ninguna evidencia de que -como se ha dicho- las Fuerzas Armadas no estuvieran dispuestas a salir a la calle; más bien parece lo contrario. Piñera no decidió por regla de mayoría, sino porque probablemente intuyó que la mano dura representaba la altísima probabilidad de un baño de sangre.

Lo que importa es que, incluso en el Palacio, el Presidente ha tenido a la vista a quienes piensan que el gobierno ha tomado caminos demasiado complacientes. Los de Palacio no se irán, porque forman parte de los leales. Pero los que no están dentro de La Moneda ya se fueron. Le quitaron su apoyo. Forman parte de otra oposición, una nueva, que no presenta acusaciones constitucionales, no bloquea proyectos, no vota. Todavía.

Muchos de los que se alegran de que la aprobación de Piñera esté alrededor de 10 puntos (Cadem) no reparan en que los 30 puntos que perdió abruptamente tras el 18-O fueron sus votantes dos años atrás, y se puede apostar sin riesgo que una mayoría de ellos le reprocha por encima de todo el descontrol del orden público. Le reprocha las "zonas de sacrificio", donde el estado de derecho parece obliterado y que la libre circulación esté suspendida de facto.

Y seguidamente, le reprocha los acuerdos con una oposición que no se ha esforzado por detener la violencia (aunque en realidad ni siquiera pueda). Y seguidamente, la promoción de un plebiscito que es como lo contrario de la mano dura. En fin: si alguien cree que esos 30 puntos se fueron a engrosar las filas de la oposición de centro e izquierda, vive en un mundo paralelo.

En el mismo día del discurso de Piñera, la muerte de un hincha de Colo Colo ya estaba gatillando la noche más violenta del nuevo año. El hecho ha confirmado la tesis del propio gobierno respecto del protagonismo de las barras bravas en la violencia callejera. La izquierda carga contra Carabineros y el gobierno. ¿Contra quién cargan los que han querido mano dura? Contra el gobierno. Si unos encapuchados se pasean por el antiguo Congreso como jamás lo habría hecho el FPMR, ¿apreciarán la ironía de que la historia se repita como comedia? No: culpan al gobierno. Para ellos, la noche de noviembre no ha terminado.

Muchas de esas personas piensan que el primer momento perdido fue el 19 de octubre, cuando la insurrección podía frenarse de raíz. O un poco después, con un estado emergencia en serio, no con un general sonriente. Y desde luego, aquella noche de noviembre. No son un misterio: lo dicen por las redes digitales. En cada nuevo incidente fustigan con voces tronantes -"¡hasta cuándo!"- la permisividad del gobierno. No lo eligieron para esto. Si hubieran sabido…

Y ahora, a través del mismo vehículo opaco de las redes, proliferan por el otro lado los que anuncian un marzo de miedo. Unos esperan sin ambages que allí por fin caiga el gobierno. Otros anuncian que aprovecharán el Día de la Mujer para inaugurar el malón. Pero nadie sabe cómo será. Una cosa se puede anticipar: no contará con la ventaja de la sorpresa, que fue una de las claves del 18-O. Tampoco tendrá las motivaciones que le atribuyeron sus intérpretes, la reforma de la Constitución y las medidas sociales. En el horizonte cercano estará un plebiscito que puede ser brutalmente condicionado por lo que ocurra en esas semanas.

Es un hecho que este plebiscito es muy poca cosa para los que creen que está vecino el asalto al Palacio de Invierno. Tampoco les importan nada a las primeras y segundas y terceras filas del remolino callejero. Por lo tanto, quienes lo imaginaron como una salida a la crisis y defienden la idea de que sí, así es, que desde allí nace un "nuevo pacto social", juegan tanto contra esa fuerza dispersa como contra la otra, la que ha pensado que el gobierno ha llegado hasta su situación actual solo porque ha dejado pasar, una tras otra, todas las oportunidades para ejercitar la mano dura.

Ah, marzo.

Ni las peores pesadillas de la transición -un cuartelazo pinochetista, una destitución judicial, un escándalo familiar o político- imaginaron nunca un verano que fuese más un entreacto de suspenso que de vacaciones.

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