Aquí y allá
El reconocido cirujano plástico Héctor Valdés vive entre Madrid y Chile. Allá reside junto a su familia, desarrolla una carrera exitosa, tiene su casa y sus cosas. Aquí, aunque se necesite un pasaje aéreo para venir, también tiene su lugar, y que funciona los 365 días del año. Una importante casa de montaña en medio de un jardín precioso.
Dice que viaja sin maletas. No le gusta ser un viajero errante, por eso que no las usa. Y para no sentirse como un eterno viajero, además de tener una casa espléndida en la precordillera santiaguina, lo espera siempre el mismo armario -y con la misma indumentaria- que en España, donde vive la mayoría del tiempo junto a su mujer y sus hijos. Así es como Héctor Valdés, uno de los cirujanos plásticos más exitosos de nuestro país, y que cuenta con 30 años de carrera en el área, se despoja de todo lo que no sea hogareño. Tiene su ropa y su casa aquí y allá, y aunque la de acá pase meses vacía, es cálida y calurosa; no en vano nos recibieron con un exquisito desayuno, mientras la conversación fluía en medio del delicioso aire precordillerano.
EL PERSOJANE Y SU CASA
Héctor Valdés es un hit. Ha triunfado en más de medio centenar de países, siendo el creador de una de las clínicas especializadas en cirugía plástica más preponderantes de las últimas décadas. Viaja permanentemente, no solo a Chile, sino que también a Suiza o Italia a operar, a exponer y asistir a congresos internacionales. Es allí, según nos cuenta, donde se comparten los resultados de sus operaciones, que en el caso suyo han sido excelentes. Y como buen esteta, no solo le gusta modelar cuerpos. Tiene un ojo biónico en cuanta empresa estética se proponga, y su casa es una de ellas. "Si bien esta casa fue encargada a un arquitecto, yo tuve mucha injerencia en su construcción y en la elección de los materiales. Me gusta mucho el diseño, antes de estudiar Medicina estuve a punto de estudiar Arquitectura, siempre fue mi asignatura pendiente. En mi especialidad me fijo mucho en los detalles, en el diseño y la forma, el contorno, el volumen, por lo tanto, siempre incidí mucho en el diseño de la casa. Trajimos las maderas del sur, son unas vigas impresionantes. Queríamos que fuese un sitio muy práctico, aquí a veces cae nieve, entonces el techo debía ser inclinado, como un refugio. Pero, a su vez, como es un lugar muy frío en invierno, debía ser muy cálido, y la madera da esa calidez, mientras que la piedra da la sensación de una casa en la montaña", detalla el doctor.
La casa tiene una historia singular. Su construcción coincidió con la de su clínica -que hoy en día se llama Monteblanco-, época en que el doctor vivía en Av. Las Condes. “El viaje eran unos cuatro o cinco kilómetros, y a veces necesitaba atender a pacientes muy rápido. Fue ahí cuando se le ocurrió la idea a mi mujer de cambiarnos lo más cerca posible de la clínica. Es así como encontramos este espacio (…). El jardín originalmente era una zona donde había una cantera, entonces era tremendamente árido. Finalmente, perforamos a 80 m de profundidad y conseguimos un flujo razonable de agua. Con eso impulsamos unos estanques que tenemos aquí de 60 mil litros diarios, y con eso alimentamos el jardín.
SU TRABAJO
El doctor Valdés, impecable y sereno, se mueve con tranquilidad. Acaba de llegar de Madrid y está como nuevo, radiante. Se sienta con nosotros a conversar y es imposible que de vez en vez no aparezca el tema de su carrera. “Una razón importante por la que también divido mi vida entre España y Chile es que la cirugía estética es estacional, en verano hay personas que se operan, pero son las menos. Si bien se opera todo el año, nuestra cirugía es básicamente en invierno.
Mezclo la actividad europea, que me da un poco de glamour y ego personal, con la realidad de la cirugía estética chilena. Tengo pacientes que rondan en el casi medio centenar de países. Vienen de Inglaterra, de Países Árabes, Suiza, Italia, y eso me hace sentir que estoy muy al día, que lo estoy haciendo bien.
Es así como he podido manejar dos mundos, aquí hay una realidad económica distinta que en Europa, acá hay cosas que el Estado no las financia del todo y, por otra parte, los salarios son bastante inferiores que allá. Una chica de 25-35 años que tiene una secuela de acné en la cara y se le ve el rostro lleno de agujeros por el acné que tuvo de juventud, esa chica, por mucha justicia que se haga, tiene que hacerse una cirugía por necesidad, que no la cubre la isapre, entonces ahí es donde yo la ayudo, lo que me hace sentir muy a gusto y muy útil; poder dar un espacio a personas que tienen menos recursos. Aproximamos la cirugía a estas personas para que no sea un sueño imposible para ellas. Esto lo hago aparte de atender a mis pacientes privados, y me hace sentir muy contento”, termina.
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